Para empezar, me levanto por la mañana, serían las ocho y media, me tomo de un trago el zumo de frutas tropicales que me prepara la cocinera y me sirve mi fiel asistenta, Esmeralda, y cuando ya me decido a dejar para el final las trufas y el salmón ahumado y me dispongo a meter en la boca la primera tosta de caviar, me topo con el titular del diario. Resumiendo: uno de mis paquetes de acciones ha sufrido un retroceso de ocho puntos, lo que significa que acabo de perder casi medio millón de euros. Casi me atraganto al verlo y, del susto, el caviar, del beluga iraní Cavcaspian de 525€ la lata de 100gr, se me fue a desparramar por el suelo. De la leche que metí en la mesa, no me cargué el zumo y la cafetera de milagro. Y es que me fastidia, porque sé que la situación es coyuntural y la empresa está bien apuntalada. Pero tardará en remontar y mientras, no podré ganar nada. Menos mal que el primer mensaje que me llegó al móvil, dándome el balance en el mercado Forex, me devolvió de nuevo la sonrisa. No pienso decir la cantidad. Me da vergüenza. Entro en el garaje, elijo el Jaguar XK convertible, porque no sé si lloverá y, cuando me dispongo a arrancarlo el piloto del aceite que no deja de parpardear y me sale un jodido mensaje que dice que debo llevarlo al taller. Lo que me faltaba oir: cómo no vengan ellos, lo que es yo. Así que me tuve que girar hacia el BMW 645Ci, cuando no me apetecía.
Llego a la planta veintitrés, donde tengo mi despacho, momentos después de que me cagase una paloma al bajar del coche. Menos mal que soy un tío prevenido y siempre tengo un par de trajes en el vestidor, por si me tengo que cambiar en determinado momento. Un gris marengo de Armani le venía bien a mi día, pero decidí que el negro, a medida, de Gieves & Hawkes, de Londres, que sirven también a la Royal Family, se ajustaba mejor y encima va perfecto con la esfera negra del Rolex, que parece que veas flotando el oro de las agujas y los números, y los brillantes alrededor, como siempre, deslumbrando. Con tanto ajetreo, la mañana se me había pasado volando. En fin, que ya era la hora de comer. Comida de negocios. En realidad para mí todas son comidas de negocios. Si son con hombres, evidentemente que son de negocios y si son mujeres, pueden ser de negocios o de otra clase de negocios. Y de estos últimos no puedo quejarme, en absoluto, aunque uno es un caballero, así que permitidme ahorrarme los detalles. Claro que me ayuda mi situación, no voy a negarlo y realmente me aprovecho de ello. Cada uno juega con sus armas. El guapo, con su belleza innata, el simpático, de su simpatía y yo, modestia aparte, tengo de todo un poco, además de la solvencia financiera.
Después de la comida, me tomé un vermouth Noilly Prat, muy seco, cortado con un golpe de gin de Martin MillerŽs Westbourne Strength , porque a mí me gusta el vermuth a media tarde más que antes de comer. Una sobremesa más que aburrida debido a la falta de sentido del humor de mis empleados.
Así que lo único bueno del día me ha llegado por móvil por mensajería y hablaba de dinero. Sí, diréis que no trabajo, pero no es verdad. Lo que pasa es que mi trabajo es que mi dinero trabaje para mí, mientras que otros prefieren trabajar para el dinero. A veces me pregunto si debería formar una familia, si realmente es la tarea más gratificante de nuestras vidas, o si debería seguir mi divertida vida de soltero triunfador. Porque sí, me he ido de vacaciones (ya lo contaré en el foro de Viajes) y he estado en el paraíso, pero siento que si no tengo descendencia, mis conocimientos y mi legado, se perderán conmigo.
Esto me lo dice mi instinto, no la razón. Es una cuestión de sentimientos, no de reflexión.