Ha llegado a mí, a través de Whatsapp, el siguiente mensaje:
Exacto: gente que pide que no se le acose, acosando.
Me ha recordado a la vez que se vetaron unas jornadas sobre trabajo sexual en La Coruña, o cuando el documental Silenciados fue silenciado. Todo lo expuesto, en aras de una supuesta utopía sexual (donde no se puede opinar distinto). Tampoco huelga obviar que, claro está, quienes lo hacen se amparan en un clamor popular (populista), que parece legitimar cualquier acción mientras esta consiga remover las vísceras del victimismo.
Y ya no sé si siento miedo, asco o hartazgo. Por un lado me alegro de que la sociedad evolucione en materia de igualdad; por otra me repugna que la talla intelectual de una sociedad supuestamente informada se reduzca a ver quién rebuzna más alto. Desde mi absoluta animadversión a esta forma de proceder (soy una persona dialogante), os pregunto:
- ¿Cuándo vamos a decir basta ante los grupos de hostigamiento? (Que no son otra cosa que matonismo disfrazado de buenismo)
- ¿Dónde está el límite de ese supuesto clamor popular?
- ¿Deberíamos dejar atrás las diferencias políticas para combatir los extremos?
- ¿Cuándo es lícito arrogarse el ejercicio de la justicia?
- ¿Cómo pensáis que evolucionarán estos grupos radicales fundados en la presión?
- ¿Cuál es el límite de la libertad de expresión?
- ¿Cuándo una idea deja de ser respetable?¿Y cuándo una idea no respetable ha de igualarse al crimen?
- ¿Cómo combatir esta epidemia de gente ofendida?
- En términos sociológicos, ¿son los activistas los nuevos fascistas? (Porque atendiendo a la definición de fascismo, son lo más parecido)
PD: que el libro describa el feminismo actual como "una herramienta de chantaje y coacción totalitaria": la ironía.