Para el que se aburra y le guste leer.
España a merced de los miserables (Ismael Medina)
¿ QUÉ es realmente José Luís Rodríguez Zapatero: un incauto, un descerebrado, un zascandil, un alucinado, un utopista, un mentecato, un payaso, un tahúr, un buhonero, un mitómano, un paranoico, un miserable o todo a la vez? La pregunta no es de mi cosecha. Resume las que he escuchado dentro y fuera de España. Y las que se hacen multitud de columnistas extranjeros y proliferan en cancillerías de medio mundo. Nada de extraño encierra que haya corrido como la pólvora y desbordado fronteras el SMS que nada tenía de chiste y mucho de aguda píldora editorial: "Zapatero entró por Atocha y saldrá por Barajas".
Rodríguez, en efecto, accedió a la presidencia del gobierno sobre la sangre derramada el 11 de marzo de 2004 y su sórdido e ilícito aprovechamiento electoral por las huestes de Pérez Rubalcaba. "Por accidente", que sentenció "The Washington Post". Y saltando de accidente a accidente, igual que si la política fuera un perverso trasunto del juego de la oca, encaja el brutal atentado de la T-4 de Barajas como si se tratara de una mero y ocasional "accidente".
Uno de sus visitantes a la Moncloa dijo con asombro que Rodríguez era el español mejor informado. Y debería ser cierto puesto que tiene en sus manos todos los canales de los servicios estatales de información. Rodríguez, a fuer de bien informado, conoce de sobra cómo y por qué accedió al poder cuando hasta la misma víspera de la matanza se lo negaban las encuestas. Y ahora, por supuesto, la trastienda política del atentado de la T-4. Razón suficiente para presumir que no le ha desconcertado, salvo en lo que se refiere a la muerte "accidental" de dos inmigrantes ecuatorianos, y que por eso mismo dejó retóricamente en suspenso el chalaneo con el terrorismo y no está dispuesto a salir por Barajas sino a su aprovechamiento para el logro de los objetivos a los que se debe.
LA ESQUIZOFRENIA DEL TERROR Y LA ESQUIZOFRENIA DE LA CLAUDICACION
El general Cassinello pronunció un sonada conferencia cuando todavía era coronel y ETA actuaba con insistente fruición criminal. Habló de la esquizofrenia del terror. Convendría desempolvarla. No se entenderá bien el talante de los terroristas sin situarlos en el marco psiquiátrico de una suerte de esquizofrenia asesina a la que sirven de pantalla obsesivas formulaciones políticas. El terrorismo no difiere esencialmente de otras formas mafiosas del crimen organizado. Los terroristas son difícilmente regenerables, salvo muy contadas excepciones en las que no deciden mecanismos sociales de reeducación sino la muy personal interiorización crítica de sus comportamientos y de las causas que les condujeron a seguir ese camino. Y es frecuente en tales casos que se conviertan en activos defensores de la sociedad agredida. Caso distinto es el de aquellos que, sea por edad o estar "quemados", dejan de ser útiles para la comisión de atentados y se transforman en agentes políticos de cobertura. Abundan en el ámbito batasuno y la figura de Otegui es paradigmática.
Frente al terrorismo sólo caben dos opciones razonables: acorralarlo hasta el punto de forzarle a levantar los brazos y entregar las armas; o aniquilarlo sin piedad. Todo lo que no sea así implica responder a la esquizofrenia del terror con la esquizofrenia de la claudicación. Y en una pugna de tal índole siempre gana la esquizofrenia del terror. Más aún cuando cuenta con la cobertura de un partido político nacionalista del que depende en buena parte la estabilidad parlamentaria del gobierno Rodríguez. Me refiero obviamente al PNV. Hemos asistido a un intento insidioso de equiparar a Batasuna con el Sinn Fein y a ETA con el IRA para justificar la esquizofrénica negociación con el terrorismo emprendida por Rodríguez. Pero existe una diferencia fundamental, además de que el Ulster es para Irlanda lo que hasta la llegada al poder del P(SOE) fue para nosotros Gibraltar: Batasuna es el brazo político de ETA. Y algo más: el papel del Sinn Fein corresponde en España al PNV. EA es una hijuela del PNV y de Batasuna , amén de los restantes grupúsculos ocasionales del extremismo nacionalista. El PSE de López se ha convertido en el mamporrero de la coalición PNV-PSOE para el logro de una ficción de paz con el terrorismo de la que España será la gran perdedora. Lo denuncia la insobornable Rosa Díez en el artículo "Organizar la coartada": "Empiezo a temer que lo que el PSOE está generando es eso que los nacionalistas y los defensores del "final dialogado"· llaman la "unidad de los partidos". Una unidad para la que resulta básica la relación con el PNV".
Aleccionaba Mao que la guerrilla necesita nadar como el pez en el agua para ganar. Quitarle el agua configura una exigencia básica para acabar con el terrorismo. Y el agua para el terrorismo etarra es el nacionalismo vascongado que capitanea el PNV, al que se suman el catalán y el gallego, amén del PSE. Pero el agua se ha hecho oceánica merced a la inmersión de la Justicia, de los cuerpos de Seguridad del Estado y de otras vitales instituciones en la esquizofrenia rodriguezca de la negociación a cualquier precio. No sólo ha prostituido Rodríguez una democracia que nació viciada. Ha convertido la vida política y el entramado institucional del Estado en orgía de miserables en forma acorde con las cuatro acepciones del diccionario de la RAE: "Desdichado, infeliz. Abatido, sin valor ni fuerza. Mezquino. Perverso, abyecto, canalla". Que cada cual las atribuya a unos u otros.
UN PRESIDENTE DE GOBIERNO SECUESTRADO
"El presidente del Gobierno de España se ha convertido en el rehén político de una organización terrorista", escribía el Grupo de Estudios Estratégicos al comentar la "patética respuesta" de Rodríguez tras el atentado de la T-4. Y concluía "Zapatero dará a los terroristas todo cuanto le pidan con tal de intentar salvar su vida política". Y Charo Zarzalejos sugería que el instrumento del chantaje que utiliza ETA lo constituyen las actas de las conversaciones mantenidas con los intermediarios socialistas: "Se abre, efectivamente un paréntesis, que ETA cerrará, esta vez sí, con un comunicado, hará públicas sus actas -que las tiene- y matará. Con bombas o con ampollas de mercurio, pero matará". También Raúl del Pozo advertía que Rodríguez es prisionero de ETA. No me parece, sin embargo, que sean las actas el principal instrumento del chantaje. Es de sobra conocido, por activa o pasiva, lo que Rodríguez ofreció a los terroristas para la simulación de la paz mediante un "alto el fuego permanente". Poco más de lo sabido mostraría la divulgación de las actas. Salvo que en tales encuentros amenazara Ternera, el muy protegido plenipotenciario de la banda, con algo más comprometedor para Rodríguez y el PSOE. Una bomba política con muy superior capacidad explosiva que la de Barajas.
Estaba embebido en estas reflexiones mientras volvía en avión de una prolongada estancia en Inglaterra, causa de las últimas semanas de silencio, y me vino a la memoria un pasaje del muy ilustrativo libro "Mi 23-F. Historia de un maletín", de Gil Sánchez-Valiente (Ed. Imaginediciones), que me había llevado como interesada lectura vacacional. Me refiero a la parte en que relata lo concerniente a la entrevistas que, a instancias de Felipe González, manutuvieron Enrique Múgica, Juan Raventós y el alcalde Antonio Ciurana con el general Alfonso Armada "para explorar su talante de cara a la prevista eventualidad de que un militar hubiese de presidir un próximo gobierno de coalición". Anota a pie de página, al hilo de la evolución de Múgica y de la "incomprensible mansedumbre ante la banda asesina etarra" de sus correligionario socialistas: "O quizás no tan alegremente. ¿Se imaginan el daño que Yosu Ternera puede infligir al Gobierno socialista con sólo insinuar que ETA sí tuvo que ver con el 11-M? Ello aunque fuese mentira. Y, desde luego, con mucho más impacto si revelase algún dato que lo probase".
Gil Sánchez-Valiente, profesional avezado en su día de los servicios de información y de la lucha contraterrorista, propone la interrogante como una eventualidad equivalente a la explorada cerca del general Armada, de la máxima confianza del monarca, por los enviados de Felipe González. Pero las investigaciones y revelaciones de "El Mundo" y las muy minuciosas de Luís del Pino en "Libertad Digital" apuntan en esa misma dirección. Sospechas avaladas por una llamativa concatenación de hechos, por las contradicciones y vacíos en el sumario del juez del Olmo, por el apresuramiento del gobierno Rodríguez en promover a puestos claves de los órganos de Seguridad del Estado a quienes, anteriormente fieles a Vera, contribuyeron con sus informes a equivocar al gobierno Aznar en aquella macabra jornada y por el desmesurado esfuerzo del ministerio de Interior socialista en la ocultación o desvirtuación de pruebas. Y de la Fiscalía General del Estado en adecuar la acción de la Justicia a las exigencias políticas de la negociación con el terrorismo exigidas por Rodríguez. Puro y duro totalitarismo neomarxista.
UN CONTUBERNIO QUE VIENE DE LEJOS
Parece demostrado que las primeras exploraciones cerca de ETA para conocer su disposición para un "pacto de paz" las inició Rodríguez a poco de ser elegido secretario general del P(SOE). Y que la tarea la encomendó desde un principio a Eguiguren, el cual se ha convertido en su hombre de confianza para todo lo concerniente a la capitulación. Hasta el punto de que en la fatídica mañana del atentado de Barajas, cuando Rodríguez estaba hundido y desorientado, fue Eguiguren quien impuso su criterio de salvar la cara con eufemismos, no dar por rota la negociación y marear la perdiz hasta marzo, mientras se persuadía a ETA de aceptar el juego y no crearle nuevos problemas a Rodríguez, siempre predispuesto a cumplir los compromisos contraídos. Compromisos, insisto, que ya fueron esbozados durante los primeros contactos, anteriores al "trágico accidente" de los trenes de Atocha.
Las dos polémicas manifestaciones convocadas por Ibarreche en Bilbao y por los mamporreros ugetistas del P(SOE) en Madrid constituyen una demostración incontestable de que Rodríguez ha seguido el consejo de Eguiguren de no romper la negociación con los terroristas. El lema "por la paz", prevalente en ambas manifestaciones, evidencia que las amenazas contenidas en el comunicado de ETA han surtido efecto.
¿Qué paz? Dada la supina ignorancia de Rodríguez, mero portador de tópicos prestados y no digeridos, dudo mucho que haya leído a Gramsci. Pero sus eufemismos y los de sus más cercanos cipayos son la consecuencia de la teoría gramsciana sobre la corrupción conceptual del lenguaje como pieza esencial de la estrategia revolucionaria: conseguir que el pueblo y sus clases dirigentes asuman que los vocablos fundamentales sobre los que se asienta la libertad de una sociedad signifiquen lo contrario a su verdadera entidad.
Para que cunda y se acentúe en las gentes una agónica demanda de falsa paz es necesario exagerar hasta el extremo el miedo de la comunidad. Y precisamente a esa estrategia respondía el atentado de Barajas. No perseguía ETA presionar aún más a Rodríguez para acelerar la claudicación del Estado. Buscaba proporcionarle la coartada a que se refería Rosa Díez. No ponerle muertos a Rodríguez sobre la mesa, sino realizar una demostración espectacular de fuerza que sirviera a Rodríguez para exacerbar el miedo en la sociedad y movilizarla en pos de una demanda angustiada de paz favorable a la negociación. Pero bajo los escombros quedaron los cadáveres de dos inmigrantes ecuatorianos y la cantinela rodriguezca de tres años sin muertos quedó burlada por el destino. Por un "trágico accidente" imprevisto para los negociadores. La lectura entre líneas del muy meditado comunicado de ETA pone de manifiesto que su amenaza de intensificar los atentados no iba dirigida contra Rodríguez. Se encaminada a amedrentar a la sociedad y favorecer la falsa prédica de Rodríguez y sus coaligados nacionalistas por la paz. Esa misma a la que responden las manifestaciones convocadas para el próximo sábado y a las se sumaba Batasuna, siempre acorde con la esquizofrenia del terror y la esquizofrenia de la negociación.
A Rodríguez le falta coraje para evadirse de la prisión de los compromisos adquiridos, los cuales no sólo son los contraídos con los terroristas ni con el independentismo catalanista, en cuyo ámbito el PSC cumple una función análoga a la del PSE y ERC, los equivalentes catalanistas del PSE y Batasuna. Existe una fuerza oculta a la que interesa sobremanera romper la unidad de España y diluir su conciencia histórica. Una venganza que viene de lejos y de cuya estrategia forman parte inseparable el estatuto catalán, la avenencia con el independentismo radical de Ibarreche, el proyecto de ley de "memoria histórica" como supuesto dialéctico para el retorno a la III República frentepopulista y la Alianza de Civilizaciones, inherente a la neomusulmanización de España. No conviene obviar en este ámbito conspiratorio que los comilitones neomarxistas iberoamericanos de Rodríguez compadrean con el fundamentalismo islámico iraní y que Chávez, el cacique rojo de un fraudulento bolivarismo, se sumó con entusiasmo a la Alianza de Civilizaciones.
EL NEOMARXISMO FRENTEPOPULISTA PODRÍA SUSTITUIR A RODRIGUEZ PERO NO DEJARA QUE SE LE ESCAPE EL PODER
Si de algo está persuadido Rodríguez, pese a sus múltiples carencias, es saberse imprescindible para llevar adelante desde el gobierno la estrategia de descomposición de España y que para su cumplimiento accedió al poder "por accidente". Más que a los muertos que el terrorismo pueda ponerle sobre la mesa teme Rodríguez a que el poder que mueve los hilos desde detrás de la bambalinas le encuentre un sustituto idóneo mediante una revuelta en el interior del P(SOE). Al cambio en la titularidad de la presidencia del gobierno sin una convocatoria anticipada de elecciones generales que en las actuales circunstancias sería contraproducente, pese a que un triunfo del PP tampoco sería resolutivo ya que difícilmente alcanzaría la mayoría absoluta y se encontraría ante el dilema que afrontó la CEDA en 1933.
Juan José Primo Jurado, un agudo columnista cordobés, recogía de The New York Times" en "Fuera Zapatero" (ABC. Edición de Córdoba, 03.02.2007) que al periódico norteamericano sorprende que una parte de la opinión pública respalde todavía a Rodríguez y que la reciente historia política de España evidencie que "los gobiernos españoles son difíciles de sacar del poder en ausencia de grandes crisis o escándalos". Pero las grandes crisis y escándalos que en otro tiempo provocaban la caída de los gobiernos quedan hoy atenuadas o falsificadas cuando el poder controla los medios de comunicación más influyentes y la oposición, en el caso actual sólo la del PP, no acierta a escapar de la malversación conceptual gramsciana y acepta debatir en el minado campo dialéctico del neofrentpopulismo. Admitir, por ejemplo, que se dirime la "unidad de los demócratas", en vez de la unidad de España y de su ser histórico, conduce a una estrategia perdedora. Rajoy debería denunciar que cualquier atisbo de democracia ha sido sustituida por un insidioso totalitarismo neomarxista y que la riada estatutaria estimulada por el estatuto de la "nación catalana" sólo contribuye a favorecer la conspiración contra España que se vale de Rodríguez y del P(SOE). Y a la definitiva voladura de cualquier atisbo racional de democracia.
Las más recientes encuestas de opinión respaldan la extrañeza de "The New York Times". Para cualquier observador ajeno a la espiral esquizofrénica en que nos debatimos resulta difícil de asimilar que la tremenda crisis y el descomunal escándalo de la claudicación del Estado ante ETA, con todos sus perversos añadidos, sólo haya servido para una contracción reducida de las posibilidades electorales del P(SOE) y una leve mejoría porcentual para las del PP. A una sociedad anestesiada como la nuestra, capaz de comulgar con las ruedas de molino frentepopulistas, sólo la sacarán del sopor una quiebra económica que afecte a los bolsillos de la mayoría o una replica radical al contubernio que haga saltar del poder la banda neomarxista de la falsificación de la democracia, de la paz, de las pluralidades nacionales y de la procaz fanfarria del multiculturalismo. Además de una revisión a fondo de su estrategia el PP precisaría el apoyo de un quintacoluminismo político y operativo que hiciera frente al contubernio en sus propios feudos.