Tú, que vistes un polito azul con la banderita de España al cuello. Tú, que colocas la bandera en tu balcón el día de la Hispanidad conmemorando un genocidio. Tú, que llevas en tu muñeca una pulsera para dejar claro tu amor por España. Tú, que tarareas el himno a pleno pulmón.
Tú, probablemente, eres un patriota de pacotilla.
Porque no me sirven patriotas que adoran símbolos mientras votan a políticos corruptos que gobiernan en contra de su gente y en favor de los poderosos. Políticos patriotas que recortan en derechos como la sanidad o la educación, que dejan morir a sus conciudadanos dependientes esperando una miserable ayuda para sus familias, que despilfarran el dinero en gastos suntuosos, viajes de lujo, actos solemnes, y por qué no decirlo, también en drogas y putas.
Esos patriotas que desmantelan empresas públicas que dan servicios básicos como la electricidad, para convertirla en un producto de lujo y luego pillar una puerta giratoria directa al sillón más cómodo. Patriotas que llevan la marca España por el mundo, con talleres de esclavos en condiciones infrahumanas cosiendo ropa barata. Esos patriotas que mienten ante el mayor atentado terrorista de la historia del país para evitar perder unas elecciones cuando aún estaban los trenes ardiendo. Patriotas que usan el dolor de las víctimas de ETA para atacar y conseguir rédito político, de usar y tirar. Esos patriotas que envían a soldados a guerras llenas de mentiras, a morir por un engaño. Patriotas que se llevan millones a sus cuentas en Suiza mientras aquí la gente, o no tiene trabajo, o lo tiene pero no le llega para subsistir de forma digna. Esos patriotas que para divertirse torturan y masacran animales indefensos en una fiesta nacional para dementes.
A todos esos patriotas de pacotilla a los que les molesta que algunas personas no sintamos ni el más mínimo aprecio por esos símbolos que ellos ensalzan, les voy a explicar el porqué.
Esos símbolos son el recuerdo y el reflejo de una sociedad que permitió una transición sin justicia, soportando décadas hasta ver morir agonizante a un dictador fascista. Esos símbolos recuerdan que este miserable país calló su boca ante tal indecencia, dejando a los genocidas sanguinarios del régimen franquista seguir con sus vidas como si aquí nada hubiera pasado. ¡Vamos a olvidar! Nos dijeron. ¿Cómo se pide a alguien que no sabe en qué fosa común están sepultados sus familiares asesinados a sangre fría que se olvide de ello? ¿Cómo pueden pedir que olviden tanto dolor, tanta injusticia y tanta rabia contenida?
Pero por si fuera poca la indignación que produce que esos miserables quedasen impunes y que no se les devolviera la dignidad perdida a las familias, aún lo es más que esos mismos y su prole son los que instauraron este sistema a su medida, que se ha demostrado podrido de corrupción. Esos mismos que se dan golpes de pecho bien en la política, en los bancos, en el IBEX35, en el ejército, o en el palco de un partido de fútbol, enarbolando su amor a unos símbolos que para mí representan sólo una cosa: INJUSTICIA.
Símbolos como la Corona, el reino de sangre azul. Una jefatura del estado impuesta por un dictador y antidemocrática en su esencia, como es la monarquía, que por supuesto para no desentonar con el resto de instituciones usaba su estructura para robarnos aún más de lo que ya nos roban. ¿Respeto a la Corona? No, gracias
Una bandera, que recuerda que hubo un tiempo en el que otra bandera nos fue arrancada de las manos al igual que nuestra conciencia democrática, por aquellos que no aceptaron una República de la gente, del pueblo, y para pararla nos masacraron, nos humillaron y nos condenaron 40 años sin derechos y libertades. No me gusta nuestra bandera, porque me hace recordar que hubo otra que fue manchada de sangre por aquellos que salieron impunes de tal fechoría. Esta bandera que me obligan a amar, sólo sirve para una cosa, vendarnos los ojos para que no veamos lo que esconde detrás: muertes y silencio.
Un himno, que ni tan siquiera tiene letra, porque los mismos que lo aprobaron no sabrían qué letra ponerle para unir a un pueblo divido en dos. Las dos Españas, irreconciliables por querer tapar las miserias de este país en lugar de sacarlas afuera con todo el dolor que conllevan. No tiene letra, ni la tendrá, porque no hay letra que nos una sin haber previamente hecho justicia.
Yo soy patriota, pero no de pacotilla. Soy patriota de mi gente, de los que luchan por los derechos y libertades día a día, de los que creen firmemente en la cooperación antes que en la competición, de los que buscan la igualdad de oportunidades en todos los ámbitos, de los que no creen en fronteras que nos separen sino en lazos que nos unan, de los que quieren lo mejor para el otro por el simple hecho de ser, de los que no entienden el beneficio si existe sufrimiento detrás de él, de los que sienten el dolor del otro como suyo. Eso es ser patriota.
Por mí, podéis meteros vuestros símbolos por donde os quepa .