Vivo con él y hace poco que murió mi madre. De nuestra familia yo he sido el que más tiempo ha pasado con él, pero desde hace ya varios años la relación se ha vuelto tóxica.
Le quiero mucho y no me quiero ni imaginar si le perdiera, pero también le tengo mucho rencor y desprecio. Discutíamos mucho hasta que puse un poco de tierra por medio y empecé a hablar menos con él. Evitaba cualquier tema susceptible de acabar en discusión, y me armaba de paciencia cuando le oía soltar barbaridades. Yo hacía mi parte de mantenimiento en casa, no daba problemas y hacía mi vida.
Con la muerte de mi madre acercamos un poco las posturas pero al cabo de las semanas ya volvíamos a tener encontronazos. Sigo viviendo con él por tres razones: no tengo dinero para pagarme un piso, porque estoy acomodado y porque me da pena dejarle solo.
No me gusta nada su carácter: es tosco, bruto, ignorante y no tiene ninguna inquietud por coger un puto libro ni aprender nada. Cuando le hablo de algún tema curioso para ver si despierto en él algo de interés (ya sea ciencia, filosofía, música clásica, historia...) me responde con apatía. Eso sí, cuando se trata de defender la tauromaquia porque es una tradición española y mucho española te dice que ha oído a "biólogos" decir no sé qué que si quitan la tauromaquia el toro de lidia se extingue. O cuando se trata de política le sube la testosterona, pero le baja la reflexividad.
Cuando hacemos alguna comida con algún familiar siempre aprovecha para decir algún comentario crítico conmigo, delante de todos. La semana pasada dijo que vivía conmigo pero como si yo no estuviera porque no quiero comer al mismo tiempo que él o porque paso mucho rato en mi escritorio. Comentario que me tocó los cojones pero no dije nada.
Ha llegado a casa borracho en más de una ocasión últimamente, y cuando se queda dormido con la papa a veces grita soñando, y he tenido alguna discusión por eso también. Porque me da puta vergüenza ajena.
Entiendo que el hombre lo ha pasado mal en la vida, pero parece que quiera instalarse en el inmovilismo eterno. Es como el hombre-cojín de La que se avecina, pero más bruto y autoritario. Cuando hemos hablado para arreglar el piso, cambiar la distribución o renovar mobiliario su frasecita es "¿para qué?". Y si no discutimos es porque estoy ya en plan "haz lo que te salga de los cojones".
Parece que la única forma de no discutir es no hablar, o hacer un gran esfuerzo de paciencia por mi parte y evitar contestar a las burradas que a veces suelta.