Inv_Chotera
Desde Abr '08 Último post Oct '23 Visto 30 Ago Madrid

El combate de boxeo es una historia, un drama sin palabras. Los boxeadores están ahí para establecer una experiencia absoluta, una pública rendición de cuentas. Ellos saben, como pocos podríamos saber de nosotros mismos, qué poder físico y psíquico poseen, de cuánto son capaces. Entrar al cuadrilátero medio desnudo para arriesgar la propia vida hace del boxeo algo íntimo, algo especial. En el ring existen dos voluntades, la lucha de dos inteligencias. El ceremonial toque de campana es un llamamiento al combate, donde los púgiles pondrán al descubierto todo lo que son.

"La dulce ciencia del aporreamiento", como definen el boxeo algunos analistas, celebra la naturaleza física del hombre, dramatizando sus limitaciones, a veces trágicas y más a menudo conmovedoras. Sobre el cuadrilátero la muerte es siempre una posibilidad, aunque bastante improbable. Y es que si un combate de boxeo es una historia, es siempre una historia caprichosa, una en la que cualquier cosa puede suceder. Y además, en cuestión de segundos. En ningún otro deporte pueden ocurrir tantas cosas en tan breve lapso de tiempo ni de modo tan irrevocable. Que un combate de boxeo sea una historia sin palabras no significa que no tenga texto ni lenguaje. El texto y el lenguaje se improvisan y articulan en la acción. Los boxeadores no sólo intercambian golpes si no que establecen un diálogo psicológico.

El boxeador no sólo se enfrenta a un contrincante si no que también se enfrenta consigo mismo. El púgil conoce sus debilidades y sabe que sus errores pueden costarle ser gravemente herido. Sus desaciertos son los aciertos del otro, del rival. Sus fuerzas no son del todo suyas, si no las debilidades de su adversario. Su fracaso no es totalmente suyo, si no el triunfo de su oponente. En eso radica la excelencia del boxeo.

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