DÍA 3:
FECHA: 24/12/2012
HORA: 22:32
LUGAR: Santander (en la isla del club naútico)
PUNTOS ESPECÍFICOS: Me quedé sin gasolina, Marta ha enfermado y he descubierto otro tipo de ghul o infectado. He contactado con otro superviviente aunque no quiere saber nada de mi.
(Plano de situación)
ACCIONES REALIZADAS: Me levanté pronto, hoy había dormido muy bien, me sentía genial, pero por lo visto Marta había pasado mala noche. Estaba empapada en sudor y parecía estar teniendo una pesadilla, así que la desperté para que se calmase. Estaba más cerca de mi. Creo que cuando nos acostamos en el suelo estábamos a dos o tres metros y esta vez casi había podido sentir su aliento en mi nuca, pero no la culpo, es fácil sentirse vulnerable en una situación así, aunque ya avisé que no quiero establecer ningún lazo con nadie.
Desayunamos unas rebanadas de pan y algo de zumo. Había podido reunir suficientes recursos para aguantar un mes, aunque con Marta se reduciría a la mitad, al menos, mientras estuviese aquí. La encomendé la tarea de organizar toda la estancia. Estábamos en la parte superior del edificio de la isla de la torre, o quién también la llama, isla de los ratones. Una isla que se utiliza como club de vela o naútico y está muy cerca de la costa. De hecho, con marea baja puede llegar a ser posible entrar haciendo pie.
Hoy tocaba repetir Pedreña. Tenía que conseguir más botellas del club de buceo, así que me puse manos a la obra. Me equipé el uniforme de airsoft y el chaleco. Después me coloqué el G36 a la espalda. También llevaba una pistola, una beretta m92f, aunque era de airsoft y solo la llevaba por si tocaba intimidar a alguien, nunca se sabe, además, quedaba de puta madre en el uniforme.
Me subí a la motora, era un bote normal y corriente con motor, nada más. No llevé si quiera agua o comida, sabía que iba a ser un momento y podía estar para la hora de los simpsons en casa. ¿Simpsons? vaya, lo olvidaba, también habían muerto. Encendí la motora y puse rumbo a Pedreña, no son ni 10 minutos con la potencia y el poco peso que llevaba, así que iba tranquilo, dejando que el viento me despertase. Una alegre melodía de paz me embargaba. Era una escena muy tranquilizadora. Yo, con un G36, en una motora, sin peligro, sin problemas. Bueno, sin problemas hasta que el puto motor se paró, sabe Dios (aunque ya dudo de todo) porque.
Estaba a 100 metros. Quizás menos. No tenía remos ni otra forma de empujar la motora que no fuera por mi. El motor sé que tenía gasolina, joder, estaba seguro. No sé que cojones había pasado. Solo podía nadar y empujarla yo mismo. Me quité el chaleco y las botas y me metí en el agua dejando el G36 y todo lo demás dentro de la motora. Nadé hasta que estuve cerca y subí a la pasarela atando la motora. Saqué las cosas y me equipé con todo y me calcé. Siempre llevaba el puxing porque no sabía cuando iba a poder necesitarle, además, ya que tenía poca batería y no podría recargarle, no quería que Marta, por algún casual la malgastase.
Cuando estaba preparado y fuera de la pasarela encendí el puxing y escaneé todas las frecuencias. Solo se detuvo en una que emitía un incesante jadeo o respiración. Instintivamente saludé al otro usuario del canal y en ese momento la emisión cesó. Me quedé perplejo durante un momento hasta que mi walkie perdió la batería y se apagó. Lo guardé en la bolsa de la pernera izquierda y continué andando en dirección al club.
Por el camino pude ver una niña muy graciosa con dos coletitas y me asombré. Llevaba gafas de sol aunque desde hace unos días no brillaba con fuerza. Me acerqué corriendo cruzando la carretera, sin mirar, porque total, ¿qué iba a pasar?, al llegar a ella la acaricié la cabeza, mientras, agachado, la quitaba las gafas para verla mejor. En ese momento pude ver sus pupilas dilatadas y su iris amarillento. De un respingo me levanté y reculé para chocarme con algo detrás. Me di la vuelta rápidamente y pude ver que era un infectado, posiblemente el padre de la niña, que también estaba infectada.
Rápidamente me aparté y les apunté a los dos alternativamente hasta que cesé para amenazar únicamente al adulto, pues este se alteraba cuando me veía apuntar a la niña. Sorprendentemente no me mató cuando podía por la espalda y en ese momento no sabía porque era, aunque ahora puede que tenga algo de idea. El infectado tenía en su cinturón el walkie que seguramente había estado emitiendo. Estaba pues ante un infectado con claros signos de inteligencia que no me había atacado por ver que portaba un arma y su vida corría peligro.
Ambos lucían heridas recientes, de quizás un par de días. Mientras me separaba de ellos apuntándoles, la niña lanzó una mirada hacia mi espalda, momento en el que me di la vuelta y pude ver como un gigantón se acercaba a mi. Instintivamente le disparé con tan buena suerte de acertarle en la cabeza haciéndole caer a plomo sobre las puertas del club de buceo. Cerca estaban los cuerpos de los otros dos infectados que había matado ayer. Y por un buen rato, pensé que también iba a estar el mio.
Nada más le disparé, el adulto salió corriendo a por mi. Este corría tanto como los veloces y además era inteligente, o mostraba signos de ello al menos. Me di la vuelta e intenté dispararle cuando de un golpe me retiró el G36 cayendo este al suelo. Esta vez, en lugar de que el miedo me inundase como de costumbre, conseguí darle una fuerte patada en el pecho que le retrasó unos metros, que aproveché para sacar la pistola, falsa como ya dije, y apuntarle amenazándole.
Los signos de inteligencia eran claros. Sabía que eso era un arma, no si era verdadera o no, ya que estas réplicas de airsoft son muy exactas, por lo que el ghul adulto se mantuvo a raya. Aproveché para recoger el G36 y enfundar la pistola y volver a tener mi escudo de seguridad con un arma real. Dejé de dudar, como si aún existiese humanidad en ellos o en mi y les disparé. Los cuerpos cayeron al suelo y sangraron a diferencia del ghul lento del día anterior, que parecía tener la sangre coagulada.
Al terminar comprobé los cartuchos del cargador y rellené con los que tenía en la pernera. Después me acerqué con cuidado al ghul y le arrebaté el walkie. Me estaba convirtiendo en un auténtico superviviente pero necesitaba algo por si me quedaba sin munición. Siempre había querido un machete pero estoy seguro de que no soy muy hábil con él y sería mejor una Katana, ligera y afilada. No soy fan de lo japonés pero apuesto a que cuando apunte a alguien con un G36 y una Katana en la espalda será de lo más cool que ese ghul habrá visto.
Volví al puerto y bajé por la pasarela en busca de algún barco con motor o similar. Solo quedaban dos barcos y estaban destrozados. Pero uno, al menos, tenía remos. Les cogí y les guardé en mi bote, para al menos, volver remando. Iba a ser una tarea difícil y cansada ya que no estoy en forma, pero iba a ser agradecida al ejercitarme realizándola. Después subí por la pasarela y entré al club de buceo. No quedaban botellas. ¿Quién se me había adelantado? ¿Mi ángel de la guarda era realmente un ángel?
En ese momento me cabreé mucho y destrocé todo el escaparate a patadas, y quizás no debería haberlo hecho porque un cristal bastante gordo se me clavó en la espinilla. Fantástico, ahora encima me costará correr y no tengo vendas. Entré en el baño del club, seguía como antes pero con la ventana destrozada. El botiquín no estaba ahí, pero tenían todavía trajes de neopreno y reguladores en el vestuario y me hice con un par de cada para tener en caso de emergencia. Aunque antes de llevarles al bote, me hice con un cuchillo para desgarrar parte de una pernera y colocármela en la espinilla. El neopreno era muy compresivo y frenaba la hemorragia aunque no era nada grave.
Cuando terminé de cargar todo en el bote fui donde caí ayer al suelo. Miré a los edificios en busca de los posibles edificios de los que podría haber disparado el francotirador que me salvó y así poder ver si tenía mis botellas. De camino al portal del edificio pasé por una vieja armería que aún tenía un par de katanas en el almacén, aunque no había munición ni nada más útil que eso. Me hice con una y la coloqué a la espalda del chaleco. La fijación MOLLE es muy útil para hacer apaños con cuerdas, nudos y bridas, así que tenía una Katana bien colocada y tal vez solo necesitaba una gabardina negra y larga para ir lo suficientemente cool, aunque no era la idea, solo necesitaba sobrevivir.
Entré en el portal del edificio y pude ver algunos cascabeles en los pasamanos. Estaban sujetos por un nylon que pasaba por las escaleras. Pensaba en hacerlos sonar cuando una sombra fugaz pasó por mi espalda. Salí del portal y vi como el viento se llevaba una sábana. Mi corazón se detuvo. Pensé que era hora de volver, pero antes activaría uno de esos cascabeles. Lancé una piedra y salí corriendo del portal. Salí tan rápido como cuando llamaba a un timbre de pequeño. Tan rápido que la pierna en la que había tenido el corte me falló y caí al suelo. Me reincorporé y me sacudí la tierra que tenía encima. Aquello era un viejo parque y la hierba había crecido mucho. Después miré a las ventanas y no vi a mi ángel de la guarda. Tal vez solo tuve suerte, así que me fui.
Se había hecho tarde, eran cerca de las 15:00 así que me dije de volver al barco y regresar a mi isla. Por el camino al puerto vi una silueta al fondo de la calle que se movía muy ágil y se alejaba por las calles aledañas. La seguí rápidamente y cuando estaba en la misma calle, detrás, apunté y coloqué el selector de tiro en semiautomático. Parecía una figura femenina y se confirmó cuando escuché un "ni se te ocurra" y acabó desapareciendo en la siguiente esquina. Como tonto que fui la seguí y tras cruzar la esquina vi una bota en mi cara. Reculé y ella se dio una vuelta entera para después clavarme la suela en el pecho y empujarme un metro atrás. Antes de que me levantase se había puesto sobre mi con un cuchillo en el cuello.
- ¿Qué diablos quieres? - la figura que aparentaba cerca de los 30 años, aunque seguramente tuviese menos, me amenazó sin dudarlo. Aunque me atrevería a decir que no quería hacerme daño. Era pelirroja y tenía el pelo muy cortito. Seguramente por comodidad.
- ¿Eres quién me salvó ayer? - los ojos claros de aquella mujer daban a entender que podía ser perfectamente un ángel de la guarda.
- ¡No has respondido a mi pregunta! - apretó el cuchillo y entonces empecé a dudar.
- Solo quiero ayuda y encontrar a más gente, estoy solo en una isla con otra persona. - Lo mejor era tener un equipo completo en el que todos fuésemos especialistas en algo para poder sobrevivir. Además la soledad no era buena.
- No te necesito! - apretó aún más.
- Todos necesitamos a alguien! - Eso es lo que quería decir cuando, antes de terminar, me golpeó en la sién dejándome inconsciente unos minutos.
Cuando desperté ya no estaba allí. Y los minutos fueron horas. Eran casi las cinco de la tarde cuando me reincorporé. Me coloqué todo y marché de rumbo al puerto. Me subí al barco y remé en dirección a la isla. Tardé bastante en llegar, estaba cansado y me dolía todo el cuerpo, primero el cristal, luego la paliza y los ghules que me encontré. Llegué y amarré el bote. Mañana iría al otro lado, no quería visitar Pedreña, además Santander quedaba más cerca para intentar conseguir que el motor funcionase de nuevo.
Al entrar me encontré todo muy bien ordenado excepto una zona muy revuelta con cosas por el suelo, junto a ellas estaba Marta, empapada ensudor y con el brazo vendado. Estaba inconsciente, así que quise retirarle la venda para ver que la había pasado. Las heridas de zarzas estaban necrosadas. Evidentemente habían sido del ghul que la atacó y estaba infectada. Di un respingo hacia atrás asustado y después la coloqué la venda de nuevo. Dios ¿porqué esto ahora? ¿qué podía hacer? ¿cortarle el brazo? eso creo que sería viable si las heridas son recientes, pero ya llevaba muchas horas infectada y el virus estaría en todo el organismo.
Había perdido humanidad cuando maté a aquella niña y hoy iba a peder la poca que me quedaba. Decidí encadenarla fuera para poder estudiarla. Estaba dormida cuando la encadené. No sabía en qué tipo de ghul se convierte una persona ni en cuanto tiempo. Podía ser de los rápidos, de los lentos o de los inteligentes. Así que la cadena fue larga para que se pudiera mover y la dejé cerca herramientas de plástico que no iban a servirle de nada, con la idea de que las intentase utilizar.
Se despertó encadenada y gritando como una loca cerca de las nueve. Cuando fui a verla apenas encadenó palabras y solo pequeños gemidos. Sus ojos todavía eran verdosos como cuando la encontré. Pero ya intentaba zafarse de sus cadenas con las falsas herramientas de plástico. Veinticuatro horas es lo que tardó en infectarse. Corrí a apuntarlo en un anexo aparte. Es posible que con heridas muy superficiales el tiempo de infección sea mayor que con un mordisco profundo. Me senté y la estudié media hora más. Sus ojos ya se volvían más amarillos y las pupilas se dilataban.
Intentó atacarme un par de veces más hasta que se tumbó. En principio me acerqué unos pasos y pude ver como entreabría un ojo. Intentó jugármela una vez más pero no la hice caso. De vez en cuando despertaba e intentaba utilizar las herramientas para escapar pero no podía. La cadena era de acero y el candado reforzado. Estaban en el suelo del pequeño muelle de la isla y el candado estaba bierto. Estaba claro, guardaban un buen barco y alguien lo usó para escapar, probablemente el dueño, pero ahora las teorías no servían para nada.
Llevé a Marta una rebanada de pan con mantequilla para ver su reacción, la cual fue arrojarlo de forma inmediata por el pequeño balcón que había en la parte superior. Probaría a darle carne humana para ver que hace pero mejor no, tampoco quiero ser estúpido. Me acerqué con la Katana y la corté dos dedos de la mano izquierda. La Katana era bestial, cortaba rápida y limpiamente. Marta no se quejó, sus dedos sangraban, no estaba coagulada todavía. Mañana la cortaría más dedos para probar.
De momento he podido identificar tres tipos de ghules o zombis.
Los inteligentes: Han sido mi último descubrimiento y sorpresa. Me atrajeron con un Walkie Talkie aunque no pueden hablar ni intercambiar palabras conservan recuerdos y asocian significados. Sabían que mi arma era peligrosa y no se arriesgaron. Pero prepararon una estrategia y la niña con gafas, para disimular sus ojos, me descolocó totalmente. Parecen híbridos pues todavía sangran con bastante similitud a un humano. Marta sangraba de la misma forma.
Los rápidos: No articulan palabras y llevan poca ropa, tal vez para correr más, el frio no les afecta como parece afectarles a los inteligentes que aún visten ropas. Su estado de putrefacción es mayor que los inteligentes y aunque sangran, ya no lo hacen de la forma de una persona viva. Sangran como si les quedara menos de la mitad de sangre en el cuerpo, con poca presión y despacio.
Los lentos: Son la menor amenaza, al menos hasta ahora que he tenido pequeños encuentros. No denotan inteligencia y no sangran. Cuando le disparé en la frente a aquel ghul su cabeza estalló repartiendo sus sesos por la acera pero no había sangre. Son lentos y torpes y el estado de putrefacción es muy alto. No sé si la putrefacción es un factor para relacionarles o lo es la velocidad, la inteligencia o la coagulación de la sangre. No soy médico ni sé de medicina.
Cabe destacar que la niña, a diferencia de los demás, solo parecía zombi por el color de sus pupilas. Aunque las heridas que después presentó eran recientes, su piel no tenía grado de putrefacción alguno. Tal vez sea por ser más joven y que por eso, el virus, le cuesta más atacar, no lo sé. Pero ahí puede haber una clave para algo, por eso lo apunto. Quieren alimentarse de carne humana, por instinto, no sé si les sirve de algo y si la falta de esta les deteriora. Lo comprobaré con Marta.
Es hora de dormir, aunque no he cenado ni comido. Me tomaré un buen manjar, ya no tengo que compartirlo con Marta aunque todavía quiero saber quién era la chica de Pedreña que me golpeó, voy a necesitar su ayuda tarde o temprano me temo.
Espero poder escribir una novela un día y hacerme rico en un nuevo mundo libre de caos. Hoy es nochebuena. Hasta mañana soledad.