Aprobé la selectividad, por los pelos, y no tenía ni idea de qué quería ser. No tenía interés por dedicarme a nada. Siempre me habían gustado los ordenadores, todo lo relacionado con ellos: montarlos, desmontarlos, infografía, diseño, música, render, vídeo, gaming... pero, cuando tenía 20 años, allá por el 2000, las opciones para estudiar cualquier cosa relacionada con este sector eran mínimas (informática, a la que no me llegaba la nota, y poco más).
Así que decidí llevar un rumbo que no me motivaba en absoluto, alienado por mi madre, y estudiar el grado de económicas (aunque antes no eran grados, eran licenciaturas). En Sevilla, especialmente, el nivel de dificultad de esta carrera era bestial y tardé en fracasar el año de probar suerte. No estuvo mal, ya sabéis, mucha fiesta y desfase, pero no ayudó en absoluto a centrarme. Mientras tanto, a lo largo de ese año, desarrollé un juego online que me dio un sueldo (gracias a adsense y un sistema de pago por SMS) con el que iba sacándome mis antojos.
Después de la hostia, mi madre, sabiendo lo que me gustaban los ordenadores, me inscribió en un módulo de admin y gestión de sistemas informáticos. 2 años de módulo con 3 meses de prácticas. Iba tan sobrado que solo yendo la mitad de los días sacaba sobresaliente en todo: SQL, redes, Linux, etc. Cuando llegó la hora de la verdad, y empecé las prácticas, me di cuenta de que -aunque me gustaban los ordenadores y siempre quise dedicarme a ellos- montar redes y dedicar tantas horas al día a un SAT no era lo mío. Aprendí una lección importante: una cosa es tener vocación por algo, otra es ejercer durante 8 horas esa actividad. No es fácil. Igual te gusta montar redes, pero cuando te pegas horas grimpando y horas configurando equipos, la cosa no es tan bonita.
Gracias a las prácticas me coloqué en una pequeña empresa donde empecé mi profesión definitiva: publicidad, comunicación y marketing. Gracias a mis dotes con el diseño gráfico, destaqué y crecí hasta el día de hoy.
En definitiva, creo que puedo sacar varias lecturas de mi experiencia:
- Hay que practicar 8 horas al día aquello que nos motiva para ver si realmente nos gusta.
- No hay ningún tipo de guía ni ayuda para que los jóvenes descubran sus inquietudes y se interesen por áreas profesionales concretas.
El mundo laboral es como las mujeres, algo te puede atraer muchísimo, pero no sabes si te gusta hasta que lo pruebas un tiempo.