El ser humano es un animal de rebaño. La aprobación del resto y el sentimiento de comunidad es algo que nos ha acompañado durante toda nuestra existencia como especie. Nuestra evolución como individuos ha estado fuertemente ligada a nuestras relaciones en comunidad. Ser rechazados por nuestra tribu o expulsados de ella era un sentencia de muerte.
Las necesidades de formación o empleo en un mundo globalizado hacen que la prioridad en tu vida deje de ser la tribu. Estudias en una universidad de otra provincia. Buscas empleo “donde haya”. Pero migrar en busca de trabajo o de mejores condiciones tiene un coste social muy evidente: abandonar tus raíces, tus amigos, tus tradiciones y tu familia. Solos, solteros, sin hijos. Nuestra vida se llena de vínculos frágiles y amigos de Instagram. Pero la realidad es que la calidad de nuestras relaciones es cada vez peor.
En España el número de solteros crece año a año.
Los índices de soledad superan récords cada vez más inquietantes. Cada vez hay más personas solas, especialmente mayores.
Nos cuesta confiar en otras personas. Y no solo a nosotros, sino a todos los que vivimos en sociedades desarrolladas y globalizadas. El ejemplo más escandaloso de soledad y aislamiento es Japón:
Lejos quedan los días de los antiguos sabios que reclamaban la amistad y la compañía como el verdadero placer. Epicuro de Samos renunció a la opulencia y la notoriedad. Defendía la vida sencilla, disfrutando las cosas simples, en compañía de amigos. El mejor ejemplo, su vida: vivía en una escuela-jardín rodeado de sus colegas, compartiendo lo poco que tenían y disfrutando de su compañía mutua, filosofando, debatiendo y compartiendo experiencias y opiniones. Moribundo y sabiendo cerca su muerte, escribió una última carta a uno de sus amigos:
En el día más feliz y fugaz de mi vida te escribo acompañado de incontinencia y cólicos intestinales que en nada cejan de tomar las dimensiones que los caracterizan. Sin embargo a todo esto le hace frente la natural alegría que me produce el recuerdo de nuestras elucubraciones. [...] Añoro nuestras caminatas hasta la tumba de Anaximandro para filosofar en su memoria. Revivo esos días buscando los momentos más felices y más lúcidos. [...] Sólo quiero morir entregado al placer de verte una vez más sonriendo, lleno de vida y esperanza. Y así deseo que me recordéis también, porque ésa es la única forma en que perduraré entre vosotros.
Quemar nuestras raíces en busca de prados más verdes no solo nos entristece, sino que además nos enferma. La depresión, la esquizofrenia, el abuso de sustancias o la violencia son problemas comunes en inmigrantes, personas que migran de zonas rurales a urbanas, o incluso en inmigrantes de segunda generación. Todos ellos tienen en común lo mismo: han abandonado su tribu.
Los anhelos del ser humano pasan por conseguir cosas que atraigan a los demás. Queremos ser guapos, tener buen físico, ser famosos, admirados, tener dinero. ¿Para qué? Para que el resto nos valore, para que quieran hacer cosas por nosotros, para que nos quieran. Compensamos nuestra soledad buscando cosas difíciles que prometen rellenar el hueco de todo lo que abandonamos. Nos prometen felicidad y nos instan a abandonarlo todo en busca de esa promesa.
¿Y qué debemos hacer entonces? La ciencia lo tiene claro: reforzar nuestros lazos más débiles. Sentirse parte de una comunidad mejora nuestro estado de ánimo, incrementa nuestra empatía y nos hace tomar los pensamientos negativos en su forma más positiva. Probablemente haría más por tu felicidad conocer mejor a tu vecino que tener diez mil seguidores más en Instagram.
Nos dijeron que en el futuro estaríamos más "conectados". Ahora tienes a toda tu familia, hasta la más remota, a un click de distancia. ¿Te sientes menos solo?
El primer paso para solucionar un problema es identificarlo. Si queremos una sociedad llena de lazos fuertes, debemos trabajar para acotar los aspectos más lesivos de la globalización. Debemos exigir el trabajo cerca de nuestras familias, de nuestros amigos. Tenemos que evitar la masificación y la concentración en las grandes ciudades. Debemos llenar la España vaciada de relaciones fuertes, para que nuestros mayores no mueran solos y lejos de sus seres queridos.
Y si aún así la vida se empeña en cortar vuestras raíces, echad raíces nuevas. Haced nuevos amigos. Confiad en la gente. Cread una nueva tribu que os entienda y os proteja, y a la que podáis entender y proteger a su vez.
Llevaba un tiempo deseando escribir mis ideas sobre la tribu, y por qué debemos reivindicarla. Hoy ha sido el día. Feliz martes.