Algunos parece que pensáis que Hamas está en el poder por efecto rebote. Como han sido tan malos con los palestinos, es lógica la ascensión de un grupo terrorista. Con lo que, de paso, les legitimáis sin daros cuenta (vosotros y la mayoría del mundo occidental gracias en gran parte a los medios de comunicación).
Pero, como siempre, en estas cosas no está de más echar la vista atrás. En el 2000 (Camp David), el dirigente israelí Ehud Barak estaba dispuesto a devolver el 97% de los territorios ocupados y había aceptado la partición de Jerusalén. Es justo reconocer que habría necesitado más respaldo político, pero de firmarse y respetarse el acuerdo de paz, podría conseguirse.
Sin embargo, Arafat aka Premio Nobel de la Paz y Príncipe de Asturias de la Concordia, en el mismo año en que le otorgaron sendos reconocimientos (1994) ya decía que no respetaría los acuerdos de Oslo adoptados en 1993. Es más; haciendo referencias al Corán, afirmó que se vio obligado por la debilidad de los palestinos en aquel momento, pero que cuando la situación cambiara los acuerdos para él serían totalmente reversibles.
De hecho, durante las conversaciones de Camp David, se mantenían en Gaza y Cisjordania campamentos en los que se adoctrinaba y entranaba a miles de niños para la guerra, al modo terrorista. Y en agosto de 2000, antes del comienzo de la segunda intifada, Al Fatah trasladaba armamento a Gaza y Cisjordania, valiéndose del túnel de Rafah entre otros medios para no ser descubiertos. El resto era fácil; esperar el momento adecuado para que las culpas públicas recayeran sobre Israel. Eso, y golpes de efecto como el montaje de la muerte de Mohammed Al-dura (el niño que aparecía con su padre y al que mataban a sangre fría; 1 de octubre de 2000).
En Occidente somos tan buenos, tan buenos (y de paso cobardes) que, como decía Bono (no el de U2), preferimos morir a matar.