Ayer, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, y la secretaria de Salud, Kathleen Sebelius, ofrecieron una disculpa pública por aquellos experimentos. "El estudio llevado a cabo en Guatemala para inocular enfermedades de transmisión sexual carecía claramente de ética", aseguraron Clinton y Sebelius en un comunicado conjunto. "A pesar de que estos actos ocurrieron hace más de 64 años, estamos indignados por el simple hecho de que semejante proyecto fuera auspiciado por el sistema público de salud de Estados Unidos". Tanto la secretaria de Estado como la de Salud concluyeron: "Lamentamos profundamente que esto sucediera y pedimos perdón a todas las personas que fueron afectadas por tan horrendas prácticas".
El objetivo del estudio de los años cuarenta en Guatemala -que nunca llegó a publicarse- era buscar nuevas fórmulas para prevenir las enfermedades de transmisión sexual -gonorrea, sífilis, cancroide o chancro blanco- y se produjo en los albores del uso de la penicilina y la necesidad del Gobierno norteamericano de saber si este antibiótico era efectivo y, además de curar, podía prevenir la sífilis.
En los experimentos realizados en Guatemala fueron utilizadas prostitutas con gonorrea o sífilis para contagiar a presos de cárceles o pacientes de manicomios. Pero cuando se comprobó que eran muy pocos los hombres que se habían contagiado, se pasó a la inoculación directa, inyectando la bacteria de la sífilis en el pene, el brazo o la cara de los conejillos de indias.
Los trabajadores de las instituciones médicas y penitenciarias en las que se llevaban a cabo las pruebas tenían conocimiento del experimento, pero los sujetos del estudio nunca fueron informados del propósito del mismo ni tampoco dieron su consentimiento.
Según el estudio de la profesora Reverby, a la mayoría de los inoculados se les dio penicilina tras contraer la enfermedad, aunque no se sabe si alguien llegó a curarse o recibió un tratamiento adecuado. Al menos un paciente falleció durante las pruebas, pero no está claro si la muerte se debió a la enfermedad o a otros problemas médicos. Uno de los médicos norteamericanos que formó parte del experimento en Guatemala fue el doctor John Cutler, funcionario del Servicio de Salud Pública de EE UU e investigador en un proyecto de triste fama conocido como Tuskegee. Este experimento, realizado en los años sesenta, consistió en negar el tratamiento a cientos de ciudadanos negros de Alabama que ya estaban contagiados de sífilis para que los médicos pudieran ver el desarrollo de la enfermedad y sacar conclusiones.
El experimento llevado a cabo en Guatemala fue descubierto hace unos meses por la profesora Reverby cuando analizaba un libro sobre Tuskegee y, en una práctica poco habitual en una investigadora, informó al Gobierno estadounidense antes de publicar su descubrimiento.
El presidente de Guatemala, Álvaro Colom, calificó ayer de "crímenes de lesa humanidad" y anunció que estudia exigir compensaciones para las víctimas.