En una ocasión entré con suma prisa a un retrete de la facultad. Eché el pestillo, y al contactar mi nalga con la amplia boca del señor Roca, comenzó el fluir de mares de bilirrubina. La atmósfera comenzaba a decirme que había algo que no se había digerido bien.
Cuando terminé mi santa faena, aunque giraba el pestillo, la puerta no abría. En aquella época los móviles no es que abundaran, y tenía por costumbre visitar el ala menos concurrida para tener una descarga relajada, así que tampoco podía pedir ayuda.
Tras intentar forzar la puerta de las más sutiles maneras, finalmente arranqué el pomo a base de rodillazos acolchados con un trozo de espuma aislante del techo, que algún vándalo ya había destrozado por mí. La consistencia de miga de pan de la puerta hizo el resto.
Duración total del encierro: 20min.
¿Y vosotros?