El 28 de noviembre de 1953, Frank Olson se tiró por la ventana del décimo piso de un hotel de Nueva York. Era un científico que había trabajado para el ejército de Estados Unidos, pero para entender su suicidio hay que remontarse a una reunión a la que asistió 9 días antes. Fue dirigida por Sidney Gottlieb; había adquirido LSD y deseaba probarlo en secreto.
Lo vertió en la bebida de Olson y esperó; éste empezó a sufrir descoordinación llegando a parecer, según algunos testimonios , psicótico.
Comenzaba así el proyecto MK-ULTRA de la CIA, y su encubrimiento durante años. Nació de uno anterior, Bluebird, que se había creado para contrarrestar los avances soviéticos en el lavado de cerebro y cuyo objetivo fue el control mental poniendo énfasis en la narco-hipnosis; una combinación de drogas con una programación hipnótica.
Posteriormente Bluebird pasó a denominarse Project Artichoke (Proyecto Alcachofa), con el que se formó un grupo de la CIA que viajó por todo el mundo comprobando las nuevas técnicas de interrogatorios y asegurándose de que los sujetos no recordaran algo. Se sirvieron, entre otras drogas, de marihuana, LSD, heroína y pentotal sódico, llamado suero de la verdad.
Nunca se sabrá exactamente el alcance de las pruebas ilegales, que al parecer alcanzaron a ciudadanos estadounidenses de a pie. Richard Helms, director de la CIA y cerebro del programa, ordenó la destrucción de todos los expedientes antes de dejar su cargo en 1973, aunque algunos documentos se filtraron y salieron a la luz a finales de los setenta.
Desde entonces, bastantes personas han denunciado que se les han implantado dispositivos capaces de ejercer una manipulación mental. En Internet hay imágenes de supuestos implantes vistos en escáneres cerebrales, pero es difícil comprobar su veracidad. Un ejemplo es Robert Naeslund.
Por lo demás, es destacable la existencia de una red internacional contra el control de la mente, con sede en Suecia, que desde hace años realiza una campaña para lograr el fin de estas prácticas. Afirman que las llevan a cabo muchos servicios de seguridad del mundo; han informado de incidencias en Estados Unidos, Alemania, Suecia, Dinamarca y Gran Bretaña. Supuestamente se habrían realizado implantes de trasmisores, electrodos y cristales de transmisión de radio, cuyo fin es enviar mensajes directamente al cerebro además de registrar y analizar la actividad cerebral.