En primero de la ESO un día teníamos educación física y nos dejaron a nuestra bola y unos cuantos fuimos a jugar a fútbol con los mayores de bachillerato.
Todo iba bien, menos con un gilipollas que no se si tenía un mal día o que. Se que se calentó el ambiente y aprovechando su superioridad física evidente me metió un guantazo de puta madre en la cara con el que me tocó quedarme.
Se ve que el chaval no era un genio porque yo llegué a bachiller y él seguía, solo que en el Nocturno y ya no le veía (al que va la gente que curra o demasiado mayor).
Un día me tocó ir al instituto por la tarde, no se si es que teníamos partido (iba a fútbol sala al típico equipo cutre de insti) o clases de una pendiente o algo de eso. Y me lo encontré en la puerta fumando. Se que era él porque estaba harto de verlo durante años en el instituto.
Yo ya había estirado y no había la diferencia física de antes, es más, el chaval era un ruinas y yo estaba incluso algo tocinete de aquella.
Me acerqué y le preguntaba si se acordaba de mí. El chaval dijo que no. Le recordé vagamente la historia, en lo que al chaval se le encendió la bombilla y empezó a mofarse de mi con acento cani y preguntándome si quería otra.
Ahora era mi turno, sin hablar más le metí tal guantazo que se cayó al suelo. Recuerdo el sonido de mi mano explotando contra su cara porque creo que se oyó en 3 km a la redonda.
Cuando el chaval se levantó me soltó el típico: Ya te pillaré hijo de puta, que ahoira tengo clase.
Yo le contesté que mejor ahora, pero ya se habían metido tropecientas personas que iban de white knight a separarnos.
He vuelto a coincidir con él varias veces en todos estos años y es una gozada ver como baja la vista o mira a otro lado cuando nos cruzamos.
True story, mentir en internet es de pobres.
Sí, se podría decir que soy rencoroso.