Pongámonos en situación. El año pasado tuve una breve relación de tan solo dos meses con una chica de la que me enamoré por completo. Ella es de Asturias y yo de Pontevedra, por lo que en principio era una relación a distancia, pasábamos juntos fines de semana salteados y el resto del tiempo nos pasábamos el día hablando por MSN o teléfono. Nuestra relación fue muy deprisa, y de hecho teníamos planeado que yo me fuese a vivir a Oviedo para estar cerca de ella, pero ella, la misma que a veces me lloraba por miedo a que la dejase y que no entendía por qué la cuidaba tan bien y por qué me gustaba tanto, de la noche a la mañana cambió de actitud y empezó a alejarse de mí, hasta que finalmente me dejó.
Desde entonces caí en una fuerte depresión, intenté suicidarme, estuve varias veces internado en psiquiátricos y blablabla (por depresión y riesgo de suicidio, no porque desvaríe), pero eso no es lo relevante. Lo relevante es que, habiendo pasado mucho tiempo sin tener ningún contacto con ella y siendo consciente de que ya no tenía nada que perder en ese sentido decidí usar mi último as en la manga, sabiendo que lo más probable era el fracaso, pero también que no perdía nada por intentarlo.
Así, sin titubear, decidí tener un detalle con ella por su cumpleaños, que fue el jueves pasado. Ante la duda sobre qué regalarle opté por varias cosas considerablemente caras y que sabía que le gustarían, acompañadas de una carta de ocho folios mostrándole mis sentimientos. Pude habérselo enviado todo por correo, pero me parecía demasiado frío e impersonal, por lo que decidí entregárselo en mano. Inicialmente tenía intención de ir a su casa a dárselo, pero tras enterarme de que ese día iría a comer con una amiga a un centro comercial me planté allí, la busqué y la encontré. De entrada obviamente la asusté, supongo que era la última persona que esperaba encontrarse por allí, pero para mi sorpresa tras varios segundos de confusión varias lágrimas empezaron a deslizarse por su rostro, mientras ella trataba de esconderse tras su amiga y disimularlas. No sería un detalle tan increíble si no fuese porque ella nunca llora delante de nadie, y no sólo nos tenía delante a mí y a su amiga, sino también a un montón de desconocidos. Como era consciente de que la situación no debía ser la más cómoda para ella, tras felicitarla y que me cogiese los regalos me despedí y me fui por donde vine.
Explicado ya todo el asunto, ¿creéis que actué de forma indebida, que soy un pirado, un acosador y todo eso o que lo contrario fue un detalle bonito? Obviamente mi intención última con ello era hacerla pensar y esperar que tal vez tras un tiempo se decidiese a llamarme propiciando una posible vuelta a mis brazos, pero dando por sentado como ya lo daba entonces que eso es casi imposible me gusta pensar también que independientemente de lo que pase ha sido un buen detalle.