- En Francia, los ministros no se ven obligados a dimitir: salen huyendo despavoridos. Mientras, la oposición se frota las manos ante este nuevo (y duro) golpe a Macron
En el Gobierno Macron, los ministros no se ven obligados a dimitir: salen huyendo despavoridos. El rechazo del ministro del Interior, Gérard Collomb, a manterse en el puesto, como le exigía su jefe, es un golpe demoledor para el presidente francés, que apenas hace un mes veía cómo su ministro más popular, el ecologista Nicolas Hulot, dejaba el gabinete sin avisarle, al amanecer, en directo en un programa de radio.
Collomb hizo pública el lunes su intención de dimitir para preparar su campaña a la alcaldía de Lyon. Emmanuel Macron no aceptó su dimisión. Era una manera de posponer la crisis. Pero el veterano político socialista no estaba dispuesto a cumplir las 'órdenes' del jefe del Estado y se destapó a media tarde del martes con una entrevista a 'Le Figaro', que saldrá completa este miércoles, donde anunciaba que deja su puesto. Finalmente, será el primer ministro, Édouard Philippe, quien le sustituya en el Gobierno hasta encontrar un candidato.
Para Macron, que vive sus momentos más delicados desde el inicio de su mandato, hace 16 meses, es un nuevo mazazo, tras el portazo de Hulot, pero en el caso de Collomb es más hiriente. Gérard Collomb fue una especie de 'padrino' político para el aspirante a Elíseo. El exalcalde de Lyon fue el primer miembro de importancia en el Partido Socialista en creer y apoyar al joven ministro de François Hollande. Collomb, representante del ala socialdemócrata del PSF, pro-business y habituado a gobernar su ciudad en coalición con centristas y conservadores, era un embajador y un ejemplo ideal para un Macron que no contaba con apoyos partidistas, era visto como un traidor por los socialistas próximos a Hollande y como un enemigo por la izquierda del partido.
Collomb, que fue el único ministro que lloró de emoción cuando Macron presentó su Gobierno, mostró por primera vez sus diferencias con el presidente tras el caso Benalla. El ministro del Interior tuvo que verse obligado a dar explicaciones extrañas, por no decir mentir, cuando la comisión de investigación de la Asamblea le inquirió sobre sus relaciones con el exguardaespaldas del presidente. Comprometió su palabra por proteger a Macron.
Más tarde, cuando los sondeos iniciaban la cuesta abajo imparable del presidente, Collomb declaró que quizás el Gobierno pecaba de falta de humildad. Más tarde, a sus amigos del diario 'Le Progrès de Lyon' les dijo que el presidente pecaba de prepotencia y de falta de escucha. Con la alcaldía de Lyon de nuevo a la vista (ha sido alcalde de la ciudad durante 16 años), Collomb no quería verse arrastrado por la política gubernamental, que la mayoría de los franceses considera negativa. Los comicios municipales son en 2020 y aparte la necesidad de preparar su campaña, la deserción de Collomb confirma que él no confía en una recuperación rápida del presidente.
En su respuesta, Macron —que en un primer lugar no aceptó la dimisión de su padrino— ha optado por no mencionar a su exministro. Simplemente emitió un comunicado en el que encargaba al primer ministro, uno de sus apoyos más firmes, presentarle alternativas para sustituir a Collomb.
La huida del ministro del Interior es también muy delicada para Francia. En plena “guerra contra el islamismo”, como el propio Collomb decía, y con la opinión pública alarmada por el aumento de las agresiones violentas callejeras, el país se queda sin la máxima autoridad policial. Además, su sustituto deberá seguir la política de restricción de la inmigración que ha puesto en marcha Gérard Collomb y que solo tiene algunos meses de vida.
La oposición ha vivido este martes un día de fiesta mayor. Para el líder de La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, la segunda dimisión de un ministro de Estado significa que “la agonía de la macronía ha comenzado”. Compañeros de Mélenchon hablaban de “desbandada”. Desde el otro lado del espectro político, los dirigentes de Los Republicanos eran más comedidos y centraban sus ataques en Collomb. "Que ponga fin al 'sketch”, decía Eric Woerth. El socialista Olivier Falorni comentaba también, tras las dimisiones de François Bayrou, Hulot y Collomb: “Nos prometían un Big Bang; tenemos una implosión total”.
El terremoto que ha provocado la dimisión irrevocable de Gérard Collomb dejará muy tocado a Emmanuel Macron, que vuelve a recibir un demoledor desafío a su autoridad. Los problemas del Elíseo ya no se pueden solucionar con campañas de comunicación adornadas de selfis con raperos y jóvenes exdelincuentes. Algo, por cierto, nada del gusto de un político ya con una cierta edad como Collomb, que ha robado a Aznavour el protagonismo del día. Bien podría aplicar a Macron alguna estrofa de la canción 'Morir de amor' del franco-armenio: “Puisque notre amour ne peut vivre, mieux vaut refermer le livre”. “Ya que nuestro amor no puede seguir vivo, más vale cerrar el libro”.
Fuente, El Confidencial: https://www.elconfidencial.com/mundo/2018-10-02/hundimiento-macron-crisis-gobierno-dimision-ministro_1624533/
Bueno, es evidente que esta política pasada, rancia y elitista no funciona. Era de esperar que los franceses se diesen cuenta del error que han cometido.
No olvidemos que además es un político que cada vez que puede saca los colores a la sociedad francesa, como cuando se puso demasiado eufórico en un partido de fútbol, cuando atemorizó a un niño por cantar la Internacional, cuando su guardaespaldas se pasaba de la raya o cuando vaciló a un trabajador que fue a pedir una solución para los currantes.
Esperemos que esto sirva como alarma para que su homólogo español, Rivertira, se dé una buena hostia en las elecciones.