El efecto chiringuito
“El Principio Shirky es: Las instituciones siempre tratan de preservar el problema del que son la solución”.
Pensemos en el típico chiringuito que abunda en nuestras playas, orientado a saciar el hambre y la sed de los bañistas. Obviamente, quiere hacer bien su trabajo y que los clientes se vayan satisfechos. Pero de una forma transitoria, tal que al día siguiente vuelvan a sentir la misma, y a ser posible mayor, necesidad de acudir al establecimiento.
Del mismo modo, cuando se crea un departamento con una finalidad más o menos concreta, teóricamente necesaria y beneficiosa para la sociedad, para la persona a cuya dirección ponen, su sueldo se convierte en su modo de vida, al que ni quiere ni puede renunciar. Al margen de otras posibles prebendas o del mero hecho de ejercer su pequeña parcela de poder sobre los empleados y los medios que se le asignen, así como de las personas hacia las que estén orientadas sus actividades. Por lo tanto, la primera misión que se dará a sí misma esta nueva entidad será garantizar su propia supervivencia. Así, como debe rendir cuentas periódicamente de los logros de su actividad, hará todo lo posible por perpetuar su “chiringuito”. Compaginando el cumplimiento de la obligación encomendada con su propia supervivencia. Llevando a cabo acciones o investigaciones que demuestren que su existencia es imprescindible. Incluso cuando sea consciente de que está perjudicando a otras personas o entidades.
Es un clásico que observamos a diario. A veces ocasionando problemas mayores que la finalidad para la que fue creado, siendo por ello imposible desmantelarlo.
Valga como ejemplo, burdo pero ilustrativo, que a alguien se le encarga verificar e impedir que las ranas se vuelvan agresivas y puedan representar un peligro, tanto para sus congéneres como para los humanos. Pues bien, no tengamos ninguna duda de que se llegarían a ver numerosos gestos agresivos en estos anfibios. Aunque, en realidad, no fueran más que sus característicos saltos. Y si ninguna diera muestra alguna de agresividad, ya sabrían como provocarla. Mientras, elaborarían prolijos y extensos informes, ambiguos y casi incomprensibles, pero con los que justificarían, al final de cada mes, el gasto que suponen en personal y medios, porque ¿quién va a trabajar en perjuicio propio, buscando acabar con su sustento?
La lección es que se debe tener mucho cuidado con la creación de estos “chiringuitos”. Se corre el riesgo de que se perpetúen, magnificando, en vez de resolviendo, problemas sociales.