Versiones de último momento reproducen la cada vez más firme sospecha del escalofriante y silenciado asesinato del Papa Juan Pablo II, presuntamente ordenado por altos miembros de la curia romana quienes, ante la imprevisiblidad de su diagnóstico, habrían dejando de suministrarle la medicina que lo mantenía vivo, con el propósito de asegurarle así al Pontífice un pronto final.
Las primeras sospechas trascendieron luego de que el cardenal Camillo Ruini, vicario de Roma, formulara el pasado viernes 1 de abril a los medios del mundo declaraciones que resultaron extrañamente apresuradas dadas las circunstancias, y que motivaron una fallida corrida de varias agencias noticiosas del mundo. Ruini dijo entonces, quebrando la triste vigilia de la misa de la catedral romana: “El Papa ya ve y toca a Dios”.
Desde entonces, fuentes reservadas cercanas al Papa y sus asistentes más íntimos, han comenzado a difundir la versión de que el médico personal del Papa, el profesor Renato Bussonetti, habría dejado de suministrarle al Pontífice el pasado 5 de marzo la medicación que lo mantenía con vida desde hacía más de dos meses.
La orden habría expresa del Camarlengo de la Santa Iglesia Romana, el cardenal español Eduardo Martínez Somalo.
El mismo rumor concluye que la orden de Somalo, guardada en el más profundo secreto, habría respondido a dos posibles motivos. En primer lugar, ambos funcionarios podrían haber actuado en complicidad con otros miembros del ala dura del Vaticano a la que ellos pertenecen y en la que se destacan el controvertido cardenal Ruini y el muy influyente cardenal Tarcisio Bertone, arzobispo de Génova, -conocido últimamente por sus controvertidas declaraciones acerca del libro de ficción “El código Da Vinci” sobre del cual ha recomendado "No lo lean ni compren"- para quienes, la salud inestable y el diagnóstico impreciso de Juan Pablo II no hacían otra cosa que extender indefinidamente la acefalía del Vaticano, y facilitar la llegada al control de la Santa Sede de grupos opositores de corte más flexible. Así, Bertone y sus socios se habrían asegurado la muerte del Sumo Pontífice, como un modo de conservar el poder, garantizando paralelamente la asunción del mismo Bertone como futuro Papa, interés que ya se ha difundido sin coto alguno a través de la prensa mundial.
La otra versión, más “inocente”, indicaría que Somalo habría dejado de suministrarle al Papa su medicación como un modo de apresurar el final de lo que sería sin dudas una indefinida y dolorosa agonía. Esta postura, de confirmarse, cuestionaría claramente la rígida postura asumida por la Iglesia Católica y el mismo Juan Pablo II en contra de la aplicación de la eutanasia, que queda manifiesta sobre todo en 1991 a través de la encíclica Centesimus annus, de neto corte conservador.
Karol Josef Wojtyla, de 84 años de edad, sufría el mal de Parkinson desde el año 1992, sin embargo nos fue hasta trece años después, desde el 1 de febrero de este año, que el Vaticano comenzó a difundir que su estado de salud era definitivamente grave.
Víctima de una laringitis con espasmos que le provocó visibles problemas respiratorios, el Papa llegó a ser internado dos veces y por un total de 27 días en el hospital Gemelli. El jueves por la tarde sufrió un shock séptico que le propagó una infección por todo el organismo y el deterioro de su sistema cardiocirculatorio complicó aún más el cuadro.
La extraña seguridad que mostraron sus colaboradores acerca de la inevitabilidad del diagnóstico, mucho antes de que se difundiera la palabra definitiva de los médicos, fue el disparador de las primeras sospechas sobre la veracidad de las declaraciones del Vaticano.
"Amén", comentan que alcanzó a susurrar el ya ausente Wojtyla el sábado, pasadas las 9 y media de la noche, poco antes de exalar el último suspiro. Otros habrían dicho “Misión cumplida”.
P.D: Para el que pasé de leerselo básicáménté poné que el papa lo mataron, osea asésináron metiendole sulfato eclatonico via ultravenosa, para que no sufriéra y asi mórir mas o ménós bíen.
Saludos