El Club de la Pelea tiene todo que ver con la recuperación (o la revitalización) de la masculinidad. He argumentado que la hombría es alcanzada a través de la orientación hacia un ideal por el cual luchamos para actualizar, preservar o proteger. Pero no podemos perder de vista el hecho de que el hombre es la mitad de un par, y esa parte de ser un hombre es definida en relación a una mujer. Para serles franco, dado que estamos entre hombres, hay algo innegablemente misógino acerca del ideal de la masculinidad. Los feministas tienen un poquito de razón. En parte, definimos lo masculino como lo que no es como una mujer. El grado al cual un hombre es “afeminado” es el grado en el cual él ha fallado en ser un hombre, el grado en el cual él es despreciable como hombre.
No todos los hombres piensan de esta manera, tan solo el 99.9% de ellos. Tal vez no deberían pensar así, pero nunca va a cambiar. Los feministas imaginan que están haciendo algún progreso en reeducar a los hombres. En realidad, los hombres solo fingen que piensan de la manera en que los feministas quieren que lo hagan, por la misma razón por la cual los hombres han pretendido estar de acuerdo en las demás pendejadas que se les han ocurrido a las mujeres: ellos quieren llevarse bien con ellas, que les hagan la comida y que les den sexo regularmente.
Aunque los hombres conscientemente se definan a sí mismos en contraposición a las mujeres y a lo femenino, ser un hombre involucra también lograr una relación positiva con estas. Poniéndolo en términos más suaves, esto requiere un delicado balance. Las mujeres están más fuertemente atraídas a los hombres fuertes y masculinos que no están totalmente absorbidos por ellas y que quieren lograr algo más en el mundo. En parte, es porque ellas ven tales “machos alfa” como seres capaces de protegerlas a ellas y a su descendencia. Claro, una vez que una mujer ha atrapado un hombre así, ella usualmente hace el trabajo extra de intentar pararlo antes de que tome riesgos; algo que, más a menudo de lo que se piensa, él es cómplice de esto –y tiene una muerte falsa, empieza a resentirla y a soñar cómo podría haber sido. Igual, ella termina sintiendo desprecio contra él, porque él falló en decirle que no (aunque ella nunca esté consciente de esto).
Por su parte, el hombre quiere una mujer en la que él pueda confiar que le sea fiel. Simplemente, él quiere un poco de seguridad de que los niños que estará criando serán los suyos. El signo primario de la fidelidad que él busca es devoción: él quiere una mujer que realmente crea en él por sobre todas las demás cosas; quien crea en él, en su misión y en su habilidad de lograrla. Él quiere, en cierta forma, ser adorado. Si un hombre es capaz de encontrar una mujer como esta y aún así perseguir su misión en la vida, él se convierte en el hombre más feliz y más realizado de los hombres. Esto es porque las fuerzas equivalentes y a veces antagonistas de su naturaleza han –por medio de la alianza con la mujer ideal—alcanzado la armonía entre su impulso por luchar por alcanzar un ideal y su impulso de reproducirse. Tal hombre ha encontrado una manera de formar una familia y de seguir sus ideales, al alinearse con una mujer, cuya devoción realmente alimenta su viaje por su ideal.
Tal y como Derek Hawthorne lo expresa en su ensayo acerca del film Storm over Mont Blanc:
"Sin una mujer, un hombre carece de la sensación de estar con los pies en la tierra. Los hombres tienden a estar tan enfocados en hacer que pierden de vista el ser. Su búsqueda por alcanzar su propósito en la vida se convierte en algo frío y estéril. En últimas, sin un hogar, ni un corazón ni una mujer a la cual regresar por sustento, se queman a sí mismos en el camino. Tienen una sensación de vacío y caen en la desesperanza."
El Männerbund germánico existe en un estado constante de tensión con la sociedad. Tiene tanto el potencial de proteger y preservar la sociedad en la cual emerge, como puede ser algo salvaje, volátil y transgresivo. En últimas, sus miembros, para sentirse realizados como hombres, deben crear un balance entre la devoción que tienen entre sí y el deseo por una mujer y una familia. Estas dos cosas pueden coexistir, pero para que un hombre logre que funcione, tiene que superar la influencia de sus camaradas, quienes siempre lo estarán incitando a una aventura en lugar de verlo “subordinado a su mujer”[20]. Igualmente, él debe resistir la influencia de su mujer, la cual intentará (a menos que ella sea realmente excepcional) siempre sabotear la relación que tiene él con sus camaradas. Él debe aprender a decirles “no” tanto a los unos como a la otra, aunque decírselo a su mujer sea más difícil.
La relación que Jack sostiene con Marla dramatiza esta dinámica. ¿Pero quién es Marla?
Ella es una vagabunda sin afecto, al igual que Jack. Ella es el retrato que hace Palahniuk de la mitad femenina del moderno hombre que ha tocado fondo[21]. Como tal, ella es muy diferente de Jack. Jack responde a la emasculación moderna haciendo algo al respecto. Él divide su personalidad en dos, haciendo que su potencial de autorrealización masculina tomara[22] la forma de “Tyler Durden.” Y luego él y esa manifestación más alta de su ser crean el Club de la Pelea, el cual luego se transforma en un movimiento revolucionario.
La respuesta de Marla a la emasculación moderna es algo diferente. Teniendo nada que pueda ser emasculado, ella no puede, obviamente, responder a nuestro moderno predicamento en el mismo modo en que Jack lo hace. Ella está, a falta de un mejor término, “insatisfecha”. Y esto es consecuencia principal de la emasculación de los hombres que la rodean. Como dije anteriormente, cuando las mujeres consiguen que todo se haga a su manera y logran que los hombres dejen de tomar riesgos y empiecen a jugarla suave, ellas consiguen lo que quieren –pero terminan sintiendo desprecio por sus hombres, y empiezan a sentir que algo les falta a sus vidas.
Ese hogar en el que creciste y en el cual Papá abandonó sus sueños para hacer feliz a Mamá, comenzó a jugar el juego de ella y a pintar soldaditos de plástico en su refugio masculino[23] –que era el microcosmos de lo que hoy es el macrocosmos. Vivimos en el mundo de la mujer, donde el Hombre ha respondido con un histórico “¡Sí, querida!” a la Mujer. Y ahora, Mujer es Marla: amargada, a la deriva, adictiva, autodestructiva, promiscua[24], llorona y a la espera. A la espera de algo o de alguien al cual entregarse a la manera en que lo hace una desaliñada y malgastada princesa que está encerrada en una torre. Sola está ella, encerrada en este mundo por ella misma y denunciando a la llave que puede liberarla como su “opresora”.
Jack es un pesimista. No un nihilista. Su desesperanza lo lleva a intentar cambiar el mundo. Marla, por otro lado, es la verdadera nihilista. Ella nunca se gradúa de ser una turista en los grupos de apoyo. Ella simplemente está a la espera de la muerte. Toda su vida es un gran “grito de ayuda”, tipificado en su sobredosis de Zanax.
Es esa sobredosis la que realmente acerca a Jack y Marla. En su modo “Tyler”, él fornica a Marla repetidamente y, en palabras de ella, él es extremadamente bueno en ello. Ella parece necesitar esto con muchas ganas, pero lo que ella realmente quiere y lo que realmente la satisface es simplemente estar con Jack, por quien ella comienza a preocuparse realmente. (Las mujeres no son buenas en el sexo casual. Ellas quieren formar lazos con sus compañeros sexuales. Es por esto por lo cual las mujeres son las verdaderas víctimas de la revolución sexual). El verdadero pathos es introducido a la historia, por supuesto, en el hecho de que Jack siga volviendo en sí, en Jack, y siga sacando a Marla de la casa. Este es el “lado amoroso” de El Club de la Pelea.
Lo que hace que nos preocupemos por la historia y por los personajes mucho más. ¿Por qué? Bueno, pues no queremos ver a la pobre Marla herida. Pero también queremos ver que Jack “se junte” con ella. Cuando miras el film por primera vez y no sabes que Jack es Tyler, piensas que Jack está secretamente enamorado de Marla (y tal vez ella de él) y esperas que Jack se despabile y reclame a Marla como suya, lejos del cruel Tyler. Cuando vez el film de nuevo, sabiendo del giro que este da, un tipo diferente de suspenso te toma: esperas que Jack se dé cuenta que él es Tyler y de que él se ha estado cogiendo a Marla todo este tiempo, y quieres que él se despabile antes de perder a Marla por completo.
De nuevo, ¿por qué? Porque sabes que Jack, como hombre, no puede estar satisfecho únicamente con el Club de la Pelea. Él necesita a Marla. Pero para que el que un hombre tenga una mujer y que esto signifique algo (y el ser tenida signifique algo para ella), un hombre debe ganarse a la mujer por medio de sus cualidades masculinas. El Club de la Pelea se vuelve un medio para conquistar a Marla. Es Tyler hacia quien ella se siente atraída, pero Tyler es simplemente el masculino y confiado alter ego de Jack. Marla es inicialmente atraída a Jack en los grupos de apoyo, porque ella ve que ambos son almas perdidas. Pero es solo cuando él se convierte en Tyler Durden, que ella comienza a sentirse ligada a él.
Transformándose en Tyler Durden, Jack se convierte en hombre, y por esto atrae, repara y redime a la Mujer dañada. O al menos así parece al final, en el momento en que Jack y Marla se toman de las manos mientras ven los edificios estallar y colapsar a su alrededor.