El Aquarius es un ejemplo de cómo una buena idea, si se pone en marcha sin reflexionar, puede volverse en contra de quien la toma. Cuando Pedro Sánchez anunció a bombo y platillo que iba a acoger el barco aún no era del todo consciente de la patata caliente que le había dejado el Gobierno del PP: siete años de inacción migratoria y un cambio de tendencia en las llegadas de pateras que ya se evidenciaba desde 2017 y que tenía que haber activado las alarmas.
El Aquarius es un ejemplo de cómo una buena idea, si se pone en marcha sin reflexionar, puede volverse en contra de quien la toma. Cuando Pedro Sánchez anunció a bombo y platillo que iba a acoger el barco aún no era del todo consciente de la patata caliente que le había dejado el Gobierno del PP: siete años de inacción migratoria y un cambio de tendencia en las llegadas de pateras que ya se evidenciaba desde 2017 y que tenía que haber activado las alarmas.
Pero era mucho más atractivo presentar España como el único puerto seguro de la UE. Y anunciar la retirada de las concertinas. Y devolver la sanidad universal a los inmigrantes sin papeles. ¿Quién con un poco de corazón puede oponerse? Lo que ocurre es que los gestos coinciden con un momento en el que las entradas de inmigrantes por el Estrecho se han disparado un 125%, sin recursos ni estrategia para atenderlos en unas condiciones mínimamente dignas.
Y ahí es cuando todo el mundo ha empezado a protestar: los ayuntamientos y la Junta de Andalucía porque no tienen medios y sienten que todo se carga sobre ellos; Marruecos porque no entiende por qué España le insta a blindar sus fronteras y luego se trae a inmigrantes por su propia voluntad; los propios tripulantes del Open Arms, que pidieron ir al puerto más cercano pero sufrieron tres días de retraso porque el Gobierno quería centralizar la acogida en Algeciras. Hasta el comisario europeo de Migración, Dimitris Avramopoulos, nos ha dado un toque.
Entonces, el Gobierno que hace dos meses "intentó ser una gran foto del espíritu solidario", en palabras de Carmen Calvo, ha empezado a dar marcha atrás. Ha reconocido la "emergencia" ante la "llegada masiva", palabras políticamente incorrectas empleadas por el Ministerio del Interior en una resolución aprobada el 23 de julio para comprar ropa, enseres de aseo, mantas y toallas ante la entrada estimada de al menos 10.500 personas en los próximos tres meses.
En un tiempo récord ha desplegado en el Campo de Gibraltar un auténtico campo de refugiados en régimen cerrado, como los que quería Macron. Y tenemos en Ceuta a inmigrantes devueltos de forma inmediata a Marruecos y al ministro Fernando Grande-Marlaska diciendo que no son propiamente devoluciones en caliente porque "no han pisado suelo español", al más puro estilo de Jorge Fernández Díaz. Lo último es que las 87 personas llegadas este jueves en el Open Arms ya no tienen los 30 días de gracia que disfrutaron los 60 arribados hace un mes en el mismo barco ni los 45 que han disfrutado los 629 del Aquarius.
Tanto vaivén migratorio en tan poco tiempo no puede ser bueno. Las ONG están desconcertadas y no saben a qué atenerse. Ya no nos acordamos, pero los tiempos más duros de la inmigración fueron aquellos en los que Alfredo Pérez Rubalcaba estaba al frente del asunto, con las redadas masivas, los centros de internamiento de extranjeros (CIE) y los vuelos de deportación. El PSOE puede tener muchas caras.
Mientras tanto, no hay plan para la integración, ni fondos suficientes en los Presupuestos, y en la Secretaría de Estado de Migraciones reconocen que las solicitudes de protección internacional han alcanzado récords históricos (llevamos 20.781 en la primera mitad de 2018 cuando en 2016 fueron 16.544), al tiempo que existe un atasco acumulado en las solicitudes de asilo (40.000 pendientes) que el Acnur nos ha instado a resolver de forma inmediata.
Es previsible que la mayoría de las 87 personas llegadas ayer pidan asilo. Francia (que era el puerto seguro más cercano al Open Arms) se ha mostrado dispuesta a acoger a 20 de ellos, que se suman a los 80 del Aquarius con los que al final se ha quedado. ¿En qué circunstancias se va a atender al resto?
Por otro lado, la política de devolución a los países de origen no está funcionando porque los gobiernos del África subsahariana no aceptan las repatriaciones. Cada vez más expertos se preguntan si tiene sentido mantener la estructura actual de los CIE cuando el 60% de los que ingresan en ellos son puestos en libertad sin ser expulsados. Los que saben como funciona esto advierten que habrá que preparar la chequera. Marruecos ya nos ha pedido medios por valor de 60 millones de euros para vigilar sus fronteras.
El entusiasmo humanitario comienza a extinguirse. Y se ve en el recibimiento que se le ha dado, esta vez, al Open Arms. Con el Aquarius se montó un show mediático con 2.300 operarios y más de 600 periodistas. Calvo, José Luis Ábalos y Carmen Montón fueron a Valencia en los días previos para supeditar el dispositivo. Se acabó la "excepcionalidad" institucional. Ya no hay privilegios ni ministros.
http://www.elmundo.es/espana/2018/08/10/5b6c96ad22601d93148b459a.html
Parece que se le está enquistando la situación a Sánchez y su gobierno. También es cierto que La Unión Europea lo ha dejado solo.