#4597 Ya hay que ser atrapado para drogarse solo en una habitación.
Solía escuchar la frase anterior demasiado a menudo, pero se arregló no contando tanto y no contando con tantos. La verdad es que las sesiones introspectivas, al menos en mi caso, son excesivamente personales como para compartirlas con cualquier otra persona que no sea mi yo sobrio. Grosso modo, gracias algunas de esas sesiones (sumado al posterior replanteamiento en días sucesivos) he retomado el contacto con personas con las que me había comportado como un gilipollas y he mandado a tomar por culo a quien no tenía ya lugar. He pensado si quiero seguir estudiando o trabajando en lo mismo; o directamente sobre si realmente quiero estudiar o trabajar en los años de plenitud vital para jubilarme ya hecho una mierda y he esbozado ideas para conseguir vivir más los mejores años.
En un terreno menos personal, y hablando de hace ya unos diez o quince años, aprendí que no todo el monte es orgasmo; que una amistad suele durar más que esa vanidad que rebosa tras ganar una discusión a costa de distanciarse de un colega cercano; que prefiero tener menos amigos y atenderlos como se merecen que creer ser alguien especial por saludar a peña cada dos metros con la que apenas me paro a hablar; que mi manera de enfocar la vida ha de ser una mezcla entre hedonismo semimoderado y la ataraxia, cada cosa cuando toca, y que si algo malo va a ocurrir y cambiarlo no está a mi alcance, anticipar el sufrimiento es desperdiciar el tiempo que me queda hasta que supuestamente llegue eso que hará que todo esté mal.
La primera vez con Salvia divinorum también me marcó:
La situación a día de hoy aún es difícil de explicar. A ver si consigo poneros en el contexto... Imaginad vuestra habitación con un biombo de papel que va de lado a lado del cuarto, dividiéndolo en dos. Ahora pensad que, a un lado del biombo, la habitación es totalmente normal y al otro lado, no hay nada: todo está oscuro. Por último, imaginad que el biombo está rasgado, dejando ver desde el lado oscuro la otra zona. En esa parte donde «hay algo», justo en el límite con «la nada», dos seres superiores apoyados en la frontera que separa el ser del no ser, te explican que el mundo tal y como lo conoces es una mentira, un juego, y que todo ha acabado ya. Algo así como una mezcla de Matrix y El show de Truman; pero viviendo la película. Yo les decía que no quería irme y pensaba en que toda mi vida (19, por entonces) no había significado nada.
Con 2C-I descubrí que muchas veces nos perdemos lo mejor por ir de A a B sin pararnos a ver que hay entre ambos puntos:
Suelo ir por la calle deprisa, directo hacia algún sitio, pero esta vez iba tranquilo, mirando los efectos que todo hacía. Me paraba en medio de la calle sin razón y observaba todo con calma. Pasé por un parque de camino a la playa y tuve efectos ópticos maravillosos. Recuerdo que al fondo había un perro por los jardines y detrás unas rocas grandes y de repente las rocas se convirtieron en un perro grande y el perro en una roca pequeña.
En un plano más utópico, me he encogido en un sofá en posición fetal muy triste, no por mí, sino porque la gente no fuera capaz de entender cuántos conflictos se evitarían si viviéramos en el estado que alcanzas cuando mezclas adecuadamente M y 2C-B; pensándolo a posteriori entendí a Tim Leary, repartiendo LSD porque quería cambiar el mundo. Pero hay que saber tocar tierra.
En realidad, creo que el aprendizaje tiene más que ver con las ganas de aprender del que toma que del poder mágico de una sustancia inerte que inocula ideas que te susurran desde los rincones de tu cabeza. ¿Se puede aprender algo de estar puliéndote mil y pico euros al mes, tirando a dos mil, en aplicarte farlopa diluida en la sangradura o flexura del codo? Bueno, yo aprendí que casi nunca casi nada es para tanto. Que no sirve de nada tener a gente diciéndote que no lo vas a poder dejar o que tú mismo digas que lo puedes dejar si en verdad no te lo crees; pero que hay que tener un motivo, para eso y para todo. La mejor forma de reducir o erradicar unos hábitos de consumo es tener motivos para hacerlo y algo en que ocupar ese tiempo. Ah, y descubrí que si era capaz de gastar ese dinero cuando ni siquiera trabajaba, quizá debía permitirme ciertos lujos (viajes, por ejemplo) que hasta entonces veía como un gasto excesivo.
Sólo he tenido un mal viaje de LSD, con su típica paranoia del todos me miran y conspiran. Y oye, en mi puta vida se me ha pasado por la cabeza reírme de alguien que está a unos metros, por mucha gracia que a uno le haga, porque al otro lado de la pantalla la película se ve al revés.
Sé que preguntabas por hongos psilocíbicos, pero siempre los he tomado con colegas en un ambiente lúdico. No porque no tengan potencial para más, sino porque prefiero otros psicodélicos y normalmente cuando he tomado setas ha sido porque me merecía la pena sólo por esta en el mismo mood que mis compis de viaje. Pero creo que todo lo anterior es extrapolable y las sustancias que nombro, casi intercambiables.
Aunque sigue siendo algo personal.