Al principio es como todo, cuesta asumirlo. Pero llega un momento que lo aceptas. La realidad te golpea la cara. Será pasajero, pensabas. Pero a partir de un punto hasta le coges el truco, tiene gracia eso de hacerse la víctima. Hola, me llamo Mario y vivo en un país de mierda, ¿quieres jugar conmigo?.
Cuando eres un chaval te pasa de refilón, lo intuyes, pero no sabes muy bien de que va. Con IVA o sin IVA. Vas creciendo y piensas que bueno, que es normal, todo el mundo mira por si mismo, y en todos los países cuecen habas. Un concejal de urbanismo con un BMW no es para tanto. El caso, que te vas planteando desembarcar en la vida, como una persona normal, de bien, y no ves la manera de esquivar las hostias. Se pone cuesta arriba la cosa, ves que no cambia, que la pandereta está ahí, que es un mal endémico, aceptado y compartido por todos. “Es lo que hay”. Total, todos los políticos son iguales, nada va a cambiar, si yo estuviera arriba también lo haría, y el que no pilla cacho es que porque no puede y tonto el último. Todos lo harían y yo lo voy a hacer primero por si las moscas.
Ya piensas por ti mismo, y te das cuenta que es mejor no pensar. Poner la tele es un suplicio, y también informarse, apagándola. Lo cual es doblemente pesado porque sabes lo que hay aunque le hagas un quiebro. No es que las noticias sean malas, es que son normales, o lo aceptas o te pegas un tiro, inaguantable. Normalizas lo esperpéntico. El síndrome de Estocolmo cotidiano, ves normal a tu secuestrador y le vas cogiendo cariño. O eso, o lo matas. La aceptación por desesperación. La indignación constante. El atropello continuo. Barbaridad por barbaridad tras barbaridad. Y todos sonríen. Y tu te encabronas. Y todo sigue igual. Y nada cambia. Y mañana fútbol.
Te quedas con las anécdotas, jaja, y haces el chiste. Lo que se llama reírse por no llorar. Porque no puedes hacer nada, estás jodido, por lo menos te haces “el terrorista”, te plantas, te sientas, te ahostian, te echan la culpa, te insultan y ganan. Siempre ganan. Tienen el monopolio de la desvergüenza. Cogen la apisonadora y pasan de largo.
Te enchufas circo en vena. Yo que sé, enciendes los cuarenta, te haces una lobotomía y pones telecinco. Jaja, que bueno, que cosas tienen, ja. Votas cada cuatro años, te pones la camisa de ciudadano por un día, y vas a lo tuyo, molestando lo menos posible, porque te han ganado. Porque ellos están preparados y saben manejar las cosas. Eso o lucha continua, cabreo continuo, porque tu país te deprime.
A trescientas mentiras por día te consumen. Lo mismo estás loco. El otro día le enviaron una carta a un familiar, 42 años cotizados, y solo le piden un esfuerzo más, que arrime el hombro un poquito, que pague cuatro cafés. Sólo es disuasorio. El gratis total se tiene que acabar. Un gobierno que miente no tiene legitimidad, te contaron en la escuela. Tampoco uno que tapa las mentiras con más mentiras, que no da la cara, que gobierna por detrás. Trabajan para nosotros pero nos tienen miedo. Parece que le estén poniendo a uno continuamente a prueba a ver cuanto puede aguantar, a ver cuando salta, a ver cuando dice: ¿Pero de verdad no vamos a hacer nada? ¿Nunca? Nuestro deber contra los ataques y despropósitos es reaccionar, pero España nos deprime y no vamos a hacer nada. Todavía no has empezado y ya te han vencido.
El paro está cogiendo visos de tragedia. Tus estudios, tu carrera y tu máster te los vas a comer con patatas en un McDonals de Londres. El esfuerzo y las ganas van a ser pisoteadas por cuatro hijos de puta y millones de palmeros pasivos que van al son, riéndoles las gracias, tan o más culpables que ellos, tan o más cabrones que ellos. Eso de que te das cuenta que el problema no viene solo de arriba.
La prosperidad económica no fue acompañada de prosperidad social, de prosperidad mental. Había dinero e idiotas. Ahora solo quedan los idiotas. Idiotas y cobardes con miedo a hacer nada. Nos preocupaban menos las cosas porque nos iba bien. Ahora con el futuro manchado de negro no nos queda nada. Y con la mente abotargada, aturdida, envilecida y asustada las posibilidades de reacción tienden asintóticamente a cero.
Suerte con lo que nos queda.
Fuente: http://perdidoeneldesierto.es/espana-me-deprime/
Me he encontrado este artículo, que ya tiene unos meses de antigüedad y la verdad es que me he sentido muy identificado. ¿Qué opinais?