En ningún momento le he impedido dar su opinión. Lo que estoy subrayando es que su opinión acarrea perpetuar limitaciones sistemáticas mientras que la de sus críticos aboga por libertades existenciales a niveles tan sencillos como no tocarle las narices a los hombres que quieren practicar gimnasia rítmica. Y por supuesto que ella intenta imponer cosas desde el momento en que su pensamiento se basa en perpetuar un statu quo basado en una diferenciación tradicionalista entre lo masculino y femenino, en desear que en su país jamás se llegue a la hecatombe apocalíptica de que un hombre practique gimnasia rítmica, en aseverar que sus hijos jamás lo verán como normal... Como mínimo, apoyando estas ideas ayuda a que quienes tienen el poder para imponer sí lo hagan, porque me huelo a qué facción política respaldará tanto personalmente como cual figura pública (de ahí que se escude en la legalidad en lugar de cuestionarla reflexivamente).
En otras palabras: no tiene que callarse, pero nadie le debe respeto alguno a una opinión basada en reivindicar sus neuras conservadoras a expensas del bienestar de los demás que sí sufren a diario porque les coartan sus posibilidades en la vida, a diferencia de quien llora porque un hombre viste mallas en las Olimpiadas aunque ello no implique prohibírselo a las mujeres.
El lenguaje pragmático seguiría siendo el mismo, y la incapacidad para comprenderlo seguiría estando ahí.