La Inquisición española fue, no sólo una organización polémica, sino también poco y mal conocida por el gran público. Una institución perseguida por una oscura leyenda negra y, como ya se sabe, toda leyenda posee cierto fundamento y parte de falsedad. En este caso la falsedad comienza, por ejemplo, en cuanto a su origen, que no es medieval ni español, como suele pensarse comúnmente.
La muerte en la hoguera fue utilizada cómo método de ejecución ya en el Imperio Romano. Con la progresiva cristianización de Europa se fue fraguando la mentalidad de que la herejía, atentado grave contra la fe, era equivalente al delito de “lesa majestad” (en el que se incurría, por ejemplo, al atentar contra la vida del rey). En el caso de la herejía, se consideraba agraviada la majestad divina. La primera inquisición, la Inquisición Episcopal, fue creada por medio de la bula papal Ad abolendam, de finales del siglo XII, promulgada por el Papa Lucio III como un instrumento para combatir la herejía albigense en el sur de Francia. Cincuenta años después el Papa Gregorio IX creó la Inquisición Pontificia mediante la bula Excommunicamus. Inquisición que ya se estableció en varios reinos cristianos europeos durante la Edad Media. En cuanto a la península ibérica, este tipo de Inquisición sólo se instauró en la Corona de Aragón.
Escudo de la Inquisición Española. La espada simboliza el trato a los herejes y la rama de olivo la reconciliación con los arrepentidos. Rodea el escudo la leyenda «EXURGE DOMINE ET JUDICA CAUSAM TUAM. PSALM. 73», frase en latín que significa: Álzate, oh Dios, a defender tu causa, salmo 73. (Wikimedia Commons)
La Suavidad Represiva Española
En España la caza de brujas fue una “caza menor”. La brujomanía fue de bastante menor intensidad que en Europa, aunque más prolongada en el tiempo. La Inquisición española se mantuvo al margen de la generalizada caza de brujas desarrollada en Europa a finales del siglo XV, a raíz de la bula “Summis desiderantis afectibus”, de Inocencio VIII (1484) y, sobre todo, a raíz de la publicación del “Malleus Maleficarum”, obra de Kraemer y Sprenger (1486), que sentenciaba contundentemente: “Haeresis est maxima opera maleficarum non credere” (la mayor de las herejías es no creer en las brujas). Un caso destacado fue el proceso de Logroño, en que se juzgó a las brujas de Zugarramurdi.
Sólo en el sudoeste de Alemania, de 1560 a 1670, según los datos de Delumeu, fueron ejecutadas 3229 brujas; en Escocia, de 1590 a 1680, 4400 y en Lorena, más de 2000 de 1576 a 1606. Sin embargo, en España la pena más frecuentemente aplicada fue la abjuración de levi, que suponía ser advertido, reprendido, multado, desterrado por un tiempo no superior a 8 años y, con frecuencia, azotado públicamente. De hecho se tiene la certeza de que la Inquisición Española, desde su implantación en 1478 hasta su abolición en 1834 (casi 400 años de existencia), juzgó en total a unas 130.000 personas, de las cuales menos del 2% (menos de 2600) fueron condenadas a muerte. Durante mucho tiempo se ha confundido el número de juicios con el de condenados a la hoguera, publicándose cifras absolutamente disparatadas y erróneas superiores a las 100.000 ejecuciones.
La absolución fue frecuente puesto que la tendencia a creer que las supuestas brujas habían bebido vino y que estaban enfermas de modorra era muy significativa. Incluso cuando el procesado de brujería confesaba haber tenido pacto con el demonio, la Inquisición advertía:
“que no procede en estos casos por sólo la forma de ser brujos y hacer los dichos daños, si no testifican de haberlos visto hacer algunos daños, porque muchas veces lo que dicen han visto y hecho les sucede en sueños y juzgan se hallaron en cuerpo y lo vieron e hicieron con los que testifican y les figura el demonio cuerpos fantasiosos de aquellos que dicen vieron sin haberlos visto ni hallándose allí para que hagan esos daños de inflamar en peligro a los que no tienen culpa.”
No se conservan datos de las causas de fe de brujería en toda España, salvo las de Cataluña y Valencia. En este ámbito se observa una clara estructura dividida en cinco etapas diferentes:
-La primera, (1560-1600), registra bajísimas cifras de procesados con medias quinquenales de menos de 8 personas.
-La segunda constituye el punto álgido de la brujomanía en la década de 1600, con un total de 60 procesados en Cataluña y 12 en Valencia.
-La tercera etapa cubre el largo periodo comprendido entre el año 1610 y el 1660, con un ritmo procesal medio de unas 15 víctimas por quinquenio en Cataluña y 12 en Valencia, destacando en el Tribunal de Valencia la total dedicación de la Inquisición en la década de 1610-20 al problema de los moriscos subsiguiente a la expulsión de los musulmanes tras la Reconquista.
- La cuarta etapa abarca la década entre 1660 y 1670 de nueva intensificación en los procesos a brujas: nada menos que 53 en Cataluña en el quinquenio comprendido entre 1665-70.
- La última y definitiva etapa supone el retorno a la habitual cifra de menos de 20 procesados por quinquenio.
Una vez más, hay que recordar que las cifras anteriores se refieren a personas “procesadas”. No se trata de condenados y mucho menos de ejecutados.
Una de las penas más usuales cuando el acusado era condenado culpable consistía en ser "azotado mientras recorría las calles", en cuyo caso, si se trataba de un varón, debía aparecer desnudo hasta la cintura, a menudo montado sobre un asno para que sufriera una mayor deshonra, siendo debidamente azotado por el verdugo con el número señalado de latigazos. Durante este recorrido por las calles, los transeúntes y chiquillos mostraban su odio y desprecio por el hereje lanzando piedras a la víctima.
Aunque la Inquisición fue creada para evitar los avances de la herejía, se ocupó también de una amplia variedad de delitos. Sobre el total de 49 092 procesados en el período de 1560 a 1700 de los que hay registro fueron juzgados los siguientes delitos: judaizantes (5007); moriscos (11 311); luteranos (3499); alumbrados (149); supersticiones (3750); proposiciones heréticas (14 319); bigamia (2790); solicitaciones (1241); ofensas al Santo Oficio (3954); varios (2575).
La Reforma Protestante
Durante el siglo XVI, la Inquisición se reveló como un eficaz mecanismo para extinguir los escasos brotes de protestantismo aparecidos España. Brotes de los que, curiosamente, gran parte de los protestantes tenían origen judío.
Los principales procesos contra grupos luteranos tuvieron lugar entre 1558 y 1562 contra dos comunidades protestantes de Valladolid y Sevilla. Se celebraron varios autos de fe multitudinarios, algunos de ellos presididos por miembros de la realeza, en los que fueron ejecutadas alrededor de un centenar de personas. Tras el año 1562, aunque los procesos continuaron, la represión fue mucho menor y se calcula que sólo una decena fueron quemados vivos hasta finales del XVI, aunque se siguió proceso a unos doscientos.
Difusión de la Reforma Protestante hacia 1560. En color rosa pálido los territorios con predominio luterano (norte, centro y este de Alemania, países escandinavos y bálticos); en rosa más intenso, anglicano (islas británicas); en amarillo, calvinista (Suiza y núcleos de Francia, Países Bajos, Escocia y Europa Centro-Oriental). Los católicos en azul (Europa Meridional, sur y oeste de Alemania, Países Bajos del sur, Irlanda, núcleos de Gran Bretaña, Polonia y amplias zonas de Europa Centro-Oriental); en verde los ortodoxos (Balcanes, Rumanía y Rusia). (Wikimedia Commons)
Los Reyes Católicos y la Comunidad Judía
La Inquisición no actuaba contra los judíos. Tan solo actuaba sobre los judeoconversos que mantenían ritos propios del judaísmo. El objeto de la Inquisición era corregir los errores de fe en los católicos, es decir combatir la herejía.
Los Reyes Católicos fueron, inicialmente, favorables a los judíos (al parecer el rey Fernando tenía sangre hebrea por línea materna) y un buen grupo de ellos servía en la Corte. En Castilla y Aragón existían unas 220 aljamas (comunidades hebreas). Los judíos dependían directamente de los reyes, eran protegidos por leyes singulares y aportaban tributos especiales: constituían, sin embargo, una clase de súbditos de segunda categoría.
Como es bien sabido, los sefardíes (judíos españoles) fueron expulsados por los Reyes Católicos en 1492, siguiendo una línea política adoptada anteriormente por otros reinos europeos como Inglaterra y Francia. Concretamente fue el 31 de marzo de 1492, apenas tres meses después de la conquista del reino nazarí de Granada, cuando los Reyes Católicos promulgaron el Decreto de la Alhambra que ordenaba la expulsión de los judíos de todos sus reinos. Bien conocían Isabel y Fernando que su decisión no sería rentable desde el punto de vista económico, ya que muchos judíos se dedicaban al comercio y al mundo financiero. Pero en su postura tuvo gran peso la causa religiosa y social: se temía la efectividad del proselitismo hebreo y se quiso evitar la violencia popular de los acreedores contra las aljamas. La alternativa era recibir el bautismo o el exilio forzoso, elegido por la inmensa mayoría de sefardíes.
Es cierto que los sefardíes vivían en barrios especiales y que el IV Concilio de Letrán (1215) instó a que utilizaran una marca externa para distinguirlos de los cristianos, pero la citada marca conciliar se difundió poco por España y tenía carácter religioso, no estrictamente racista.
La cifra de los judíos que salieron de España no se conoce, pero las estimaciones actuales de Henry Kamen estiman que, de una población aproximada de 80.000 judíos, aproximadamente la mitad optó por la emigración. Los judíos españoles emigraron principalmente a Portugal (de donde volverían a ser expulsados en 1497) y a Marruecos.
En 1691, en diversos autos de fe, fueron quemados en Mallorca 36 xuetes o judeoconversos mallorquines. A lo largo del siglo XVIII se redujo significativamente el número de judeoconversos acusados por la Inquisición. El último proceso a un judaizante fue el de Manuel Santiago Vivar, que tuvo lugar en Córdoba en 1818.
La Inquisición y los Moriscos
La Inquisición no solamente perseguía a los judeoconversos, sino que también se encargaba de enjuiciar a los moriscos, los conversos del Islam sospechosos de continuar renegando de su nueva fe, pese a haber aceptado el bautismo. Los moriscos se concentraban sobre todo en los reinos de Granada, Valencia y Aragón y muchos de ellos mantenían en secreto su religión islámica. Sin embargo, con ellos se puso en práctica una política diferente a la ejercida sobre los judíos.
A los moriscos se les cristianiza de forma mucho más pacífica por dos razones principales: por un lado en Valencia y Aragón la gran mayoría de ellos se hallaba bajo jurisdicción de la nobleza y perseguirles hubiese supuesto ir contra los intereses económicos de este poderoso estamento; por otro lado, en Granada se temía el poder provocar una rebelión en una zona vulnerable, en una época en que los turcos eran dueños y señores del Mediterráneo.
La expulsión de los moriscos (1894), obra de Gabriel Puig Roda. Museo de Bellas Artes de Castellón. (Wikimedia Commons)
Pese a lo anterior, hacia la mitad del siglo XVI, durante el reinado de Felipe II se produjo la rebelión de las Alpujarras: sublevación que fue reprimida con gran dureza, incrementándose además las ejecuciones y deportaciones a otras zonas de España. De hecho, según afirma Henry Kamen, “a partir de la década de 1570, en Aragón y Valencia los moriscos formaban el grueso de las persecuciones de la Inquisición. En el propio tribunal de Granada, los moriscos representaban el 82% de los acusados entre 1560 y 1571”.
El 9 de Abril de 1609, Felipe III, decretó su expulsión. Una decisión que se ejecutó de forma escalonada entre 1609 y 1613. Los primeros moriscos expulsados fueron los del Reino de Valencia a los que siguieron los de Andalucía, Extremadura, Coronas de Castilla y Aragón y Reino de Murcia. En total fueron expulsadas unas 300.000 personas, la mayoría de ellas procedentes de Valencia y de Aragón, reinos que perdieron un tercio y un sexto de su población, respectivamente.
La decisión de expulsarlos vino determinada por distintas causas. Entre ellas destacan que, pese a más de medio siglo de conversión forzada al cristianismo, continuaban manteniéndose alejados del resto de la sociedad; también se tuvo en cuenta el hecho de que, tras la rebelión de Las Alpujarras, se creía que constituían un verdadero problema para la seguridad nacional; asimismo, la existencia de una etapa de recesión, debida a una disminución en la llegada de recursos de América, llevó a la población cristiana a mirar con resentimiento a la morisca.
La Leyenda Negra
Imagen ficticia de una supuesta cámara de tortura inquisitorial. Grabado del siglo XVIII de Bernard Picart. Los grabados de Bernard Picart formaron parte de la leyenda negra construida en torno a la Inquisición española. (Wikimedia Commons)
A finales del siglo XVI, exiliados políticos españoles, como González Montano en Alemania o Antonio Pérez, exsecretario de Felipe II, en Francia e Inglaterra, difundieron el germen de la Leyenda Negra. Media Europa acogió de buen grado los libelos antiespañoles, según el hispanista H. Kamen, bien por su rivalidad en el dominio marítimo (Gran Bretaña, Francia) o por su deseo de librarse del dominio político español (Países Bajos, norte de Italia).
Durante el siglo XVIII, se difundieron unos grabados sobre la tortura inquisitorial del francés Bernard Picart que no corresponden a la realidad. Los tormentos eran, no obstante, terribles, teniendo como finalidad producir un gran dolor físico a los acusados, sin llegar a la mutilación o muerte, a fin de conseguir su confesión (en el caso de herejía, el reo confeso era librado de la pena capital).
Los procedimientos de tortura más empleados por la Inquisición fueron tres: la «garrucha », la «toca» y el «potro». El tormento de la garrucha consistía en colgar al reo del techo con una polea por medio de una cuerda atada a las muñecas y con pesos atados a los tobillos, ir izándolo lentamente y soltar de repente, con lo cual brazos y piernas sufrían violentos tirones y en ocasiones se dislocaban. La toca, también llamada «tortura del agua», consistía en atar al prisionero a una escalera inclinada con la cabeza más baja que los pies e introducir una toca o un paño en la boca a la víctima, obligándola a ingerir agua vertida desde un jarro para que tuviera la impresión de que se ahogaba —en una misma sesión se podían administrar hasta ocho cántaros de agua—. En el potro el prisionero tenía las muñecas y los tobillos atados con cuerdas que se iban retorciendo progresivamente por medio de una palanca.
El Santo Oficio utilizó, de hecho, con menor frecuencia la tortura que otros tribunales coétaneos (era ordinario emplearla en todos). Hispanistas como Henry Charles Lea o Henry Kamen confirman con claros datos estadísticos, que en las épocas más duras de la Inquisición (hasta 1530) en los tribunales más activos se utilizó el tormento en el 1% o el 2% de los casos.
La Ilustración y los afrancesados del XVIII continuaron con la campaña de oscurantismo y desprestigio y desde el siglo XIX otro exiliado español, Juan Antonio Llorente, antiguo secretario del Santo Oficio madrileño, se convirtió en el mejor difusor de la leyenda negra, a través de su “Historia crítica de la Inquisición española”, obra que contiene algunos elementos de interés, junto a errores de bulto de carácter estadístico.
La leyenda negra de la Inquisición se asocia al abuso de la tortura y al enriquecimiento de los tribunales mediante la confiscación de bienes a los reos. A veces se presenta al Santo Oficio como una organización de rapiña. Es cierto que a los acusados se les confiscaban los bienes para cubrir los gastos del arresto y del tribunal, pero según estudiosos como Ramón Carande o Fernand Braudel nunca constituyeron un negocio, aunque se dieron abusos contra los judeoconversos hacia 1480 y 1725.
Las Cifras Reales
Hasta finales de los años 70 del pasado siglo existió cierta confusión sobre el número de víctimas mortales provocadas por la Inquisición en España. Llegados a este punto es preciso aclarar, no obstante, que los ajusticiados por herejía no eran las únicas víctimas: existían penas menores (cárcel, multas, penitencias, etc) y, además, las familias de los reos quedaban marcadas por la infamia durante generaciones. De ahí la importancia que se dio en la España del XVII a la “limpieza de sangre”, es decir, a no tener antepasados judeoconversos o moriscos, perseguidos por la Inquisición.
Las primeras cifras sobre víctimas inquisitoriales las aportaron cronistas de la época como Pulgar, Palencia y Bernáldez quienes aseguraban que, entre 1481 y 1488, rigurosa etapa en Andalucía, fueron ajusticiadas unas 2000 personas, en su mayoría judíos bautizados que renegaban de su nueva fe. A partir del siglo XIX, se consideraron válidas (aunque más tarde también se ha demostrado que se trataba de datos erróneos) las cifras globales aportadas por J.A. Llorente, el citado exsecretario del tribunal de Madrid, quien aseguraba que se ejecutó al 9,2% de los juzgados.
En 1986, los expertos Contreras y Henningsen publicaron las conclusiones de un estudio realizado sobre 50.000 causas inquisitoriales sobreseídas entre 1540 y 1700, etapa de gran influencia social de la Inquisición. En dichas conclusiones se asevera que sólo el 1,9% del total de encausados fueron condenados a la hoguera. Por su parte y refiriéndose a una etapa aún más amplia, Escandell afirma que entre 1478 y 1834 (años de refundación y abolición del Santo Oficio), se condenó a muerte al 1,2% de los juzgados.
Los métodos usados por la Inquisición, no fueron ni más crueles ni más intolerantes que los utilizados por Tribunales de otras naciones europeas como Alemania, Italia, Portugal, Inglaterra o Francia. La Inquisición tampoco fue la causa de que España quedase atrasada culturalmente, -otra de las falacias mantenidas de manera generalizada- puesto que entre siglos XVI y XVII transcurrió, precisamente, el Siglo de Oro de la cultura española. Por tanto, es justo reconocer -y en este punto sí que coinciden todos los historiadores- que desde finales del siglo XV hasta el primer cuarto del siglo XIX, la Inquisición, constituye una de las leyendas más negras de la historia española.
Otro mito de la leyenda negra española, la inquisición española, demasiado mitificada de lo que fue realmente y todo gracias a la mala propaganda anglicana, calvina y protestante, los cuales fue mucho peores persiguiendo, matando herejes y seguidores de otras religiones, por ejemplo, en cazas de brujas, La Alemania protestante es el rey en esa materia, mientras la Anglicana tampoco se queda lejos igual que la calvinista, no solo en brujas sino en ejecutados, lo gracioso es que mientras ellos echaban mierda a España por su intolerancia, Calvino y Lutero aplicaban una política de intolerancia religiosa que deja a la española como un juego de niños. Solo en número de brujas quemadas por Calvinistas, protestantes y anglicanos se supera con creces la cifra total de ejecutados por la inquisición española, ahora habría que añadir la cantidad de católicos, judios y herejes que mandaron ala hoguera esas confesiones.
De paso y hablando de leyenda negra, dejo esto por aquí La gran mentira del genocidio Español en América
Genocidio: cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal.
Palabra clave, Intencionado, los españoles hicieron masacres? Sí , fueron intencionado, hubo una voluntad, fue planificado? No , luego no es un genocidio.
Eso sin contar que las condiciones sociopolíticas , morales , éticas , legislativas ... no eran la misma de ahora, por lo tal, hablar de genocidio en el siglo XVI es hasta absurdo.
Los españoles fueron a América porque después de la caida del Imperio Bizantino en 1453 , la ruta de la seda quedo en manos otomanas y Europa tuvo que buscar otras alternativas a las Indias , en esa búsqueda , los españoles encontramos América.
Además La aplicación de conceptos actuales típicos del siglo XX para calificar hechos de los pasados siglos o milenios es inadecuada, ya que el marco ético, moral y político tenía otras características y estado de ideas, propias de su época, por lo tal denominar Genocidio a un hecho pasado es anacrónico y erróneo, y lo es por intentar aplicar un concepto de derecho internacional surgido siglos o milenios después de los hechos de que se trata dónde no existia ni los DDHH ni nada parecido.Además los españoles fuimos los primeros en dar leyes a los indígenas( Leyes de Burgos y Leyes nuevas) para evitar abusos contra ellos.Los nativos americanos masacraban a otros pueblos conquistados además los mayores imperios Americanos(Azteca e Inca)eran teocracias basadas en la esclavitud y en la conquista de nuevos territorios). Lo que extermino al 95% de los indígenas Americanos fueron las enfermedades Europeas las cuales tuvieron una grandísima virulencia y mortalidad porque inmunológicamente no estaban preparados.
Sin olvidar que sin la ayuda de los pueblos oprimidos por los incas y aztecas, la conquista hubiera sido imposible, Curiosamente los descendientes de los pueblos que ayudaron a los conquistadores son los que se quejan de ese supuesto "genocidio"