Sí, es posible reducir al mínimo su poder
Un estudio del FMI, bajo el título “The Chicago Plan Revisited”, realizado por los economistas Jaromir Benes y Michael Kumhof, está causando furor entre los profesionales más avezados, adquiriendo un seguimiento de culto en todo el mundo. Según el mismo, uno podría a la vez reducir la deuda privada, impulsar el crecimiento, estabilizar los precios, y convertir a los banqueros en meros comparsas de la realidad económica. Se podría hacer limpiamente, sin dolor, por mandato legislativo, mucho más rápido de lo que nadie imagina. Bastaría con reemplazar el actual sistema de dinero creado por la banca privada por dinero creado por el Estado.
Para ello habría que acabar con la banca de reserva fraccional. Si los prestamistas se ven obligados a respaldar con reservas el 100% de los depósitos, la banca pierde el privilegio exorbitante de crear dinero de la nada. El país recuperaría el control soberano sobre la oferta monetaria. No habría más quiebras bancarias, y los ciclos de expansión y contracción del crédito serían mucho más suaves.
Qué es el Plan de Chicago
Los economistas del FMI reviven el primer esquema propuesto por los profesores Henry Simons e Irving Fisher en 1936, en plena efervescencia del pensamiento creativo en la depresión tardía. En el apogeo de la Gran Depresión varios de los principales economistas de Estados Unidos avanzaron una propuesta de reforma monetaria que se conoció como el Plan de Chicago. En él se preveía la separación de las funciones monetarias y de crédito del sistema bancario, al exigir el 100% de reservas para respaldar los depósitos.
Irving Fisher enumeró las ventajas de este plan. En primer lugar, un mejor control de la principal fuente de las fluctuaciones de los ciclos económicos, que según ellos constituían los súbitos aumentos y contracciones del crédito bancario y de la oferta de dinero que creaban los bancos. En segundo lugar, permitiría la eliminación completa de las quiebras bancarias. Además reduciría de manera drástica la deuda pública neta, ya que no se negociaría en mercado primario y secundario con la intermediación bancaria, y el brutal aumento de la carga financiera que ello conlleva. Finalmente también disminuiría bruscamente el volumen de deuda privada, ya que la creación de dinero no requería simultáneamente la creación de deuda.
Jaromir Benes y Michael Kumhof, a través de complejos modelos matemáticos, encuentran para Estados Unidos soporte empírico para todas y cada una de las ventajas enunciadas por Fisher. Pero los resultados van mucho más allá, ya que según los economistas del FMI se conseguirían aumentos de la producción cercanos al 10 por ciento, y la inflación podría bajar a cero sin plantear problemas para la conducción de la política monetaria.
Con estas propuestas las actuales élites económicas y financieras y sus tentáculos del poder político perderían sus privilegios de golpe. Dejarían de explotar a los ciudadanos de sus países, ya no haría falta reducir o debilitar los programas de salud y los servicios sociales, ni amenazar la seguridad del factor trabajo con las recortes de derechos y salarios que están implementando miserablemente. El resultado sería una ciudadanía que emergería del perpetuo estado de miedo y preocupación al que nos han sometido.
El papel de la deuda privada en la crisis
Cuando un banco presta dinero, crea capacidad de gasto al instaurar simultáneamente un depósito. Ese dinero adicional viene a sumarse a la capacidad de gasto del prestatario, sin reducir la capacidad de gasto de los ahorradores.
La teoría económica neoclásica, por contra, trata a los bancos como simples intermediarios entre ahorristas y prestatarios. Un empréstito aumentaría la capacidad de gasto del prestatario, pero reduciría la capacidad de gasto del ahorrador. Si el modelo bancario neoclásico fuera verdadero, entonces los efectos macroeconómicos de la deuda quedarían cancelados, como sostienen Paul Krugman y Ben Bernanke. Hay pruebas empíricas abrumadoras de que ese modelo es falso. Esas pruebas empíricas fueron exhaustivamente analizadas por economistas postkeynesianos como Hyman Minsky o Basil Moore.
En el mundo real los bancos centrales no pueden controlar la creación de dinero privado por los bancos comerciales mediante el control de las reservas. Más bien al revés, en el mundo real los bancos comerciales extienden el crédito, creando depósitos en el proceso, y luego miran las reservas.
En definitiva, el crecimiento del crédito puede expandir la demanda agregada. Entonces, en vez producirse necesariamente una equivalencia entre la demanda agregada y la oferta agregada, la demanda agregada excederá a la oferta agregada, si crece la deuda, y caerá por debajo de la oferta agregada, si cae la deuda. Por lo tanto, el volumen nominal del dinero importa, y las dinámicas bancaria y de deuda han de incluirse en los modelos macroeconómicos, en vez de ignorarlas como hace la teoría económica neoclásica.
Ciclos de auge y caída
Desde hace mucho tiempo se reconoce que el mayor defecto de la creación de dinero del sector privado es que no está controlado y que crea los ciclos de auge y caída, responsables del apalancamiento y desapalancamiento financiero. La gran expansión del crédito privado en el período previo a la Gran Depresión de los años 30 es un ejemplo claro de ello. El tema intentó ordenarse con el sistema de Bretton Woods, pero su brusco término en 1971 dejó al sistema financiero con el poder hegemónico de la economía.
Desde entonces, ha faltado voluntad política para reconocer los errores de un sistema que permite la creación automática de riqueza a un puñado de personajes (los bankeros, menos del 1 por ciento de la población) y condena a la miseria al 50% de la gente. Pero esto puede comenzar a cambiar tras la difusión del trabajo de Bernes y Kumhof que ha cosechado grandes elogios
Los errores que han llevado a la crisis actual se arrastran desde 1971, como he señalado aquí y aquí, con la irrupción de las políticas que liberalizaron todo lo relacionado con el sistema financiero. Un libertinaje abusivo en el cual ni siquiera los bancos centrales tienen control sobre la oferta de dinero. No deja de sorprender el desconocimiento masivo de este fenómeno esencial en la vida de la gente, incluso en gran parte de quienes escriben sobre ello. Esperemos que este reporte ayude instalar el tema en el centro del debate, dado que si se desconoce a tal grado el origen de los problemas, menos se pueden encontrar soluciones reales.
La creación de dinero por parte de la banca privada es una escalada que ayudó a crear una montaña cada vez mayor de deuda y a ponerse a sí mismo el timbre de “demasiado grandes para caer”. A medida que crecía la deuda de los países, el sector financiero era el que más crecía adquiriendo una posición dominante y amedrentadora sobre el resto de la economía.
En Estados Unidos, entre 1973 y 1985, el sector financiero nunca tuvo más del 15 por ciento del total de ganancias empresariales del país; en los años 90 osciló entre el 20 y el 30 por ciento, pero aumentó al 41 por ciento en la primera década de este siglo. Asimismo, mientras en los años 80 el sector financiero representaba el 4 por ciento del PIB del país, el año 2007 repreentaba el 8 por ciento. Se estima que el año 2007, el 6,5 por ciento de la fuerza laboral estaba empleada en el sistema financiero.
Limitemos el poder de los bancos para generar dinero
Debemos exigir a nuestros políticos que pongan fin al poder ilimitado de la banca para generar dinero, incrementar irracionalmente la deuda y retroalimentar inflaciones de activos.
Se deben incrementar las reservas para los distintos instrumentos de financiación de los bancos privados. Debemos exigir una separación entre bancos comerciales y banca de inversión.
Es necesario limitar el papel de la aceleración de la deuda en la conducción de burbujas. Los beneficios bancarios son impulsados por el volumen de deuda. No vale con confiar en que los bancos aprenderán de la crisis y se comportarán de manera más responsable. Tienen un deseo innato de extender deuda y tratarán de convencer a sectores no bancarios para asumirla. Por lo tanto hay que romper el nexo precio de activos-deuda para frenar las burbujas. Para ello hay que reducir el atractivo de la especulación apalancada en los precios de los activos, pero sin ahogar la demanda de deuda para inversión.
El economista postkeynesiano Steve Keen propone, entre otras cosas, por ejemplo, establecer el máximo que se puede prestar para comprar una casa no en base al salario, lo que genera burbujas, sino como un múltiplo del potencial de rentas que genere la propiedad en sí misma, el alquiler. El exceso del precio sobre el préstamo sería realmente los ahorros del comprador, y un aumento en el precio de una casa significaría una caída en el apalancamiento, en lugar de un aumento en el apalancamiento, como ahora. No sería un bucle de retroalimentación.
El plan de Chicago representa una postura extrema. Pero pone de manifiesto una de nuestras principales recomendaciones y preocupaciones, la necesidad de limitar el poder de los bancos para generar dinero. Como afirmó el segundo presidente de los Estados Unidos, John Adams, “Hay dos formas de conquistar y esclavizar a una nación, una es con la espada, la otra es con la deuda.”
Fuentes: http://www.vozpopuli.com/blogs/1690-juan-laborda-si-es-posible-reducir-al-minimo-el-poder-de-los-banqueros http://www.elblogsalmon.com/economia/el-informe-del-fmi-que-sugiere-eliminar-la-banca-privada
Poco más que añadir, las soluciones a los actuales problemas existen, y la de los bancos es sin duda una de las más importante, está claro que ellos por si solos no van a cambiar las reglas de juego y que sus partidos políticos tampoco, somos nosotros los que debemos exigirlo, cueste lo que cueste.