Entre los caderazos de una gogó y una canción de mi juventud me ahogué en un mar de nostalgia provocado por ambas; la canción y la gogó. Por qué coño dice esto, pensarán los que acaben de leer la primera frase de un borracho que abre un thread producido en parte por el alcohol. Pues es sencillo; la canción en especial no sé por qué coño me recordó a eso, la mujer sí; era gogó. Mi prima era esa mujer. La canción supongo que me gustó cuando la escuché y mi cerebro, en una de sus divagaciones nocturnas, la asoció a ese recuerdo que marcó una pequeña parte de mi infancia y gran parte de mi vida.
Sucedió una noche a la edad de 11, 12 o 13 años. No he sido capaz de recordar los años que tenía por aquel entonces pero mi prima era gogó y me saca 6 años así que supongo que la edad que tuviera eran unos 17. Ella era, y es, una mujer hecha y derecha. Provocativa, exuberante, con un cuerpo que enamoraría a un ciego que hacía sacar de cada hombre lo peor de sí mismo: morbo, deseo e instinto sexual. Lo peor o lo mejor según se mire.
Bien, el caso es que un día que no recuerdo y una tarde que tampoco recuerdo muy bien mis tíos vinieron a comer a casa. No recuerdo absolutamente nada de ese día. Nada. Sólo que hablando entre primos y como alguna vez que otra ocurre dijimos que mi prima se quedara a dormir en casa. Y como alguna vez ocurre, todos aceptaron y todos nos quedamos felices. En un principio mi prima iba a dormir con mi hermana (que no está buena, que os veo…) en su cama, ella dijo que mejor dormía conmigo porque era más pequeño y así dormiríamos mejor. Yo no sabía lo que me esperaba esa noche, ella sí.
Estábamos en la cama, mis padres en el salón. Hablamos de cosas estúpidas, seguro que lo eran. Entonces ella empezó a adulzar su todo de voz, eso sí que lo recuerdo bien, una voz celestial, suave y penetrante. Puso su mano en mi rostro que aún no había sufrido las desgracias del acné, me acarició la barbilla y me dio el primer beso de verdad que tuve con una mujer. Yo no supe reaccionar, algo compresible, y ella me guió por el sendero nocturno de la pasión, excitación y perversión. Cogió mi mano y se acarició el cuello con ella, bajó lentamente a los pechos y se frotó los pezones también. Siguió bajando por el ombligo y el monte de Venus hasta dar con el clítoris (eso lo sé ahora, no entonces). Allí descubrí con mi tacto los secretos mejor guardados de la mujer. Más tarde, ella me enseñó más secretos, ella me privó de mi bella adolescencia, sí. Aquella noche me acosté siendo un niño inocente. Me desperté ansioso por descubrir el mundo de los hombres. Ella me guió a través de él.
Y es curioso, porque esta historia también me ha recordado a otra que nada tiene que ver con ella. Ni si quiera en el sexo que es lo que nos une a todos los humanos y lo que hace que el mundo sea habitable para nuestra especie. Me ha recordado a una historia del pueblo con una chica llamada Marta y un niño llamado Pablo. Marta y yo éramos buenos amigos. No como pensáis, no. Esta historia no tiene sexo ni romances juveniles. Un día habíamos quedado para ir a pasar la mañana a un riachuelo que estaba algo lejos de nuestro pueblo. Fuimos en bici cruzando las praderas y las tierras de los típicos abuelos jubilados que nada tienen que hacer más que comprobar cada día qué tal está su cosecha. Llegamos al riachuelo y allí pasamos parte de la mañana almorzando con la comida que nos había hecho mi abuela y contándonos historias que nos habían ocurrido en el tiempo que habíamos estado sin vernos. Nada fuera de lo normal hasta que andando por la orilla del río divisamos a lo lejos a un niño con una red pequeña y una gran sonrisa en la boca. Nos acercamos y vimos que el niño capturaba peces con la red y los dejaba cuidadosamente en la orilla del río. Estuvimos un rato observándolo y el niño siempre hacía lo mismo: metía la red en el agua, cogía al pez con cuidado y lo depositaba en la orilla. Decidimos acercarnos a él
- ¿Qué estas haciendo? –le pregunté.
El me miró sin que la sonrisa desapareciera de su cara. - ¿Qué es lo que haces? –le dije esta vez en un tono más imperativo.
El niño cambió la expresión alegre de su cara por una confusa. Como si no supiera que le preguntaba. - ¿Es que no lo ves? –me respondió- Saco los peces y los dejo en la orilla para evitar que mueran ahogados en el fondo del río.
Esa fue su contestación. La dijo con toda seguridad, sin ningún ápice de duda. Marta y yo decimos seguir andando y olvidar aquella escena, tampoco queríamos decirle la verdad a aquel niño, probablemente le habría supuesto un trauma hacerle saber que todo el bien que él creía estar haciendo no era más que muerte. Quizás al fin y al cabo el bien sea muerte.
El que haya leído hasta aquí se preguntará por qué escribo esto. Pues bien, no lo sé.
RPV: Desvaríos de un borracho antes de irse a dormir.
PD: Probablemente mañana me arrepienta de haberlo escrito pero en fin, tengo excusa porque voy borracho y no hace mucho salió un thread en mv diciendo que el alcohol afectaba a una parte del cerebro que controlaba nuestros miedos y demás mierdas por el estilo entre los que supongo, se encontrará la vergüenza y el sentido común.
PD2: Flamear lo que os salga del nabo.
PD3: Hasta mañana.