Incluso la razón y la obviedad se van con el tiempo, por desgracia. Lo que no se van son las ganas de estar ahí, de por fin poder tener algo que poder contar que no sea lo de todos estos años, algo que dé ganas de levantarse por las mañanas y, a su vez, de dormir a pierna suelta. Simplemente algo. Algo que no se rompa, algo que no sea efímero. Algo.
Todos hemos caminado por esos senderos que no llevan a ninguna parte, sólo a dar vueltas y volver al punto de partida, meta innecesaria cuando estás harto de ir dando tumbos. Crear tu camino a veces no es la mejor opción, quizá lo suyo sea andar por la hierba, por donde no se debe pisar, hacer aquello que no esperabas hacer, simplemente ser tú mismo y andar sin mirar atrás, sin falsos prejuicios que has tenido durante años, dejándote llevar. Pero siempre descalzo, para que sepas con firmeza cuando dejas de pisar esa hierba, y para saber si es el sitio donde verdaderamente quieres estar.
Pero la hierba está cercada, no se puede pasar. Si intentas dar un rodeo para buscar un pasaje oculto, puedes perderte, o estrellar. A fin de cuentas, el fin es el mismo: no conseguir tu bienestar. Quédate en la verja, intenta abrirla, o espera a que la abran, pero nunca la forcejees, puesto que si se rompe, y créeme que se rompera, no hay vuelta atrás. Simplemente se paciente, amigo, puesto que la amargura es para los débiles y tú tienes todo un jardín que cultivar.
Así que espera, siéntate, sé paciente y ponte cómodo. Aunque para mis ojos, y ésto no lo diré en alto, el vaso siempre estará medio vacío.