Como estoy en paro y tengo un trastorno esquizoide mi psiquiatra de la seguridad social me ha prescrito, amen de numerosas pastillas, que busque ocupar mi tiempo con actividades en las que otras personas ejerzan sobre mi influencias normales.
Como sabe que me gusta el griego se tomó en su día la libertad de apuntarme a un cursillo de griego básico que su sobrina imparte en un centro socio-comunitario de mi barriada.
Llegue alli un martes a las 18:00 poco convencido de que tal terapia fuera a desplegar en mi efectos paliativos y socializantes. Mi espesa barba, mis modales inciertos y mi misantropia fueron remendandos por la esbelta fisonomia de la maestra de griego. Una beldad.
Preguntó entre los asistentes, dos señoras muy mayores-extraviadas, un pureta sabelotodo y una joven estudiante de magisterio y yo, si alguno sería capaz de enunciar el alfabeto griego. Yo me alcé y declamé en alta voz desde el alfa hasta la omega.
En seguida destaqué como aventajado alumno y no merced de mis capacidades relativas sino del hondisimo e inerme analfabetismo que me circundaba, pues pronto recabé que la susodicha profesora carecía de las mas básicas lecciones del lenguaje.
Cuando estoy solo mi enferma mente tiende a escuchar cosas imposibles, a veces mientras friego la loza el ruido de la cucharillas me parece una conversación obscena, siento que se comunican conmigo. Con el tiempo he aprendido a ignorarlas pero a veces los ataques son dificiles de diluir. Por eso escapar de mi ostracismo constituye, junto a al farmacopea, la unica posible cura paliativa de mi trastorno.
En la tercera sesión puse de manifiesto ante toda la clase que yo debería ser nombrado profesor ya que la docente no tenía ni la más remota idea, ni siquiera había odio hablar de Pericles. Ante lo cual la profesora me llevo a un apartado y me llamó loco del demonio hijo de perra y me dijo que podía hacer que me encerraran con tan solo dar parte a su tío. Le he pedido mil perdones y he tratado de aplicarme pero ha sido imposible.
El ultimo día tocaba hacer una traducción de una estrofa de Ulises y la acometí con una libertad amplia y ofensiva. Cuando la profesora me mandó leer el texto, bajo mi responsabilidad, fue tan palmario que era debil mental que toda la concurrencia clamó y vitoreó elevando honores a mi suspicacia.
Ella se ha marchado al borde la lágrima y cuando ha regresado una sonrisa de venganza brillaba en sus fauces malignas.
Su tío me ha citado. ¿Qué hago?
RPV: Van a internarme en un sanatorio por un chivatazo, ¿soluciones?