Recuerdo de las clases de microbiología de la facultad de Farmacia que los cultivos de bacterias en placa Petri tenían siempre el mismo ciclo. Una colonia de bacterias, en presencia de un sustrato óptimo (azúcar por ejemplo) experimentaban un crecimiento exponencial, hasta que por las limitaciones físicas del espacio en el que vivían, sumado al agotamiento del sustrato y la acumulación de residuos de deshecho, la población bacteriana caía bruscamente desde el pico de población hasta su extinción.
Pues bien, no son pocas las fuentes que afirman que el crecimiento infinito al que nos dicen que debemos apuntar en cualquier nación del planeta tierra, sea una remota isla del Pacífico hasta un antiguo estado europeo; nos está conduciendo a un desarrollo totalmente calcado al de estos cultivos bacterianos. Y es precisamente ahora cuando hay datos suficientes para afirmar que estamos ante una dinámica de colapso igual a la que se da en las colonias bacterianas. Tenemos exactamente la misma dinámica poblacional, el mismo sustrato sobre el que basamos nuestro crecimiento y las mismas limitaciones tanto en el propio sustrato como en espacio fisico como las que tiene una cepa de E. Colli o Salmonella en una placa de Petri. ¿O acaso pensamos que por el hecho de ser humanos, los recursos y espacio finitos no son un impedimento para el crecimiento infinito?
Hasta el siglo XIX y aun contando con los avances científicos y técnicos que permitian aumentar la esperanza de vida, el límite poblacional parecía encontrarse por debajo de 1.000 millones de habitantes, siendo este el límite natural que parecía soportar la tierra. Fue a partir del uso de combustibles fósiles cuando se superó este límite de ecosistema, primero con el carbón y seguido por el más determinante de todos, el petróleo, el sustrato óptimo como el que alimenta a los cultivos bacterianos y que ha permitido un crecimiento exponencial, triplicando en 60 años nuestra población.
Y digo sustrato óptimo como el que alimenta a las bacterias porque se puede decir que, literalmente, comemos petróleo. No sólo por el hecho de que todo el transporte mundial de mercancías y bienes básicos depende de maquinaria alimentado por combustibles fósiles liquidos, no sólo porque la correlación entre crecimiento del PIB y consumo energético es prácticamente total ni tampoco por los plásticos, medicamentos o asfaltos que nacen de productos químicos derivados del petróleo. Nuestra dependencia del petróleo para la vida llega hasta el punto de que se ha estimado que el 50% de las moléculas de nitrógeno que forman parte de nuestro ADN o nuestra musculatura, entre otras estructuras, proviene del gas natural, principalmente metano, convertido en fertilizantes nitrogenados por medio de la llamada reacción de Haber-Bosch, y estos, a su vez, en alimentos vegetales y animales por medio de la agricultura y ganadería industriales, los cuales utilizan además fertilizantes nitrogenados provenientes del petróleo.
Quedando claro pues que tanto nuestro desarrollo económico como nuestra propia existencia desde un punto de vista biológico depende total y absolutamente del consumo de este sustrato al que llamamos petróleo, veamos pues las dos consecuencias que se derivan de este hecho: los inevitables límites de este imprescindible recurso y el coste que supone este crecimiento y consumo exponencial.
El peak oil y los límites de las renovables
Pese a lo que pueda sugerir el término Peak oil, o por lo que podáis saber de él, pues es un término conocido desde hace tiempo, lo cierto es que petróleo hay en abundancia y probablemente más del que podamos extraer jamás. El problema no es pues el agotamiento de las reservas de petróleo, ni de eso trata el Peak oil. El fin del petróleo del que se está alertando desde hace décadas es el del crudo convencional, barato, fácil de extraer y de gran retorno energético (y cuyo cénit quedó reconocido por la Agencia Internacional de la Energía). El que queda ahora es muy costoso, tanto en términos energéticos como de recursos.
Desde hace unos pocos años se están dando síntomas que apuntan precisamente a esta falta de rentabilidad de la extracción de petróleo. En unas semanas, el precio del barril de crudo ha pasado de 110 a 82-85 USD, lo cual a largo plazo, pone en peligro la rentabilidad de unos yacimientos que, como he dicho antes, son muy caros y necesitan un precio mayor para ser rentables (pero sin serlo demasiado para que sea posible comprarlo, otra complicación más…). Este fenómeno, conocido como ‘bumpy plateau’ (meseta con baches) se previó en 2006 como escenario posterior al peak oil, y se caracterizaría por constantes altibajos en el precio del petróleo, dado que su producción ya no sería ni constante ni tan abundante como antes. Como podéis ver, ya estamos en ese escenario:
Durante las décadas anteriores nos hemos dedicado a explotar los yacimientos más fáciles y de mayor retorno energético, es decir, que requieren menor gasto de energía para su obtención. Actualmente, los pozos que se están explotando (sobre todo los de EEUU, donde presumen de milagro energético cuando apesta a burbuja financiera y negocio ruinoso por todos lados), están formados por petróleos no convencionales como la lutita (o shale), la piedra que véis en la imagen de abajo. Como os podéis imaginar, sacar energía de una piedra requiere un gasto importante de energía igualmente, con lo cual, la energía neta de este tipo de yacimientos es muy baja. Y por mucho que se mejore la eficiencia del proceso que reduzca costes, lo que no se puede es reducir la energía necesaria para estas extracciones. Lo mismo ocurre con las arenas bituminosas clásicas de Venezuela, biocombustibles y otros petróleos no convencionales que, repito, son los más costosos, no son tan rentables como los convencionales y los hemos dejado para el ‘día de mañana’, cuando la energía es más cara de obtener.
Y antes de que alguien me salga con el argumento del ecologista de manual de que las energías renovables serán capaces de suplir esta caída del suministro de petróleo, a aquellos que así lo piensen, que observen este gráfico que viene a continuación y me respondan a las siguientes preguntas:
¿Como pueden, en un plazo de pongamos 10 años, y teniendo en cuenta la escasez creciente de combustible fósil, cubrir todas las demanadas energéticas de los países mostrados en el gráfico superior con energías renovables teniendo en cuenta:
-La falta de inversión en muchos de esos países como para cubrir esas necesidades energéticas.
-Los límites tanto en materiales, como en capital y recursos, para construir todo un sistema energético renovable en todos esos paises.
-Manteniendo los ritmos de consumo actuales.
-Sin adaptar los transportes, todos ellos dependientes de combustibles líquidos.
Quien sea capaz de responder a todos esos interrogantes, se merece un lugar en la historia, porque ningún escenario futuro energético pasa por una solución que no sea el decrecimiento o reducción del consumo. O eso o que venga una tecnología extraterrestre y nos diga como hacer funcionar la fusión nuclear.
La factura del crecimiento infinito
Absolutamente todas las actividades humanas tienen un impacto mayor o menor en el ecosistema, desde preparar una barbacoa en una hoguera en un camping de montaña hasta la construcción de una presa. Y el exponencial crecimiento industrial , demográfico y sobre todo de consumo desatado que hemos experimentado en los últimos años no iba a salir gratis, puesto que la vorágine de actividad y desarrollo que proporcionó el petróleo necesitaba de recursos materiales obtenidos del medio ambiente para abastecer y alimentar a los 7.000 millones de personas que lo habitaban y sus necesidades (y otras tantas no tan necesarias) de consumo
Por un lado, y pese al mercantilismo con el que se ha tratado y le ha restado credibilidad (aunque no por ello sea menos cierto), el calentamiento global el aumento de la temperatura global provocado por las emisiones de dióxido de carbono provocado directamente por la actividad humana tiene un impacto que ya no es ni una conjetura, ni un posible escenario ni una hipótesis: es una realidad que está ocurriendo ahora mismo.
Otros impactos medioambientales que no tienen tanta publicidad y son igualmente alarmantes son, por un lado, la pérdida de biodiversidad , que para que os hagáis una idea de lo crucial que es, la biodiversidad agroalimentaria es lo que mantiene las cosechas que alimentan a millones de habitantes de todo el mundo, resistentes a plagas, sequías y otras agresiones del entorno. Sin biodiversidad, nos morimos de hambre, asi de sencillo.
Por otro, la alteración irreversible del ciclo de nitrógeno a nivel mundial (¿he dicho antes que el nitrógeno es imprescindible para algo tan básico para la vida como las cadenas de ADN?), por la alteración del nitrógeno presente en suelo por el uso masivo e indiscriminado de fertilizantes nitrogenados para alimentar a la gigantesca población que albergamos, ha provocado entre otras cosas zonas oceánicas donde es imposible la vida animal por la alta concentración de nitrógeno, y por otro lado la alteración de la concentración de nitrógeno en la atmósfera
Estos impactos son, por desgracia, no tan vistosos y apreciables a simple vista como la desaparición de un mar por la actividad humana. Son una amenaza invisible, a largo plazo, como la contaminación radioactiva de Fukushima o Chernóbil. Y precisamente por eso, por su invisibilidad, parecen no ser algo grave, y son vistos vía prejuicios como una excentricidad de los veganos o los voluntarios de Greenpeace.
Conclusiones
La única solución, y precisamente la última en la lista de prioridades, pasa por reducir los niveles de consumo actuales, sin que ello suponga ni mucho menos vivir peor que antes.
n·c ≤ C
Siendo n la población mundial, c el consumo de recursos que realiza cada individuo y C la capacidad de carga del planeta para esa especie (que además se puede considerar menguante teniendo en cuenta los daños medioambientales ya producidos), a no ser que alguien tenga los pocos escrúpulos de proponer una extinción masiva de humanos (si no lo hace la Naturaleza por su cuenta), la única alternativa pasa por reducir la c minúscula, es decir, nuestro consumo de recursos.
Mis posts son sin duda una visión pesimista (me atrevería a decir realista) de la realidad, pero precisamente afrontar la realidad sin temores es lo que nos permite plantearnos alternativas valientes y que creo que serían más beneficiosas que el panorama actual, pues darle la espalda a un problema nunca ha sido precisamente la solución. Desafortunadamente, creo que para cuando el declive energético y el deterioro de nuestro entorno sea la prioridad número uno de cada país, ya será demasiado tarde. Primero por la innata tendencia de las masas a postponer los problemas, y segundo por la histórica tendencia de depredar al más débil en vez de adaptarnos conjuntamente a las situaciones adversas.
Y sinceramente me gustaria que se abandonara para siempre el becerro del oro del crecimiento infinito, pues en su nombre se están perpetrando y se está justificando la creación de riqueza a cualquier precio, con castillos en el aire, dinero del futuro y que sólo existe en unos ordenadores, olvidando que la verdadera riqueza nace del fruto del trabajo, que no es más que convertir energia y materiales en bienes y servicios tangibles. Hará falta un grandísimo shock como el que aquí se plantea para recordarnos lo que es realmente esencial para la vida. Espero, con esta entrada, ayudar a más de uno a reflexionar sobre esto.
Fuente: http://www.alitadepollo.net/5106-nosotros-somos-plaga/
He encontrado este artículo y me ha parecido interesante compartirlo con esta nuestra comunidad. Me gustaría leer diferentes puntos de vista al respecto, sobre el peak oil, sobre la responsabilidad que tenemos los humanos para con el planeta, posibles soluciones... Mi opinión no dista mucho de la del artículo en cuestión, a veces me da la sensación de estar debatiendo sobre el sexo de los ángeles cuando creo que hay cosas más urgentes y son cosas a nivel global, que afectan a todas las especies, humanos incluídos.