José Antonio, el primer maltratado con sosa cáustica
PACO REGO 2 jul. 2018 16:56
José Antonio, el lunes, en su casa de Archena, Murcia. / JUAN CARLOS CAVAL
- Visitamos al camionero de 52 años, todavía convaleciente de las quemaduras que su esposa le produjo con un corrosivo mientras él dormía en la cama matrimonial.
- "Me da vergüenza decir que soy un hombre maltratado", dice. En seis años, 34 hombres han sido asesinados por sus parejas. Aunque muchos menos que las 49 mujeres asesinadas sólo en 2017. La polémica sigue ahí, latente, escondida.
"Me da vergüenza decir que soy un hombre maltratado". Cara a cara, José Antonio es un ser humano derrotado con 52 años. La sosa cáustica con la que su mujer lo roció mientras dormía le quemó más que la piel. Lo dejó sordo y ciego de un ojo y... le abrasó el corazón. "Yo la quería, la quise desde el primer día, pero después de lo que hizo ya sólo quiero paz, cuidarme y sobrevivir a lo que venga".
El camionero acompaña su lamento secándose con una gasa la supuración que mana de su ojo izquierdo corroído por la sosa. Catorce años casado con la brasileña Deijanira Nogueira da Silva, 12 más joven que él. No tuvieron hijos. Se conocieron en Portugal, la patria de José Antonio Romao, hijo único de una familia humilde. Se enamoraron rápido y los dos decidieron cruzar la raya en busca de una vida en común más holgada. Y, a decir verdad, lo consiguieron. Recalaron en Archena, municipio murciano con 18.734 almas y en el que echaron raíces hace una década. Él, habilidoso con el volante y muy trabajador, se vino primero. Con una maleta de ropa y 300 euros en el bolsillo.
Dejaba atrás dos hijas fruto de un primer matrimonio fracasado. No tardaría en encontrar empleo como conductor de grandes camiones. Ella, sin oficio, llegaría después y se encargaría de las labores del hogar. El sueldo de José Antonio daba para los dos "sin apreturas". Él se compró un adosado de dos plantas en el pueblo. "Teníamos una vida normal, encarrilada", dice el hombre todavía vendado de cintura para arriba a causa de las quemaduras del corrosivo que le lanzó su esposa en la misma cama matrimonial.
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