(Neonazis el año pasado en Charlottesville)
El antisemitismo impulsa el regreso de judíos españoles de Estados Unidos
Hispanos de Estados Unidos con raíces sefardíes están aceptando la ciudadanía española como respuesta al creciente racismo del país
María Sánchez, de Albuquerque (Nuevo México), sabía que había algo raro en las tradiciones de su familia, que no encontraba en otras comunidades cristianas cuando de niña viajaba por EE.UU. El cerdo no aparecía por la mesa, las oraciones eran diferentes, su abuela establecía qué partes de un animal se podían comer y qué partes no, en las bodas los novios se casaban bajo un toldo… «Un día se me encendió la bombilla», explica a este periódico en el español arcaico que aprendió de sus padres. Empezó a investigar, a revisar sus apellidos, a fijarse en otras familias, hasta que hizo la pregunta: «Abuela, ¿somos judíos?»
La respuesta era más complicada que un sí o un no. Su familia era un ejemplo de critpojudíos sefardíes, familias en las que la tradición judaica ha viajado por los siglos más o menos oculta, mezclada con otras tradiciones. En algunos casos, se ha mantenido intacta. En otros, la persecución y el paso del tiempo no dejó rastro. En muchos, siempre quedó la sospecha.
Dentro de Nuevo México, el caso de Sánchez no es excepcional. Familias hispanas establecidas durante siglos en el territorio tienen costumbres de ese tipo: depositan piedras en honor a los muertos, barren la casa para adentro –en lugar de hacia la puerta, donde está la «mezuzah»– o estrenan vajilla en la Pascua.
La reaparición de esta comunidades criptosefardíes se remonta a varias décadas. Fueron decisivos los trabajos de Stanley Hordes, que en los años ochenta fue historiador oficial de Nuevo México. Hordes descubrió estas comunidades y las relacionó con los primeros colonizadores españoles de la región, en los siglos XVI, XVII y XVIII.
La expulsión de los judíos de España en 1492 no evitó que muchos siguieran practicando su religión de forma soterrada. Muchos conversos aprovecharon la expansión del imperio para escapar de la Inquisición. Con el Santo Oficio establecido también en Nueva España –el actual México– hubo importantes comunidades que se establecieron en el Sur de lo que hoy es EE.UU., entonces una frontera inhóspita y apenas habitada del imperio español. En comunidades como Albuquerque o Santa Fe han pervivido esas tradiciones.
Otros historiadores han cuestionado el relato y aseguran que la aparición de muchos criptojudíos tiene más que ver con una intención de diferenciarse de otras comunidades hispanas más vinculadas a las poblaciones nativas de América.
Lo cierto es que en los últimos años se ha disparado el interés de muchos hispanos de la región por conectarse con esas raíces. Y un factor se originó en España, la Sefarad, de donde huyeron sus antepasados. En 2015, el Gobierno español aprobó una ley que concede la nacionalidad a quien demuestre ser descendiente de los judíos expulsados en 1492. Se requiere un certificado de una organización judía sobre la existencia de una conexión genealógica con los judíos sefarditas, además de la aprobación de un examen oficial de lengua española y otro sobre historia y cultura de España.
«Mi madre siempre sospechó que proveníamos de judíos»; explica Xochitl Orona. «Un día mi hermano le leyó un artículo sobre la nueva ley en España. Se emocionó y empezó a preparar la solicitud, a rastrear nuestros antepasados. Descubrió que su familia partió a América desde el Norte de España y que un antepasado de su marido, también converso, iba en el mismo barco»
Orona está al final del proceso, a punto de que le den el pasaporte español. Cuando fue a tramitar su expediente a España, sintió que el esfuerzo tenía sentido. «Me sentí en casa, como que había vuelto a mi gente. Pensé en lo orgullosos que estarían mis ancestros de mí», explica emocionada.
Desde 2016, otro factor ha contribuido a que haya mayor interés en conseguir la doble nacionalidad. En noviembre de ese año, Donald Trump ganó las elecciones, apoyado en un mensaje de confrontación, con los inmigrantes como primeras víctimas y con el visto bueno de grupos supremacistas blancos. Nada más conocerse el resultado de las urnas, se disparó el número de agresiones antisemitas. El verano pasado, grupos neonazis marcharon por las calles de Charlottesville con antorchas y al grito de «los judíos no nos remplazarán». La reacción del presidente es que entre ellos «había gente muy buena». El mes pasado, un radical inflamado de discurso de odio mató a once personas en una sinagoga de Pittsburgh.
«Cada vez que se produce uno de estos episodios, el número de gente que nos contacta para tramitar la doble nacionalidad se dispara», asegura Sara Koplik, de la Federación Judía de Nuevo México, una organización que ayuda a solicitantes a conseguir el certificado que les emparienta con los sefardíes originales. «El clima político de esta Administración ha hecho que muchos se interesen por la doble nacionalidad. Algunos se plantean mudarse a España. Otros, para tener la posibilidad de hacerlo si las cosas se ponen peor», explica.
«Ha habido gente que se ha enterado de que había encontrado mis ancestros judíos y me han recomendado que no lo diga muy alto», cuenta Orona, que no descarta mudarse a España algún día. «Desde que llegó Trump al poder, tengo cuidado con ello. Su retórica es perniciosa. Para mí ahora es reconfortante pensar que si la situación empeora, tengo un plan para dejar EE.UU».
El proceso de adquirir la doble nacionalidad «es difícil y costoso» para los estadounidenses, dice Koplik: conseguir los certificados, estudiar y aprobar los exámenes, viajar a España, pagar a los abogados. Se tardan muchos meses y es normal pagar unos 6.000 dólares en todo el proceso.
Anastasio Sánchez conoce de primera mano el creciente interés de los descendientes de sefardíes por conseguir la nacionalidad. Dirige el Instituto Cervantes en Albuquerque, el centro donde se realizan los exámenes de español y el de historia y cultura, creado por la ley de 2015. «El año pasado se presentaron unas doscientas personas. Este año va camino de ser más del doble y el que viene esperamos muchas más, porque el plazo para presentar la solicitud acaba el próximo octubre», asegura. Muchos de los alumnos chapurrean el ladino, el español medieval fosilizado que viajó con los sefardíes de España a sus destinos. «No todo el mundo siente miedo, pero sí hay alumnos que se plantean salir del país», dice sobre la tensión política en EE.UU.
Cerca de 6.400 personas en todo el mundo han conseguido ya la nacionalidad española por sus ancestros sefardíes. Muchos de ellos provienen de América, un lugar de huida para los conversos. Solo en este año, 5.700 personas han realizado los exámenes en México, Centroamérica y el Sur de EE.UU.
«El año que viene en Jerusalén» es una oración habitual en el «seder», la cena de Pascua judía. Algunos en Nuevo México ya se preparan para celebrarla, al menos, más cerca: en Sefarad.
La noticia en otro medios
Muy jodido debe de estar el tema en EEUU con los pacíficos de las ranitas para que los judíos serfardíes tengan que salir corriendo. Esperemos que en Europa puedan encontrar por fin la paz que busca. Lástima me da que aquí tenemos el mismo problema, y más viendo cómo nuestras derechas locales se están subiendo al carro de esta derecha alternativa tan peligrosa.