Bueno como esto está más muerto que la vida sexual de Iván voy a contar yo algo, no es gran cosa la verdad, pero hay algo de redpill en todo ello.
Lo primero para poneros en contexto, la anécdota ocurre con la suiza que comenté en #51165. Habré quedado desde entonces unas 4 o 5 veces, todo muy bien con ella, aunque en la cama no había pasado del sexo vainilla.
La primera vez que nos acostamos, tras follar, sale el tema de las bofetadas y los azotes, y me dice que aunque los azotes le gustan que las bofetadas no cree, pero que nunca lo había probado.
Yo le dije que si quería probar y me dice que sí. Me yergo... y tras una breve mirada le abofeteo esa cara de pija suiza que tiene. Una bofetada de intensidad 5 sobre 9 en la escala Ritcher. Me aparto y me vuelvo a recostar a su lado.
Se da la vuelta dándome la espalda. Nadie dice nada. Y a los 10 segundos rompe el silencio y dice:
— That fucking turned me on
Una gran noticia que celebré follándomela de nuevo y, esta vez sí, propinándoles bofetadas de categoría 6 y 7.
Fastfoward ahora al viernes pasado. El plan era quedar en mi casa y tomar éxtasis. Me dijo que prefería que yo estuviese sobrio por si no le sentaba bien. Por mi perfecto porque no me apetecía. Así que tras ingerir y hacer efecto la pastilla de la felicidad hablamos y hablamos, y en un momento dado me dice que debería comprar juguetes sexuales.
— No hace falta, ya tengo bastantes.
Arquea una ceja y me pide que se los enseñe. Generalmente no me gusta enseñarlos, pero como había tomado extásis iba a ser totalmente espontánea y sincera, y por lo tanto su reacción me daba curiosidad.
Así que fue a mi dormitorio, tomé la caja que ya pesa un quintal, la llevé al salón y se la puse delante. La abrió y empezó a sacar cosas como si hubiesen venido los Reyes Magos:
Primero saco una mordaza que según la vió se la puso de prueba. Después saco dos pinzas para los pezones, que francamente en la vida habia usado pero ahí estaban. Esto fue lo que mas le gusto de todo, se los puso de inmediato. Me puso cachondísimo el instinto irrefrenable mientras se iba poniendo cosas según sacaba. Luego sacó una serie de dildos y demás cuestiones que no vienen al caso, y me dice:
— Pero te hace falta algo para mi cuello.
— Para eso tengo el cinturón.
Total que en este punto la tensión sexual nos empujó a lo inevitable, para lo cual antes de irse al dormitorio hizo una rápida selección de juguetes, bastante conservadora para mi gusto que consistió en la mordaza, un lubricante, las pezoneras con campanilllas, el cinturón y unas esposas de metal.
Ya en la cama le puse todo que parecía la mujer orquesta y procedí a follármela, que al estar tan inmovilizada y por los gemidos que metía parecía una violación. El polvo fue excelente.
Al día siguiente, ella que es hasta ahora era más despegada que una mierda, ya me estaba diciendo de quedar otra vez...