El mito de la desindustrialización española
La desindustrialización española, cualquier persona que haya leído o participado en debates políticos o económicos patrios sin duda alguna es familiar con el concepto.
Dicha idea hace referencia al proceso histórico que técnicamente se llama reconversión industrial, que empezó con toda su fuerza en los 80, y culminó con la entrada de España en la Comunidad Económica Europea, cuando Felipe González, a partir del 1986, finalizó el proceso con resultados obvios.
Mientras podemos ver como el sector secundario crece constantemente hasta la década de los 70, a partir de entonces empieza a aminorar, mientras el tercer sector explota, Datos puros.
Así pues, parece absurdo decir que la desindustrialización española sea un mito. Y efectivamente, yo no tengo intención de negar que el peso de la industria española en la salida de la dictadura era mayor que el que tiene ahora, lo que he venido a desmontar es otro mito de la desindustrialización española, el mito de que la gran industria -en su mayor parte pública- del Estado se vendió a inversores extranjeros, principalmente alemanes, para que Felipe Gonzalez pudiera pagar favores, así como subordinar españa a los intereses teutones, quedando relegada a un país de camareros y hoteles en una especie de repartición del trabajo a nivel europeo.
Dicho mito surge en todos los sectores euroescépticos, conservadores o comunistas, e incluso personas críticas con la Unión Europea (de las que, he de decir, me considero) son capaces de tragárselo. Para poner un ejemplo, este extenso artículo de La Razón Comunista:
El robo del patrimonio nacional español durante la transición
Este artículo narra como el PSOE DE González llego a poder aupado por los socialdemócratas alemanes, procediendo entonces a desmantelar la industria a la orden de sus amos protestantes. Bien, tampoco tengo interés en contradecir los intereses del PSOE sino:
- que la industria española fuera digna de gran elogio y que su pérdida fuese la causante de nuestros problemas actuales, y
- que su desmantelamiento obedeciese a algún tipo de mandato europeo para relegar a España a un segundo lugar
La reconversión industrial
Reconversión industrial, en el contexto de la salida de la crisis de 1973, son un conjunto de políticas de reconversión del sector primario y sector secundario simultáneo y de mayor prioridad al de reindustrialización, que duró toda la década de los 80, siendo ambos las dos vertientes de un proceso conjunto de reestructuración industrial. Se puede definir como la adopción de medidas de política económica para intentar ayudar a que converjan la oferta y la demanda en el mercado en los sectores en crisis.
La crisis de energía de 1973 fue una crisis que golpeó duramente a la economía española, que ya venía de estar en jaque relativo. El desarrollismo franquista se fraguó bajo la supresión salarial y la libre entrada de capital extranjero para explotar la subdesarrollada mano de obra española. En cuanto la dictadura se fue, España pasó a ser un país con una destacada conflictividad laboral, al abrirse de nuevo la veda del movimiento sindical y la lucha obrera.
Así pues, la crisis energética mundial llega a España en un contexto de transición con grandes problemas estructurales, y es entonces donde se empieza a hablar de reindustrialización, pero los gobiernos de Adolfo Suárez y Calvo Sotelo carecen de los apoyos suficientes (sobretodo populares) para embarcarse en ella, por lo que tienen que mantener la paz social, y no es hasta la llegada de Felipe González en los 80 donde la reconversión arranca del todo, sobretodo en su segunda mitad.
Antes de la Transición, teníamos monopolios estatales capaces de proporcionar servicios básicos a precios asequibles, y cuyos beneficios revertían en el Estado.
¿Eran tan buenos estos monopolios estatales, esta industria española (la décima del mundo)? Veamos como resistieron a la crisis de los 70 y la democracia.
El estado de la industria y la economía española en los 70
Balanza comercial
La industria española, décima del mundo, para los 70 no tenía ningún balance comercial positivo neto. Del gráfico se puede extraer que la situación empeoró en los 90, ostentiblemente a raíz de la reconversión (aunque en los 80 hubo un balance positivo histórico), pero no se puede decir que los datos de las décadas anteriores correspondan a una gran potencia industrial.
Yo no soy un fanático del balance comercial positivo, sin embargo es cierto que un balance comercial negativo es un pobre indicador para una supuesta economía industrial. Una industria de alto valor añadido importa materia y exporta productos caros, por poner un ejemplo extremo, Japón en los 80 tenía un balance comercial del 1800% (exportaciones/importaciones) respecto a USA. Eso es una seña clara de una economía de alto valor añadido.
Devaluación monetaria
Uno de los instrumentos de los que más abusamos para mantener esa gran industria fue la de la devaluación monetaria. Esto es un instrumento común en economías (en desarrollo, no obstante), y difícilmente podría argumentarse que una moneda barata es mala señal viendo a Japón. Sin embargo no hacen falta muchos conocimientos para entender que mantener competitividad en el extranjero a base de abaratar tus productos de manera indefinida tiene mala pinta.
¿Cuántas veces se devaluó la peseta durante todo el desarrollismo? Seis ( Siete devaluaciones desde 1959 )
Veamos:
En 1967, una devaluación del 14.28%
En 1976, una devaluación del 7.26%
En 1977, una devaluación del 24,87%,
En 1982, una devaluación del 8%.
Difícilmente puede decirse que ante la volatilidad del valor del dólar (la crisis de energía se cebó también con USA) estas devaluaciones sean la hecatombe que parecen, pero una economía que requiere de 5 devaluaciones en menos de una década no da la imagen de estabilidad que se espera de un gran país industrial.
Inflación
La subida de costes provocó, como no podía ser de otra forma, subida de precios. Entre 1970 y 1973, los precios subieron en España a un ritmo superior al 9% anual. La industria siempre va a reflujo del coste de la energía y el petróleo, por lo que la década de los 70 tuvo lugar una fuerte inflación, que si bien se redujó a casi la mitad en los 80, seguiría siendo altísima durante un tiempo.
En los 70 asistimos a un incremento del IPC anual medio de 13.65%, llegando a un acumulado en 1980 de 258,52.
Lo que podías comprar con una peseta en 1970 necesitabas 3 y media en 1980.
Lo que podías comprar con una peseta en 1960 necesitabas 6 en 1980.
Desempleo
Y por último, no podía faltar el desempleo. Es casi axiómatico que en cualquier discusión del desempleo español salga a relucir la gran importancia del sector servicios en españa, en concreto el hostelero y el turismo. Sectores estacionales y de bajo valor añadido que condenan el país a una tasa de paro estructural altísima. En comparación con esto, cuando eramos décima potencia industrial las cifras del paro eran bajas, todo el mundo tenía un trabajo, podía liquidar una hipoteca en 10 años y comprar dos coches con un sueldo. ¿Cuándo se torcieron las cosas? ¿Con la desindustrialización? Nope.
Este gráfico es El Clásico de las discusiones de barra de bar
La reconversión industrial entra a toda marcha con la llegada al poder de Felipe, incluso aunque podamos considerar que empieza de forma tímida antes, la tendencia es impepinable: El paro entra en una escalada exponencial desde el propio fin de la dictadura (y hay que tener en cuenta que las cifras de paro de la misma no son de fiar). Como ya he dicho, la liberación de la supresión salarial llevo al resurgir de un gran movimiento obrero en España, que se organizó en sindicatos para pedir mayores salarios y condiciones. En un clima de semejante inestabilidad social, aupado por la crisis de materias primas, además de un tejido industrial que se había diseñado de manera ultra rígida -controlar los desempleados, a cualquier coste, es una necesidad de mantener la paz social, algo imprescindible en una dictadura-, la industria sufrió. Ya he enseñado los indicadores de devaluación y inflación, como todo en el mundo real son fenómenos multicausales, pero es difícil de no ver una causalidad entre el aumento de costes de la mano de obra en una industria acostumbrada a mano de obra sin derechos algunos.
Lejos del discurso de que España surgió de la dictadura con un gran patrimonio en forma de una industria puntera y grande, España surgió de la dictadura con un tejido empresarial obsoleto y ultra rígido, que resistió de manera muy pobre los embates de la naciente democracia. Por si eso no fuera poco, la crisis de energía golpeó el mundo y a nosotros, trayendo todavía más miseria. Muchas veces se saca pecho diciendo que España fue la décima potencia industrial del mundo, sin embargo estas comparaciones son profundamente tramposas, porque ¿qué potencias había en esa época? En 1974 Asia seguía mayormente subdesarrollada a excepción de Japón. España a día de hoy sigue siendo la decimocuarta potencia económica, simplemente nos han superado cuatro países desde entonces a pesar de que en términos reales hayamos perdido bastante más, por eso las comparaciones de tipo ranking son inútiles.
Sin embargo, una cosa es cierta y es que no he hablado de la desindustrialización en sí. Simplemente me he limitado a decir que España atravesaba una crisis en los 70, lo que es obvio. Pero ¿acaso hacía falta deshacerse de la industria para sobrevivir? Veamos.
La desindustrialización española
La pérdida de relevancia del sector industrial en España no tiene absolutamente nada de especial ni característico, sino que obedece a una tendencia observada de manera universal en todos los países del mundo, y es la de la U invertida:
¿Que quiere decir esta gráfica? Que el desarrollo económico de un país pasa por dos fases, en relación a su industra:
- la primera, la de industrialización, el país, que posee una economía subdesarrollada con un peso importante del sector agricultural (referirse a la primera gráfica del hilo) empieza a industrializarse, con el incremento brutal de la productividad derivada de la inversión de capital en fábricas se sucede una época de bonanza donde los salarios crecen y la situación es de prosperidad general
- la segunda, la de desindustrialización, el sector servicios empieza a tener mejor productividad sobre el capital que el sector industria, gracias a que el país ya posee una clase media notable, hambrienta de productos y comodidades para disfrutar la vida, asimismo, la gente ya no está dispuesta a trabajar por cuatro perras como antes, por lo que el país pierde competitividad internacional, todos estos factores provocan necesariamente que el peso de la industria disminuye
Como ya demuestra el gráfico la forma es muy característica, y se sigue con resultados tan aparentemente contraintuitivos como el hecho de que Reino Unido tenga mayor sector servicios que España. De hecho, se sigue con resultados tan demoledores para cierto relato como este:
Alemania, la supuesta gran beneficiada del reparto del trabajo europeo, ha perdido más industria que España. Pasando de un 35% a un 20%, ocupando un segundo lugar por detrás de Italia (otra supuesta gran perdedora de la adhesión europea).
Así pues, el fenómeno de la desindustrialización, por más que se tenga que explicar en cada contexto, con las particularidades de cada país, es un fenómeno por el que todas las economías pasan. La terrible Alemania sufrió más desindustrialización que nosotros.
Conclusiones
Después de este tochaco, espero haber explicado suficientemente claro el por qué creo que:
- la industria española no fue esta joya de la corona que nos dio las mejores décadas de la historia de este país, y que con su desvanecimiento nos condenó al paro y la especulación ladrillesca,
- no hubo ninguna conspiración paneuropea para forzar a España a desindustrializarse y que quedase relegada a un país de copas y playa
No hay evidencia económica para sostener la tesis que en España sucedió un proceso extraño y particular, motivado por intereses (geo)políticos, en lugar de un fenómeno habitual en el desarrollo económico de todo país. Que se hicieran malas decisiones en la reconversión industrial es posible (es seguro), pero entre creer que es una conspiración teutona para torpedear el resurgir del Imperio o ineptitud (o corrupción) de nuestros gestores políticos, soy un ferviente defensor de la navaja de Ockham, aunque hay que admitir que las dos cosas no son contradictorias, refiriéndome al tráfico de influencias.