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Cada vez nacen menos bebés y las razones ya no son sólo económicas. La ecoansiedad, el feminismo y los nuevos valores de la juventud explican el desplome demográfico: "Este es un planeta que da miedo y al que no apetece traer a nadie a vivir"
“Los niños son el único grupo social en España vetado en algunos espacios públicos, en bodas, cruceros, hoteles y restaurantes”
“Los jóvenes quieren sentirse libres y nada reduce más tu autonomía que un hijo, que acaba con la primera persona del singular”
“Tener un hijo hoy es como dar a la luz dentro de un tren que va a gran velocidad, directo a caer por un precipicio”
Los jóvenes han dejado de tener hijos. Y las razones no son económicas. O al menos ya no son sólo económicas. La inquietud por la emergencia climática -la llamada «ecoansiedad»-, la amenaza bélica, la incertidumbre global, la resaca de una pandemia mundial, el impacto de la última ola feminista, la enésima revolución sexual y los renovados valores de una sociedad más individualista, más narcisista, más ociosa y menos comprometida con los vínculos inquebrantables han alterado por completo la idea de la paternidad. Ser padre o madre ya no está de moda.
«De hecho, es un milagro que alguien se anime hoy a tener hijos», asegura el filósofo Francesc Torralba, autor de Cuando todo se desmorona (Khaf).
-¿Qué ha cambiado?
-Dos cosas fundamentalmente: el feminismo y el ecologismo. Está surgiendo una ola feminista que cambia las expectativas de las jóvenes. La vida aburrida de una madre, al servicio de su familia, repartiendo su tiempo entre el trabajo y los hijos no les atrae. En cuanto al ecologismo, los millennials son conscientes de que nuestro modo de vida no es sostenible y tener un hijo agravará los problemas. Un hijo cuesta a sus padres una media de 300.000 euros entre el nacimiento y los 18 años.
Tener hijos, ya ven, tampoco es tendencia.
Beatriz es española, tiene 34 años y no tiene hijos. «Económicamente es obvio que no podría sin la ayuda de una pareja, no tengo una estabilidad como para planteármelo y, además, es que no me gustan los niños...», admite. «No me veo educando a un hijo, ni con el tiempo suficiente. Prefiero mi ocio, ir a clase de yoga o aprender inglés por la tarde. Sólo de pensar en la falta de tiempo y en lo que hay que invertir...».
Jade tiene 38. 38 años, no 38 hijos. Hijos también tiene cero patatero. «Durante mucho tiempo pensé que sí, que quería tenerlos. No sé hasta qué punto era por instinto maternal o porque se supone que es lo que tiene que hacer una mujer», confiesa. «Pero con el paso del tiempo y porque he visto de cerca cómo te cambia la vida, ya no me veo en ese papel. Y no es por una cuestión económica o porque no me sienta capaz. Es algo que no tiene ninguna relación con mi vida, no me apetece y no me preocupa».
Beatriz y Jade son sólo dos ejemplos de una forma de pensar cada vez más extendida. «Tener hijos en nuestra sociedad ya no es algo valorado», explica María José Garrido Mayo. «Antes la maternidad se entendía como algo social, público, que afectaba al grupo entero y a su supervivencia. Hoy se percibe como un obstáculo para el éxito laboral y personal y se caracteriza por la soledad: no hay redes sociales ni ayudas que la sostengan y los jóvenes la retrasan tanto que la fertilidad va disminuyendo. Además ha cambiado la idea de familia y de las relaciones afectivas y ha cambiado la realidad de las mujeres que ya no quieren estar recluidas en el espacio doméstico. El estilo de vida de la sociedad actual no tiene tiempo ni espacio para que resulte atrayente la idea de ser padre. Los jóvenes sólo tienen como objetivo la producción y no la reproducción».
«Ha habido un cambio de valores en una sociedad en la que los vínculos son muy líquidos, casi gaseosos», explica. «Todo hoy es volátil e inestable. ¿Quién va emprender así una tarea tan exigente y prolongada en el tiempo como es criar a un hijo?».