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El problema no es que estén relativamente seguros de que es culpable, sino que lo han culpado injustamente únicamente porque Pablo Ibar se parecía al tipo al que se le ve la cara en una grabación de una cámara del apartamento donde se llevó a cabo el crimen. Eso, junto a las declaraciones de un testigo sobornado que dijo que vio a Ibar cerca del lugar del crimen, y algunas que otras coincidencias más (por ejemplo, que Ibar fuera un delincuente común, que hubiera tenido un arma del mismo tipo que con las que se perpretó el asesinato y que las huellas de las zapatillas del criminal coincidiesen con el modelo de zapatillas que usaba) bastó para condenarlo a pena de muerte.
Pero la realidad les dio una buena bofetada tanto al inspector de policía que ya creía haber resuelto el caso de su vida, como a los jueces y fiscales: de la multitud de residuos (tales como huellas, pelos, restos de ADN en general) que se tomaron de la escena del crimen, ninguno coincidía con los de Pablo Ibar. Y, para colmo, la supuesta camiseta con la que se ve limpiándose la cara al asesino en los vídeos y que fue hallada en las inmediaciones, tampoco albergaba originalmente ningún rastro de ADN de Ibar. Solo con el tiempo, y tras realizar una cantidad ingente de análisis, se obtuvo restos de ADN de Ibar en la camiseta, muy probablemente debido a que el material ya estaba contaminado.
En cuanto a la coincidencia del arma, ya se ha demostrado que Ibar no mentía cuando declaró que vendió el arma meses antes de que tuviese lugar el asesinato. Los investigadores lo comprobaron con el comprador al que se la había vendido y, además, las pruebas balísticas indicaron que tal arma no se había disparado nunca.
Todo cuanto tiene "legalmente" la Justicia de EEUU es un vídeo de una calidad que no llega ni a los 144p. y la multitud de pruebas falsificadas que han ido preparando para sostener la tremenda pifia que han hecho y justificar que una persona inocente se haya pasado más de 20 años en prisión, varios de ellos en el corredor de la muerte. Si Ibar saliera libre, rodarían cabezas y el sistema quedaría, aún más, en entredicho.
Pero yo estoy seguro de que, al final, Pablo Ibar saldrá libre de prisión. Su inocencia, al menos en este caso, es innegable. Las pruebas que han ido apareciendo ya no solo es que no sean definitivas, sino que lo excluyen. Cada vez salen a relucir las prácticas abusivas e inquisitoriales del juzgado, que, por ejemplo, no ha hecho sino persuadir y aislar al jurado popular, impidiéndoles hablar del caso si no es en presencia de las autoridades.
En fin, quien quiera seguir con la venda en los ojos puede hacerlo. Pero cualquiera el día de mañana podría estar en el pellejo de Pablo Ibar, enfrentándose al despotismo de un Estado que prefiere callar para mantener las piezas que lo componen intactas. Hasta el jurado popular está dudando y sabe de sobra que Ibar no es culpable. La razón no puede ser acallada en el fondo del pensamiento, pues brota incontenible hacia la superficie, inundándolo todo.