Mira, me toca bastante la moral tu post. Y te voy a explicar por qué.
Soy instructor de nuevas tecnologías (vamos, lo que de toda la vida se le llamaría "profesor de informática". Imparto cursos variados, tanto a empresas como a desempleados, y ahora mismo estoy en Palma de Mallorca impartiendo uno de Java a gente desempleada por parte del organismo de desempleo (SEPE) y el Ministerio de Educación.
Los primeros días de este curso, me vino un tío que daba pena. Enano de condición, calvo casi entero, piel morena de la dura y quebradiza de campestre, sin casi nariz, dedos cortísimos y gordillos, importantes malformaciones en la mandíbula y los dientes, y un físico deplorable. A sus 24 años, aparenta tener 40. Aún por encima, sufre de cierto retraso mental y tiene pequeñas dificultades para hablar.
El chaval, pese a costarle bastante, aprendió junto a nosotros esforzándose al máximo. Le costaba más que al resto de la clase, bastante más, pero estaba realmente metido en el ajo y le gustaba el tema. A veces me llamaba "profe, profe, venga que tengo esto hecho!" y me mostraba algo mal hecho, pero se notaba que no iba tan mal encaminado, pues le ponía muchísima ilusión.
La verdad que me alegró ver sus avances, y cómo sonreía él cuando le decía que tenía un ejercicio bien, o que había entendido correctamente una lección. Para explicarle algo tan trivial como los condicionales, había que dárselo todo mascadito y explicárselo una segunda vez, pero al menos iba tirando.
Ver sonreir a una persona que sabes que jamás en su vida tendrá una vida normal, por pura mala suerte en su genética, es algo muy especial. Ves cómo intenta destacar, cómo intenta hacer algo pese a que tiene más dificultades que el resto, y claro, esa ilusión por su parte te llena muchísimo. Aparte, cuando ves a una persona así y piensas "dios, yo me suicidaría si fuera él", y la ves contenta, te rompe totalmente los esquemas. Te das cuenta de que esa gente, quizá sea capaz de disfrutar de la vida de una forma mucho más pura que nosotros.
Desafortunadamente, ayer vino su tío, una especie de hombre gitano ruralesco de muy chungas pintas, a recogerle "por asuntos familiares", a malas ganas. Y ya no ha vuelto hoy, por lo que supongo que ya no terminará el curso.
Y la verdad es que me apena, porque este chico le ponía mucha ilusión y podría haber llegado a aprender a programar aunque fuera un poco, y así tener algo que hacer con su vida.
Al final quién le empujó hacia la mediocridad, hacia el no hacer nada, hacia permanecer sentado... no ha sido nadie más que su familia.
Al fin y al cabo, los que realmente destacan en el sistema, son la gente que o bien tiene suerte, o bien se lo han currado y son buenos en lo suyo. Gente como el chico del que hablo, o como el típico Down que saca una carrera, jamás serán buenos en lo suyo, pero al menos podrán hacer "algo" con sus vidas gracias a estos empujoncitos, cuando de otro modo, lo tendrían casi imposible. ¿Acaso te parece mal? ¿Tan poca empatía tienes?
Y es lo que digo: no nos ha tocado a la inmensa mayoría vivir la situación del chaval este, o de un down. Pero podría habernos tocado, y entonces, no sería tan gracioso reírse de ellos. Yo de verdad aseguro que siento muchísima pena por toda esta gente a la cual, la caprichosa naturaleza, les ha privado de una vida normal.