Me gustaría exponer mi opinión sobre Albert Rivera y Ciudadanos en un hilo propio debido a que es una opinión muy larga y compleja, que necesita mucho espacio para desplegarse.
En primer lugar me gustaría explicar que para mí existen dos Españas, que no son las dos Españas de la guerra civil y cuya distinción se remonta mucho tiempo atrás, a la época de la Reconquista. En la franja más septentrional de España, desde Galicia hasta Catalunya, donde abundan los hijosdalgo y la penetración musulmana ha sido mínima, se genera una mentalidad autoritaria y jerárquica. En esta franja la estructura familiar, implicando cohabitación entre generaciones y unigenitura: un solo hijo (o hija) permanece en casa después del matrimonio, bajo la autoridad de sus padres (principio de autoridad) y cuando éstos mueren hereda todo el patrimonio (principio de desigualdad). Así mismo, en toda esta franja la práctica católica se debilita en una fecha posterior a la del resto de la península, por razones evidentes: se acepta con más facilidad la autoridad de un Dios superior a los hombres y la de un párroco superior a sus feligreses.
Por contra, en el resto de la península la ideología subyacente tras la Reconquista es liberal e igualitaria. Aquí la estructura familiar es nuclear e igualitaria: todos los hijos e hijas se independizan tras el matrimonio y todos/as heredan lo mismo. Así mismo, en este área la práctica católica cae en una fecha histórica más temprana que en el extremo norte, por las razones inversas.
Ya en el siglo XVI el temperamento particularista y jerárquico del norte peninsular produjo una ideología etnocéntrica que insistía en la limpieza de sangre de los norteños, quienes no habían contaminado su sangre con la de moros y judíos y por tanto debían gozar de prioridad en el acceso a cargos y prebendas. En 1640, Catalunya se rebeló ante el requerimiento del Conde Duque de Olivares de que fuese mayor su contribución al esfuerzo militar que España sostenía en la Guerra de los Treinta Años, y durante la Guerra de Sucesión sería la región más adepta a la causa austracista en defensa de sus fueros y privilegios. Durante el siglo XIX, la Catalunya Vella, el Maestrazgo, Navarra y el País Vasco fueron el foco de la insurgencia carlista desde la regencia de Urgel de 1820 hasta el fin de la última guerra carlista en 1876: fueron estas naciones las que se levantaron contra los liberales y en defensa de un modelo sociopolítico tan autoritario y jerárquico como el Antiguo Régimen (absolutismo monárquico, sociedad estamental, oscurantismo religioso, gremios...). En mi opinión, el nacionalismo catalán y vasco surgido en el siglo XX ha sido una más de estas ideologías fruto de una mentalidad que insiste en el estatus especial y superior de catalanes y vascos vis-a-vis el resto de los españoles.
¿De qué manera encajan Albert Rivera y su partido en este esquema? Rivera es hijo de una malagueña y de un catalán y nace en La Barceloneta, un barrio popular y charnego de Barcelona, pero se educa en colegios de la Catalunya profunda. Es decir, no encaja claramente en ninguna de las dos Españas.
A mí me parece que Albert Rivera sostiene una concepción desigual de las naciones y los hombres que le ha permitido convertirse en el candidato preferido del IBEX 35, pero también posee una sensibilidad universalista, internacionalista que le ha llevado a oponerse a la deriva independentista de Catalunya.
El programa económico de Ciudadanos ha sido elaborado por fundaciones liberales y el partido arrasa en intención de voto entre los grandes inversores. Palo Motos contó en la entrevista que le hizo en El Hormiguero cómo Rivera fue tratado "como la Preysler" en una reunión de magnates españoles: todos lo veían como el próximo presidente de España. Se trata así mismo de un partido profundamente europeísta, elemento muy significativo: el europeísmo es propio de paridos socioliebrales, ideología que abraza Ciudadanos, y se trata de partidos populares en naciones con un temperamento liberal como Inglaterra (Partido Liberal-Demócrata) u Holanda (D66). El europeísmo se ha convertido en la ideología de naciones con un fondo antropológico jerárquico, cosa que no es de extrañar dado que la Unión Europea, muy alejada de los ideales universalistas expuestos por Kant en La paz perpetua, se ha convertido en un sistema internacional autoritario y jerárquico dominado por Alemania, país cuya estructura familiar tradicional es también troncal y que salvo en su tercio sur ha profesado tradicionalmente la religión protestante, religión que afirma la desigualdad de los hombres con su doctrina de la predestinación (unos individuos nacen destinados a la salvación eterna y otros a la condenación eterna), opuesta al libre albedrío de los católicos. En la actualidad, las regiones europeas más proclives al proyecto europeo son aquellas con un fondo antropológico jerárquico y viceversa. El europeísmo bien podría ser la gran ideología que en el presente siglo han engendrado los grupos humanos europeos con un valor de desigualdad.
Por lo demás, Rivera y su partido parecen desprovistos de aquellos factores que ablandan el valor de la desigualdad en las sociedades donde dicho valor prevalece. Carece desde luego del etnocentrismo de un Artur Más o un Íñigo Urkullo: cómo se le puede presumir este rasgo a un hombre que es el mayor oponente a la independencia de su pueblo. A Mas o Urkullu cabe suponerles un afecto hacia su pueblo que le impedirían tomar una decisión claramente contraria al interés general del mismo, lo que incluye a los catalanes y vascos pobres, pese al valor jerárquico que profesan propio de su sociedad y de su clase social. "Ricachones de todo el mundo uníos (y hacedme rico a mí también)" parece ser el mensaje que transmite Rivera. Como tampoco tienen Rivera ni su partido los sentimientos religiosos que tiene el viejo nacionalismo católico: al menos al PNV o a UDC cabía atribuirles el desprecio del dinero y el afecto hacia los pobres propio del cristianismo; Rivera y su partido, por contra, son profundamente laicistas. Se trata de una ideología de la desigualdad radical y sin matices.
Más que inspirarme temor Ciudadanos en sí, me inspira temor el cambio de paradigma que representa la irrupción de un partido político así en la escena española. Hasta ahora, PP y PSOE eran agrupaciones de intereses muy diversos, algunos relacionados con el estatus socioeconómico y otros no, y aunque globalmente el PSOE fuera el partido de los pobres y el PP fuera el partido de los ricos, y el PP nunca perdiera en el barrio de Salamanca ni el PSOE en Vallecas, cada uno de estos partidos tenía el apoyo de algunos poderes económicos y la animadversión de otros. Aznar era un niñato pijo de Valladolid, pero tenía sus propias ideas, liberales como es sabido, y en la defensa de estas ideas bien podía chocar con algunos poderes económicos si fuere necesario. Por lo demás aunaba estas ideas liberales con un inconsciente igualitario, y la desigualdad social incluso descendió ligeramente durante el mandato de Aznar. Lo cierto es que en la esfera personal (y perdonad el exordio) el mandato de Aznar coincidió, causalidad o no, con los mejores años de mi vida, de forma que no creo que pudiera criticarlo aunque me trocara en comunista. En Rivera todo esto ha sido sustituido por una vacuidad absoluta de principios y una concepción totalmente vertical de las relaciones humanas: Rivera sencillamente hará la voluntad de las clases dirigentes, y por cierto que mientras Aznar era un engominado con bigote amante de las carreras y el vino y gustaba de ataviarse con un sobrero de tejano y poner los pies encima de la mesa junto con Bush mientras se reía del mundo, Rivera tiene un temperamento mucho más disciplinado (se trasluce claramente en su lenguaje verbal y no-verbal perfectamente cuidado) que reforzará esta disposición a obedecer los mandatos de instituciones supranacionales y satisfacer los intereses de los más acaudalados. De su programa económico se ha dicho que está la izquierda del PP y a la derecha del PSOE, y es cierto en la medida en que no es un programa propiamente izquierdista ni derechista, sino sencillamente oligárquico: es un programa hecho a la medida de los más adinerados.
En fin, para terminar y como corolario a esta opinión sobre Rivera y su partido me gustaría incidir en la otra faceta de esta absoluta vacuidad de principios que a mi juicio caracteriza a Rivera, y es el oportunismo: Albert hablará un día del IVA único y al siguiente abogará por la redistribución de riqueza y la justicia social, pactará en Andalucía con el PSOE y en Madrid con el PP, se mostrará tibio o rehuirá posicionarse en todas las cuestiones controvertidas, se dirá liberal un día y socialista al siguiente, y si es preciso se vestirá de flamenca y bailará una sevillana con tal de ganar votos. Lo cual nos lleva a pensar que su único deseo al hacer carrera política es medrar, pues ese es el deseo de cualquier político oportunista: conducir coche oficial, ser rico, pronunciar conferencias y que lo llamen señor Presidente: esa es la única ambición de Albert Rivera.
RPV: Albert Rivera me parece una combinación de la idiosincrasia catalana y la castellana que reúne lo peor de ambas y nada bueno de ninguna, cuya ideología es la de una desigualdad radical y sin matices, cuyo carácter es oportunista y desprovisto de principios, cuya actitud disciplinada reforzará su disposición a satisfacer los intereses de los poderosos y cuya única intención al hacer carrera política es medrar.