Ha sido una conmoción, un detonante, una catarsis colectiva. Aún no ha acabado la investigación de la paliza mortal que acabó con la vida de Samuel Luiz en A Coruña, pero el crimen ya ha hecho romper el silencio en la comunidad LGTBI sobre la violencia cotidiana que aún vive frente a la idea generalizada de que es cosa del pasado.
En una especie de 'MeToo' de la LGTBIfobia son muchos los testimonios que estos días salen a la luz. Historias que hablan de insultos, de miradas, de agresiones, de ocultar la 'pluma', desenredar las manos, cambiar de acera o estar alerta, y que tienen ecos en aquellos primeros "maricón" o "marimacho" de la infancia, cuando aprendieron, sin saber lo que significaba, que ser así, como eran, suponía un castigo.
"La homofobia es real, tu estás viendo que hay agresiones y piensas que te puede pasar a ti", dice Abraham. Si salgo de mi barrio me cuido de ponerme determinada ropa. Mi pluma es mi forma de permitirme ser y existir, le doy rienda suelta a algo que he escondido mucho tiempo, pero es penalizado porque se sale de la norma".
Con frases intimidatorias le dijo: "Tranquilo que esta piedra no es para ti, es para otro maricón, porque tú eres maricón ¿verdad? ¿Te gusta comer pollas? ¿Te gusta que te den por culo?".
Ander no denunció, no quería "de ninguna de las maneras" que se enteraran sus padres "por el sufrimiento que podía causar en ellos". Sí lo hizo Maribel, que en 2016 atendió a unos chicos que le pidieron tabaco en la madrileña plaza de Lavapiés y al abrir el bolso, tras insultarla, le propinaron varios golpes que la dejaron inconsciente.
Sobre el colectivo LGTBI, Ana ha pensado mucho estos días "en lo interiorizado que tenemos que en cualquier momento podemos ser objeto de violencias", lo que hace que "vivamos en un estado constante de alerta", explica. Ocurre, a su juicio, en casi cualquier ámbito, también en los puestos de trabajo, los centros educativos o los entornos familiares. "El cuerpo y la mente siempre en alerta, por si tienes que responder, si te tienes que callar, echar a correr...".
Y también el de "bollera" o "marimacho" la de muchas chicas. "La primera vez que me insultaron llamándomelo era una cría. Ahí ya te das cuenta de que estás en peligro. Luego han llegado otros: lesbiana hija de puta, qué asco das, lo que te hace falta es una buena polla...Los insultos son usados como disciplina", asegura Ana.
Según un reciente sondeo de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales (FRA), solo un 16% de las víctimas en España de algún ataque físico o sexual por motivo de su orientación sexual o identidad de género dan traslado del mismo. Entre las causas, la desconfianza en las instituciones, la vergüenza o el miedo a exponer quiénes son si aún no han salido del armario en su entorno.
El estudio es extraordinariamente detallado y arroja información sobre más de un centenar de cuestiones, entre ellas, la discriminación más cotidiana que en muchos casos pasa desapercibida. Así, seis de cada diez personas del total de la muestra que tiene pareja revela que "siempre" o "a menudo" evita darse la mano en público con alguien de su mismo sexo por miedo.
Fuente: https://www.eldiario.es/sociedad/personas-lgtbi-espana-publico-restaurantes_1_5964925.html
¡El 41% del colectivo asegura haber sufrido algún tipo de agresión en los últimos 12 meses! ¡¡¡El 41%!!! No son 4 casos aislados que hacen mucho ruido...
En España aproximadamente un 6,9% de la población forma parte del colectivo LGTB.
¿No os parece triste que 3,29 millones de compatriotas tengan miedo de darse la mano en público con la persona a la que quieren por miedo a insultos, humillaciones o agresiones físicas? ¿Es este un país del que estar orgullosos cuando en pleno siglo 21 sigue habiendo una gran parte de la población humillando a otros simplemente porque no son iguales a ellos?