acto de cariño
La parricida tomó la decisión de acabar con la vida de su única hija preocupada por su futuro y angustiada al magnificar el hecho de que empezase a consumir cannabis
PILI PROL
No fue un arrebato, ni tampoco se ha molestado Inés Corbacho en buscar una justificación a su proceder. Podía haber seguido los consejos de su abogado, el ourensano Joaquín González Vila, a cuyas órdenes sirvió en Barcelona su marido cuando aquél era su oficial de la Guardia Civil de Tráfico. El letrado le recomendó, con criterio profesional, que retrasase el momento de su declaración judicial, pero ella, en esta ocasión, no lo escuchó. Habló y habló.
Contó Inés su verdad. Una confesión que fue una liberación, según pensó alguna de las personas que se encontraban en las dependencias judiciales. La madre entiende su actitud como un acto de cariño. No encontraba forma de enderezar el camino de su frágil hija. Consumía drogas ( cannabis nada más, pero drogas, algo que quebraba el ortodoxo mundo que la mujer había forjado con un marido guardia civil) y, pese a sus 28 años, nunca había trabajado e incluso había despreciado, sin presentarse siquiera, ofertas que le habían conseguido. Tampoco había logrado completar estudios de tipo universitario. Vivía algo parecido a una tardía adolescencia, en el peor de los sentidos: insultos, discusiones, palabrotas y enfrentamientos. Todos los días. Estaba instalada en un mundo de fantasía, o así lo veía su madre. Se sentía incapaz y lo admitió.
Recurrió a la Justicia. Buscó, por dos veces, una orden que la enviase a un centro de desintoxicación. Creía que lo necesitaba. El médico forense no halló motivos para internarla. Y la madre insistió en otro juzgado, casualmente en el mismo donde la apertura de un caso por una muerte violenta ha llevado aparejado el archivo de otro.
La muerte del padre y esposo, Luis Luna, de la que este mes de febrero se cumplen cuatro años, abrió un abismo entre las dos mujeres. Él las había mantenido unidas, pero al desaparecer, tras varios años de sinsabores y enfermedad, falló todo.
Los ingresos resultaron muy justos para vivir, incluyendo las pensiones de viudedad y la minusvalía que la chica cobraba por un problema de columna que nunca llegó a asumir. La madre empezó entonces a trabajar en el servicio doméstico y, hasta el lunes, este febrero de mal recuerdo parecía ser buen mes para ella: había encontrado un puesto de trabajo fijo al que ahora no podrá incorporarse. Está en la cárcel.
Es como si se hubiera inspirado en La madre , la canción de Víctor Manuel que narra la cruda historia de la compra de la heroína más pura para dar al hijo y liberarlo de las sombras en las que vivía. «Qué te puedo dar, que no me sufras; que te puede dar, que no te hundas». Ella echó mano de lo que tenía más cerca: una pistola.
http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/noticia.jsp?TEXTO=1473177
esto es culpa de campañas del estado que comparan la marihuana con drogas como la cocaina
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