Yo, recién cumplidos los 18 años y disfrutando de mi primer festival metalero, me caí estando en medio de un pogo en un concierto de Cavalera Conspiracy.
Llevaba toda la tarde viéndome a mí mismo rodeado por el mismo tipo de gente, aparentemente desagradable e insensible, barbuda y apestosa.
Mi sorpresa fue que cuando estaba en el suelo, toda la gente a mi alrededor hizo hueco, me tendió la mano y hasta que no me recompuse y tomé una posición estable, no movieron un pelo y procuraron que no me pasara nada al mismo tiempo que me preguntaron si me encontraba bien.
Pocas veces me he sentido tan arropado y encima he visto como la mayoría de prejuicios no son más que gilipolleces.