Fernando, 35 años, arquitecto en paro. "Cuando hablan de 'los tíos', así, como si todos fuéramos uno, cuando tienen que criticar algo. Me pasó con una chica la primera vez que quedamos. Venía muy quemada con su jefe, con su becario, con su hermano... Nos puso al género masculino de vuelta y media. Sin matices. Ese agravio comparativo constante me corta el rollo".
Igor, 38 años, celador: "Si dice blogger, millenial, selfie, hipster, indie, cuñadismo, un poquito de por favor, digamelón... o anyway antes de dar una conclusión".
Pablo, 35 años, economista: "Era la primera cita con esa chica. Y, bueno, todo iba correcto. De repente, me voy al baño en un momento dado, y cuando vuelvo veo que me ha metido en un grupo de WhatsApp con todos sus amigos, unos 25. Me pareció un flagrante abuso de confianza".
Samuel, 40 años, modelo: "Que dé por hecho que voy a invitarla a todo. Me ha pasado en un par de ocasiones: cena, copas, discoteca, taxi. Ni una sola vez hizo el gesto de sacar la cartera o me dijo 'ya pago yo'. No hay que confundir ser educado con ser un gorrón".
José, 46 años, ordenanza: "Quedamos en una cafetería. Y cuando solo llevábamos unos 15 minutos, a mitad de los cafés, me dice: '¿Me acompañas a ver un piso que quiero alquilar?'. Me pareció intimidante y fuera de lugar. Fui, por educación, pero fue el principio del fin".
Pablo, 38 años, periodista: "No soporto que no sepan valorar la buena gastronomía. Ya empezamos mal desde la primera conversación por teléfono: '¿Dónde te apetece cenar?', le dije, y ella me respondió: 'En el Brillante' [típico bar de bocatas de calamares madrileño]. Pensé que era una ironía, pero no. Lo decía totalmente en serio. Obviamente la noche acabó muy pronto".
Borja, 37 años, comercial: "¿Por qué algunas se pintan tanto, especialmente en la primera cita? ¿No se dan cuenta de que una mujer, cuanto menos maquillaje, más atractiva? Una cosa es que se arreglen un poco, otra que se oculten bajo una capa de maquillaje".
Evaristo, 43 años, médico: "Que no respeten los tiempos. Me explico. Quedé con una chica por primera vez en una discoteca, la típica cita a ciegas que montó una amiga común. Nos tomamos un par de copas, nos besamos... Fui a pedir las terceras y, cuando llegué, me atrajo hacia ella violentamente y me susurró: 'Yo soy tu pared, y tú mi Black & Decker'. A muchos les puede sonar a peli porno. A mí me dejó muy frío. No era el momento: ¡nos acabábamos de conocer!".
Jaime, 32 años, responsable de comunicación: "Por favor: que se dejen a su ex en casa. En un par de ocasiones me he tenido que tragar interminables y encendidas parrafadas sobre lo mal que les ha ido en su relación anterior. Me daban ganas de decirle: 'No conozco a ese señor, no me importa lo más mínimo lo que le pase, yo he quedado contigo, no con él".
Raúl, comercial, 40 años: "Yo tenía veintipico años. Ella era perfecta: guapísima, lista, con conversación, ya se había emancipado y yo seguía viviendo con mis padres... Todo me producía admiración, no me creía mi suerte la primera vez que quedamos. Hasta que se rompió el encanto: empezó a contarme chistes... ¡Poniendo acento andaluz! Y eso que era de Zaragoza".
Luis, 29 años, periodista: "No soporto a la gente que entrecomilla algunas frases al hablar, así, doblando los dedos a la altura de la cabeza. Quedé con una chica para cenar y ¡zas! empezó a hacer ese gesto horrible una y otra vez".
Alejandro, 32 años, médico: "Que diga 'hablando en plata'... ¡Antes de todas las frases! Vamos a ver, no puede ser todo tan importante y trascendente que haya que decirlo "en plata", ¿no? Me pasó con una chica hace años. Quedamos sobre las ocho de la tarde, y nos despedimos a eso de las cinco de la mañana. Casi diez horas "hablándome en plata".
Martín, 31 años, en paro: "En mis primeras citas, siempre intento quedar para cenar, porque eso ya me dice mucho de la persona. Una vez quedé con una chica que cogía el tenedor como Tarzán su machete, así, con todo el puño. Y cada vez que hablaba, le veía hasta la campanilla, y todos los ingredientes de su primer plato, el segundo y el postre. Un número".
José, 35 años, profesor: "Si me mienten, la partida puede prolongarse un poco, pero está perdida de antemano. Me enrollé con una chica una noche en un bar, hablamos mucho, nos llevamos bien, me dijo que le encantaba el arte. La invité la semana siguiente a una exposición en el Reina Sofía... Y no paró de bostezar y mirar el whatsapp. Me escapé. Y borré su número".
Kiko, 24 años, estudiante: "Esto no fue una primera cita, pero sí un primer viaje, que es tan o más importante. Llevábamos saliendo un par de meses y la invité por sorpresa a un fin de semana a Venecia, porque sabía que no había estado. Todo iba perfecto hasta que llegamos al hotel y le preguntó al de recepción: '¿Sabe dónde está el Hard Rock?'. Pasé el fin de semana con esa frase martilleándome en la cabeza y, al poco de regresar, rompí con ella".
Mariano, 30 años, comercial: "Estábamos conociéndonos, con los preliminares, en un bar. Me comenta que nos hagamos un selfie y no veo problema. Al rato me dice: 'Mira, he colgado en Instagram nuestro selfie'. No me gustó. Por lo menos debería haberme pedido permiso".
Néstor, 41 años, abogado: "Que coma palomitas en el cine. ¿Hay mayor falta de respeto? El cine tiene que ser una experiencia que te meta de lleno en la película, sin nada que te distraiga, y las palomitas suenan y huelen".
Raúl, 36 años, diseñador web: "Que no coma palomitas en el cine. Y que me ponga mala cara si yo lo hago. Eso es de persona estirada. Y más si vamos a ver una peli comercial".
Marcos, 29 años, diseñador gráfico: "Que le huela el aliento. Sí, es una obviedad. Y muchas veces puede ser por mero despiste, a mí también me huele a veces. Pero si te pasa en la primera cita, el recuerdo maloliente es demoledor, abarca a todo lo demás, y normalmente la relación muere antes de empezar".
Víctor, 28 años, fotógrafo: "Que esté enganchada al móvil. Cuando quedas por primera vez y lo primero que hace al sentarse es colocar su móvil encima de la mesa. Es como tener en la mesa a un tercero que nunca ha sido invitado".
Eloi, 31 años, aparejador: "Que se sepa el nombre de todos los freaks que pasan por Sálvame. La conversación acaba antes de empezar".
Óscar, 36 años, analista de mercados: "Que solo hable de ella. Incluso cuando quiero contar algo sobre mí, la conversación siempre acaba en algo que le ha ocurrido a ella. Esto, el yoísmo, es algo que les pasa a muchas personas, y me revienta".
Álvaro, 41 años, galerista: "Que quiera a su perro sobre todas las cosas. Quedé con ella, y la noche fue muy bien: terminamos en su habitación. Pero dejó la puerta abierta. 'Es que si quiere entrar [nombre del can] no quiero que se ponga triste', dijo. Mientras estábamos acariciándonos, el perro entró, se subió a la cama, metió el hocico entre nuestros cuerpos. Se puso nerviosísimo y me vomitó encima de la tripa. Me levanté, me vestí, y me fui para no volver. Todo tiene un límite".
Mikel, 33 años, camarero: "Quedé por primera vez con una chica que terminaba mis frases todo el rato. No, eso nunca. Mis frases son mías".
Jon, 37 años, profesor: "Quedé con una chica para cenar. Después de la primera copa, ya me propuso ir a su casa. Yo estaba encantado. Compartía su piso con cuatro amigas. Cuando llegamos, todas estaban en el salón viendo una peli. Me hizo sentarme en una esquina del sofá, y se puso a ver la tele. Ellas me escrutaban y aquello me intimidó. Al rato me dijo: 'Vamos a la habitación'. A mí ya se me había cortado el rollo. Demasiados testigos. Todo era un poco artificial".
Andrés, 46 años, comercial: "Que se arregle mucho, hasta el punto de verse claramente que no está cómoda. Yo llegué con vaqueros y ropa cómoda. Ella llevaba una minifalda tan corta que le impedía moverse con naturalidad; y unos tacones vertiginosos. Hacíamos una pareja muy rara, la verdad. La cita no fluyó".
Manuel, 34 años, camarero y DJ: "Que sus primeras preguntas sean: '¿Tienes planes de futuro? ¿Dónde vives?'. Entiendo la curiosidad, pero hay muchas otras cosas interesantes que hablar antes sobre esas cosas".
Sergio, 29 años, organizador de eventos: "Me fastidia que cuando das dos besos no sean de verdad. Muchas personas ponen la cara y acabas golpeando los pómulos"
Alberto, 31 años, en paro: "Que use Tinder para ligar. A mí me gustan las chicas que van de cara desde el principio, que son capaces de dominar una situación en una barra de bar, como se ha hecho siempre. El problema es que yo también uso Tinder para ligar. Por eso, cada vez que quedo con una chica por Internet, tengo un montón de contradicciones mentales".
Pedro, 39 años, banquero: "Que la primera frase que me diga sea: 'Nunca antes he quedado con un chico nada más conocerle'. Ese tipo de justificación no pedida, de entrada, solo delata prejuicios. Conservadurismo mal llevado, vamos".
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