Entraba Farruquito en el Juzgado y los partidarios le tocaban las palmas y lo jaleaban. Demos las gracias a Dios de que no se las tocaban por bulerías. ¿A quién le tocaban las palmas y jaleaban los que estaban en la puerta de los Juzgados de Sevilla? ¿A un gitanito de copla, perseguido por la Justicia porque había robado? "Sí, ha robado, ¿y qué pasa, señor juez?, este hombre ha robado para darles de comer a sus hijos"... No, señor juez. Las palmas se las tocaban a un hombre que ha hecho una muerte. Todo lo presunta que usted quiera, señor juez, pero muerte. Homicidio por imprudencia, por conducción temeraria, por lo que usted diga en su día en la sentencia y presunta hasta la fecha, pero una muerte. Una triste muerte. La muerte de un trabajador, de un chapista, que cuando terminaba su faena se iba al polideportivo del Polígono de San Pablo a hacer gimnasia y que salía de allí cuando fue atropellado por un coche conducido por quien dicen que no tenía carné de conducir, porque con esto del arte no había tenido tiempo de sacarlo. Y que una vez que atropelló mortalmente a un trabajador, a un humilde mecánico del automóvil, a un padre de familia, se dio a la fuga, sin prestar auxilio y sin pararse a preguntar siquiera. Y una vez dado a la fuga, cuando estaban en marcha las investigaciones para detener al conductor homicida, en vez de presentarse ante la Justicia, hizo que fuese su hermano chico, para que se pudiera lucrar de las inmensas coladeras penales de la Ley del Menor y no pasara nada.
Y así y todo, le tocan las palmas. Y así y todo, sigue yendo de artista por la vida. Mientras, nadie aplaude, apenas le presta voz, a una viuda que únicamente pide que se haga justicia. Ah, la Justicia... ¿Somos todos iguales ante la ley? Sí, por el agravante de notoriedad no se debe meter a nadie en la cárcel, como le ha pasado a ese pobre embajador de España que tantos votos está dando a la demagogia con su estancia entre las rejas del Sevilla 2. Pero no todos somos iguales ante la ley. Las discriminaciones se aplican ahora al revés. Pongamos que todo ha ocurrido al revés. Que un chapista mata con el coche a un gitano en el Polígono y se da a la fuga. ¿Qué dirían de los payos esos mismos gitanos que ahora aplauden a Farruquito poco menos como héroe social y artístico? ¿No le querrían acaso aplicar su justicia tribal?
Pues nada, aquí Farruquito sigue en libertad, con sus giras, con su arte y con sus cosas. Y los suyos, aplaudiéndolo al entrar en el juzgado. Nadie la hace compás por bulleras a la viuda de un mecánico de tubos de escape que sí que era con su trabajo y con su corto sueldo un héroe social.