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Titulo original: El misterio de las esmeraldas arrebatadas por la Guardia Civil a un empresario en Barajas
Aún no habían dado las siete de la mañana del 17 de febrero de 2019 cuando el empresario Florencio Murcia Murcia, comerciante de joyas de una conocida familia colombiana, aterrizaba en Madrid tras viajar toda la noche. El hombre venía de Bogotá y hacía una escala técnica en el aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas antes de retomar su viaje hacia Abu Dhabi, primero, y Bangkok, su destino final, donde le esperaba su socia Inés Hincapié para exponer en una feria de muestras de la capital tailandesa. Al entrar por la puerta de llegadas de la Terminal 4, sin embargo, un pequeño error de situación dio lugar a que su aventura aérea sufriera un vuelco que le mantendría ocupado durante casi dos años. Según consta en el atestado realizado por la Guardia Civil, un agente detectó que el hombre se disponía a acceder por el paso previsto para viajeros que no tenían que declarar mercancía. El funcionario le paró, le preguntó de dónde venía y le invitó a entrar por la compuerta que conducía a la supervisión fiscal.
Al atravesar el arco de rayos x, los guardias detectaron que en la mochila que colgaba en la espalda del colombiano había "una serie de objetos de pequeño tamaño con alta densidad", por lo que pidieron al viajero que abriera el equipaje. Los funcionarios encontraron en el interior un "bolso bandolera" y, dentro de él, "una cantidad abundante de lo que parecen ser gemas preciosas de color verde". El portador de las joyas corrigió entonces a los agentes. "Son esmeraldas", les indicó antes de mostrarles las seis facturas que acreditaban que se trataba de un producto que iba a ser exportado pero que no impidieron que la Guardia Civil detuviera al colombiano por un presunto delito de contrabando.
Los agentes entendieron que éste tenía que haberles comunicado que transportaba ese material para declararlo, por lo que se incautaron de las piedras —que pesaban 660 gramos y estaban valoradas en más de 450.000 dólares, como indicaban los propios documentos mostrados por Florencio— y las depositaron en las "dependencias" del instituto armado del aeródromo, dentro de una bolsa de evidencias. Además de las joyas, los agentes le intervinieron al recién llegado 1.596 dólares que llevaba en metálico y los depositaron en una cuenta judicial.
Murcia pidió entonces la asistencia de un abogado de oficio, que se personó en el aeropuerto tan solo un par de horas después con el fin de asistir al viajero. La Guardia Civil comprobó que el colombiano carecía de antecedente policial alguno y que su situación en España era "regular", como certificó la Dirección General de la Policía tras ser requerida por la benemérita. Los agentes de aduanas fotografiaron entonces las cuatro bolsas de joyas con el fin de incluirlas en el atestado. Todas ellas tenían impreso el logotipo de la Agencia Nacional de Minería de Bogotá. Dos miembros de la Oficina de Análisis e Investigación Fiscal de la Guardia Civil fotografiaron el material y lo introdujeron en una bolsa más grande de evidencias. Más tarde, otros dos agentes realizaron un segundo reportaje fotográfico que no figura en el sumario judicial y que, según los propios autores, tenía fines "estadísticos y de inteligencia". Para realizarlo, los agentes desprecintaron la mencionada bolsa de evidencias y "al menos parte de los envoltorios" que contenían las esmeraldas.
Luego volvieron a precintar todo en una segunda bolsa de evidencias en la que incluyeron las joyas y la primera bolsa antes de retornar el paquete a la caja fuerte ubicada en la Oficina de Atención al Ciudadano de la terminal, que no cuenta con "especiales medidas de seguridad en cuanto a la custodia de la llave" o a "llevanza de algún tipo de control y constancia sobre la apertura, sistema de videovigilancia...". Esto último habría permitido que sin mucha dificultad "cualquiera de los guardias de dicha oficina pudiera haber accedido a la misma". Así lo relata el Juzgado de Instrucción 30 de Madrid, que investigó el asunto, aunque no precisamente para demostrar la culpabilidad del colombiano.
El magistrado Jorge Bartolomé Moriano abrió inicialmente una causa por el supuesto contrabando contra Murcia, pero tardó apenas diez días en archivarla. El 28 de febrero de 2019 el instructor acordó el sobreseimiento de las diligencias previas y ordenó la devolución del material intervenido a su propietario. Al día siguiente, la Guardia Civil retiró del depósito de los juzgados un sobre marrón precintado que tenía "una cantidad indeterminada" de esmeraldas para devolvérselas al empresario. Un día después, Florencio se personó en los juzgados para recoger el material, pero algo no cuadraba.
El colombiano había consignado el paquete en la solicitud de autorización de embarque y había descrito que contenía 780 esmeraldas talladas, como reconoció el Juzgado 30 en su auto de archivo, una suma que no correspondía con la que había en el sobre recién entregado. "De las cuatro bolsas que había en el interior precintadas, una de ellas, la más grande, fue abierta en mi presencia, pero las otras tres no", explicó Murcia en el acta que redactó en el momento de la recogida. Faltaban, añadió, 74 piedras, precisamente las que destacaban por su valor. Algunas, agregó, habían sido sustituidas por trozos de plástico y de vidrio verdes que imitaban a los originales. Otras directamente habían desaparecido.
Fue entonces cuando la historia dio un giro de 180 grados. El empresario colombiano interpuso una denuncia por malversación de caudales públicos y falsedad documental contra cinco de los guardias civiles que habían intervenido en la manipulación de las esmeraldas durante su custodia. Uno de ellos explicó en su declaración judicial frente a su abogado, Antonio Suárez Valdés, que se encargó de la representación legal de todos ellos, que él recogió el material y lo guardó en la caja fuerte, que asistió a uno de los reportajes fotográficos —el que luego no apareció en el atestado—, que no supo cómo se hicieron las otras imágenes ni cuándo y que desconocía quién abrió la caja fuerte para llevar las joyas al juzgado. Otra admitió que también estuvo presente en el reportaje que no aparece en el atestado y describió cómo abrieron la bolsa quienes lo hicieron y cómo guardaron luego las piedras. Una tercera detalla cómo realizó las fotos. Un cuarto se limitó a señalar que no se había quedado con las esmeraldas. Y un quinto apuntó cómo tomó las imágenes con el tercero.
El capitán de la Compañía de Seguridad —una de las dos que conforman la Unidad Fiscal y Aeroportuaria del instituto armado; la otra se denomina Compañía Fiscal— relató, por su parte, que no tuvo "una intervención esencial en los hechos", ya que la investigación la abrió el departamento de Policía Judicial, que no vio nada extraño en la decisión de ampliar el reportaje fotográfico, "aunque no es algo habitual", según el auto judicial de archivo. Admitió asimismo que, tras lo ocurrido, había que "introducir mejoras" en el funcionamiento de la custodia de pruebas dentro de ambas unidades.
También en esta línea se pronunció el sargento al mando de la Oficina de Denuncias del Aeropuerto, quien explicó dónde estaban ubicadas las cuatro cajas fuertes de que disponen las dependencias y, en concreto, la que albergó las esmeraldas, que según dijo podían abrir cualquiera de los 26 miembros de su departamento. Argumentó que, como él no puede estar las 24 horas, da libre acceso a todos sus guardias, pero sostuvo reglón seguido y con seguridad que "ninguna de las personas" a su mando sustrajo las joyas y que le resultaría "insólito" que alguno de sus subordinados pudiera haber "sustituido" algunas esmeraldas por otras piedras. "Son muchos los bienes y dinero que se aprehenden a diario en un aeropuerto como el Adolfo Suárez Madrid-Barajas y nunca en los cinco años que llevo al mando ha sucedido algo de similares características", sentenció el suboficial.
La investigación contra los cinco guardias civiles, sin embargo, se metió en un callejón sin salida. Los testimonios de los guardias civiles no sirvieron para clarificar quién se había quedado con las joyas que faltaban ni quién había dado el cambiazo de las gemas por plásticos y vidrios sin valor alguno. El Juzgado 30 de Madrid acabó archivando la causa "mientras no aparezcan nuevos elementos de incriminación". Lo hizo el pasado 11 de diciembre. "El cambio y la falsificación la hizo alguien que sabía lo que hacía, porque además se llevó los mejores trozos, supo identificar los más valiosos y escogió esos", recuerda hoy a El Confidencial María Inés Hincapié, la exsocia de Florencio que vivió los hechos con enorme preocupación, pues ella era propietaria de parte de la mercancía.
La mujer explica que ella estaba esperando a su colega en Bangkok para exhibir las joyas juntos en una exposición de piedras preciosas a la que acudían joyeros de todo el mundo cuando de repente sobrevino el contratiempo. "Habíamos venido otras veces a esta feria, siempre habíamos viajado vía París, Frankfurt o Estambul y nunca habíamos tenido problema", contextualiza Hincapié. "Yo de hecho fui por Turquía también en esa ocasión, pero Florencio decidió ir por Madrid, porque era cuatro horas más rápido y así podía llegar antes a la exposición; jamás pensamos que pudiera ocurrir lo que pasó", explica la mujer, que detalla su socio llevaba material que en gran parte estaba vendido ya a empresarios tailandeses.
"Perdimos mucho dinero", resume la directiva de la una de las compañías más relevantes en la extracción y comercialización de este tipo de gemas de Colombia. "Aquí tenemos la esmeralda más bonita del mundo y la exportamos por todo el planeta, desde Nueva York hasta Hong Kong", describe la empresaria, que asegura que nunca volverá a pasar por España para hacer escala. "Perdimos la mitad del material y nadie nos lo ha devuelto aún a día de hoy", subraya Hincapié, quien recuerda que los guardias civiles se fijaron en Florencio cuando éste se equivocó de puerta de entrada a España y que de ese fallo derivó todo el procedimiento que tuvo a los empresarios un mes en vilo.
Fuente: elconfidencial.com
Tl;dr: Un empresario llega al aeropuerto con un montón de esmeraldas, los paran los de la afinidad al verde y se las requisan, cuando se las van a devolver faltan un puñado y encima las más caras, algunas intercambiadas por vidrio y otras cosas verdes, aquí nadie sabe nada ni es responsable de nada y se archiva la denuncia.
No lo pone pero seguramente el empresario cobrase el seguro de las gemas, o ahora ponga una denuncia y nos haga pagar a todos los españoles.
Pero y lo bonita que está Josefa, la esposa del suboficial, con su nuevo collar, ¿eh?