Hoy, a raíz de la relectura de un interesante artículo publicado en la revista digital Jot Down hace ya algún tiempo, me he puesto a cavilar acerca de esta manida cuestión que además tuve la oportunidad de discutir largo y tendido la semana pasada con una buena amiga.
Si bien ella defendía la existencia de una especie de alma gemela para la cual estamos destinados, mis argumentos se basaban en que somos perfectamente compatibles con mucha de la gente que nos rodea, es decir, podemos llegar a sentir de manera muy intensa hacia cualquiera, sólo que es menos probable que esa persona sienta del mismo modo respecto a nosotros. Es en este punto donde se producen los desengaños. Estamos programados para disfrutar del sexo y sentir mucho por muchos precisamente porque somos animales y la supervivencia de nuestra especie se basa en la reproducción sexual. Es nuestra parte racional la que, en cada uno, trata con estas sensaciones de un modo u otro otorgándoles mayor o menor profundidad, pero no creo que estemos especialmente hechos para una persona en concreto por mucho que ciertas personas digan que sí. No hablemos ya de la dificultad que presenta mantener una relación viva y a la misma intensidad durante mucho tiempo. Al final lo que queda es sencillamente cariño, costumbre o incluso tedio.
¿Qué opinan los mediavideros?