Pongo a disposición de todo aquel que le interese este magnifico relato, en el que se nos expone de una forma amena todos los pasos e ingredientes necesarios para convertirse en una Nación con Derechos Historicos.
Aviso, todo parecido con la realidad es pura coincidencia.
"El cuento de los derechos históricos
Por Victorino Mayoral
El señorío de Medina de Alagón había tenido un rico pasado histórico, pero sus castillos estaban arruinados y los escasos y pobres habitantes apenas guardaban una vaga idea de las viejas leyes y costumbres. Sin embargo, todo aquello cambió. Los municipios del señorío tuvieron durante el siglo XII un crecimiento económico, técnico y demográfico espectacular. De 30.000 habitantes pasaron a 500.000, debido en gran parte a las migraciones originadas por el universal proceso de globalización. El medio rural había desaparecido y en su lugar surgieron nuevas ciudades, urbanizaciones, polígonos industriales, autovías, etcétera. Pese a que la cultura general de los ciudadanos del Señorío era, como en todas partes, superficial, televisiva y consumista, subsistieron ciertas costumbres basadas en supersticiones localistas y la difusa percepción de que en aquel territorio existió antiguamente un centro de poder hegemónico de carácter económico y militar sobre los territorios vecinos, regido por un fuero medieval, que sus primeros habitantes habían pactado, con sus libertades y franquicias, directamente con el rey, sin ningún tipo de intermediación o subordinación a otros poderes políticos.
Mucho se había escrito por cronistas oficiales, literatos, poetas novelistas y otros intelectuales oriundos y enamorados de Medina de Alagón sobre su glorioso pasado, sus costumbres, fueros, antiguos habitantes y sobre los elementos de identidad diferencial que aún eran visibles en el folclore, en el lenguaje, en ciertos vestigios étnicos, así como en las viejas leyendas. Pero fue en la Universidad recientemente creada en el Señorío de Medina de Alagón, donde se desarrolló un ambicioso proyecto de investigación histórica pluridisciplinar, que demostró con métodos científicos la veracidad incontestable de aquello que habían soñado los creadores literarios de la anterior generación, es decir, las singularidades identitarias existentes en todos los órdenes, incluso en el lingüístico, aunque el habla ancestral del Señorío hacía ya incontables años que había desaparecido. Efectivamente, las investigaciones sobre Historia del Derecho y las arqueológicas demostraron que el Señorío nunca había pertenecido a ninguno de los antiguos Reinos existentes en la península Ibérica, y se había vinculado directamente con la Corona mediante un pacto reflejado en el fuero, si bien éste ya hacía más de 500 años que había perdido su vigencia.
Una vez que la concepción romántica sobre la antigua Medina dio paso a la demostración científica de los hechos diferenciales que hizo la Universidad, la traslación de tales ideas al campo de la política se realizó imperceptiblemente pero de forma rápida.Algunos políticos se dieron cuenta de inmediato de que si se pudiese restaurar aquel viejo legado perdido del Derecho Foral, se podrían recrear nuevas instituciones políticas, más autónomas que la existente Mancomunidad de Municipios, y que, obviamente, estarían gobernadas, controladas y administradas por la clase política local, que hasta la fecha siempre había ocupado un papel subordinado respecto a los políticos de la capital del Reino.Pensaron que la reivindicación de sus viejos fueros, que algunos comenzaron a reclamar como parte de los derechos históricos de Medina de Alagón y de sus habitantes, podría convertirse en un excelente argumento para exigir a los poderes del Reino un trato especial y más beneficioso para el territorio en materia de inversiones en infraestructuras y servicios, así como en subvenciones y exenciones fiscales. Además imaginaron que el Estado tenía una deuda histórica con el Señorío adquirida durante cientos de años de subordinación y exacciones abusivas practicadas de siempre por el poder centralista a lo largo de los diferentes regímenes políticos conocidos.
A partir de entonces se fue creando el sentimiento de que muchas cosas deberían cambiar para que los habitantes del Señorío de Medina de Alagón se sintieran cómodos dentro del reino. Los poderes económicos, financieros, mercantiles y gremiales comprendieron que el nuevo planteamiento que comenzaban a elaborar los políticos les interesaba mucho, porque les podría beneficiar económicamente y facilitarles la fase de expansión en la que se encontraban la mayor parte de sus negocios. Se trataba, por tanto, en primer lugar, de conseguir un aumento de las inversiones públicas del reino y, después, lograr que las aportaciones del Estado fuesen superiores al montante de los impuestos que se pagaban en el territorio.
Algunos pensaban también que sería preciso establecer un acuerdo jurídico con el Estado para que, si fuera posible, se garantizase la existencia de un límite fiscal, que no pudiese ser sobrepasado, en lo relativo a la suma total de los impuestos que se pagaban en el territorio. ¿Quién podía negar ya, después de las investigaciones históricas de la Universidad, que tales limitaciones y exenciones tributarias no habían sido también pactadas en su día entre los antiguos habitantes de Medina de Alagón y el rey, y reflejadas en el Fuero, que era en realidad la base y el precedente de unos derechos históricos que en verdad era preciso reclamar por todos los habitantes del Señorío?
La confluencia de intereses políticos y económicos pudo verificarse cuando se convocaron las siguientes elecciones municipales. Dos partidos políticos regionalistas, bien apoyados por los sectores más prósperos social y económicamente, uno de orientación derechista y otro de orientación izquierdista, saltaron al escenario electoral defendiendo el hecho diferencial del Señorío, sus derechos históricos y la deuda histórica que debería ser pagada por el Estado. Tales partidos consiguieron un número sustancial de votos, pero no la mayoría absoluta.
A partir de aquel momento la política en Medina de Alagón sufrió un giro espectacular en lo que se refiere a los objetivos políticos de preocupación central y a las reivindicaciones prioritarias que se plantearon y monopolizaron el debate. Durante muchos años la discusión fundamental ya no fue la construcción de más hospitales y escuelas, ni la elevación del nivel cultural de la población, ni la subida de las pensiones, ni el desempleo ni la creación de nuevos puestos de trabajo, sino el afianzamiento de la identidad singular del territorio, la recuperación de sus costumbres, fueros, instituciones e incluso el habla alto medieval. De debate en debate, la efervescencia política de los partidos medinistas, de sus seguidores y sus demandas fueron creciendo de modo incontenible e ilimitado hasta plantear, amparándose en el fuero del siglo XIII, la idea de recuperar la soberanía originaria del Señorío y su relación bilateral con la Corona, que por derecho histórico les pertenecía, pues al fin y al cabo, ahora como antaño, todo ello podía fundamentarse en un derecho de autodeterminación, que ninguna Constitución podía dar por prescrito.
Cuando entre las ciudades que antiguamente se habían regido por fueros propios, aprobados casi sin excepción en la Edad Media, se conoció el caso de Medina de Alagón, muchos se lanzaron a pedir la restauración de sus antiguas leyes, considerando que sus casos eran similares al del Señorío. La clase política defensora de tales particularismos y derechos históricos consiguió convencer a una parte de la ciudadanía de que al fin y al cabo, el Derecho Foral medieval amparaba los hechos diferenciales de cada ciudad o territorio, sus privilegios y libertades de una manera mucho mejor, y servía para promover el desarrollo económico, la riqueza, las mejores infraestructuras y servicios y el bienestar de los habitantes de cada ciudad. En consecuencia se pensaba que los derechos históricos podrían proteger mejor los intereses específicos de un territorio que la propia Constitución existente y sus respectivas leyes orgánicas de desarrollo, que en realidad se inspiraban en principios unificadores y uniformizadores, antiguos y de origen francés que hasta entonces habían estado de moda. La libertad, la igualdad y la fraternidad, los hechos habían demostrado que eran ineficaces e insuficientes para conseguir hacer triunfar los propios intereses. Como había dicho el regidor de uno de aquellos territorios, famoso por reclamar siempre un trato diferente y rechazar el «café para todos», la trilogía democrática clásica heredada de la Revolución Francesa debería ser enmendada, ya que el principio de igualdad en realidad no era tan importante como el de la diversidad que, según su criterio, era el más decisivo de los tres."
Victorino Mayoral es diputado del PSOE en el Congreso