España pierde 277.560 rumanos en diez años, la diáspora huye del país: "Ya no compensa vivir aquí"
Daniela, unos 40 años, estatura media, pelo negro azabache a la altura de los hombros, acaba de facturar su maleta para el vuelo a Bucarest (Rumanía) de la compañía Tarom en la T-1 del aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas. Dice que se va por un "tema personal", que volverá "en un tiempo", aunque enarca las cejas y ladea la cabeza al decirlo, como si no las tuviera todas consigo.
Ni ella ni la amiga que la acompaña, Daniela, tienen claro el futuro en nuestro país: "Es que se ha vuelto muy caro vivir aquí, ya no compensa".
"Antes era más fácil encontrar trabajo, y ahora con los ERTE te contratan unos meses en hostelería, te dan 800 euros por jornada completa, y luego te mandan a freír espárragos. Eso, si te hacen contrato. Con los ERTE se aprovechan muchísimo", explica Daniela, que no descarta seguir los pasos de su hermana Adina.
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El viaje de retorno de Adina no es algo excepcional, sino habitual en los últimos años entre la población rumana, que llegó a ser la mayor comunidad extranjera en nuestro país en el año 2012.
Aquel año había 833.764 rumanos censados, aunque su número seguramente que superaba el millón, ya que había cientos de miles más que no estaban registrados y trabajaban en negro.
Desde aquel año, sin embargo, la población ha ido disminuyendo paulatinamente. Según los datos del INE, quedan en nuestro país poco más de medio millón (556.204 en concreto) de rumanos: es decir, hay 277.560 menos una década después.
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La bajada de la población rumana se empieza a hacer notable en determinados sectores profesionales, como la construcción o la agricultura, donde son trabajadores muy valorados.
"Cada vez es más difícil encontrar oficiales de primera de mi país", aprecia Basilio Lakatus, un rumano que tiene una empresa de reforma de viviendas, y que no termina de entender este pinchazo demográfico: "Yo tengo amigos que se han vuelto, pero las cosas en mi país tampoco están mucho mejor, creo que es por la incertidumbre".
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Antonio M. es encargado de una empresa productora de frutas y hortalizas del norte de España y también echa ya en falta la mano de obra rumana para las campañas de recogida, que suelen prolongarse durante temporadas de tres meses. Su empresa suele funcionar a través de una agencia en Rumanía: "Igual ahora ponemos autobuses en origen para unas 120 personas que se han comprometido a venir y te vienen al final 90".
"GANAN MÁS EN SU PAÍS"
Como muchas empresas del sector, están supliendo a los trabajadores rumanos con más mano de obra de países subsaharianos, Marruecos o de zonas rurales de Ecuador y Colombia, países estos últimos con los que el Gobierno español ha permitido la contratación en origen recientemente. "No son tan buenos trabajadores como los rumanos, que son unos fieras".
En su empresa pagan 1.500 euros brutos al mes por cinco jornadas y media a la semana, con entre ocho y diez horas de trabajo al día. Les dan además hospedaje en casas compartidas por varios empleados. "Son las mismas condiciones que las de los españoles, pero ya no vienen como antes. Ahora ganan más en su país y se genera más trabajo, y cada vez son mas exigentes con las condiciones laborales. Ya no les gusta compartir casas con otras personas que no conocen de nada".
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La tendencia es común a todo el campo español. "Las rumanas jóvenes ya no quieren venir a la campaña de fresa en Huelva, están yendo a Italia y Alemania, que está más cerca de su país y económicamente les repercute menos", añade Manuel Piedra, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) en Andalucía.
"Antes venían 23.000; ahora bastantes menos; ya no hay relevo generacional", añade Piedra, que señala que en Huelva los trabajadores de la recogida cobran 49,50 euros brutos al día por seis horas y media de trabajo, un sueldo muy superior al que cobran en su país de origen.