El ateo,creo yo, es básicamente un ignorante.
A pesar que puede tener varios títulos académicos, en su esencia más íntima es un profundo ignorante ya que vive convencido de la ausencia de trascendencia alguna en el Universo y puede dejarse quemar en una hoguera antes de abjurar de su fe.
Con esa férrea y muy necia negativa el ateo elude enfrentarse al enigma de la Vida, y así permanece siempre perplejo, siempre militante, agresivo, beligerante con cualquiera que se atreva a insinuar que tal vez, exista Algo Más, el ateo odia esa palabra, le resulta intolerable esa idea, pero al mismo tiempo, curiosamente, no le quita jamás los ojos de encima, fascinado como un conejo frente a los ojos una cobra, día y noche piensa y habla sobre la inexistencia de dios, y puede pasarse horas seguidas horadándole los sesos a sus interlocutores de turno para convencerlos de su idea, para convertirlos... como si con ese insistente martillar pudiera él mismo sostenerse y revalidar su ideología.
Y que nadie dude que el ateismo es una ideología de calibre equivalente al catolicismo o el confusionismo o el Islam. El ateismo mal que les pese a su acólitos es una religión más.
Pero resulta inútil la ilusión del ateismo ya que en definitiva no puede responder cuál es el fin de la Vida y del Universo, y así vive el ateo, en permanente ofuscación, obcecado y siempre exasperado, y a pesar de contar con un amplio y pesado bagaje de opiniones y suposiciones, todas sus conjeturas solo le sirven para la diatriba diaria, pero que en lo oculto, en lo silencioso de la Mente, el ateo sabe que es FALSO.