Hacía tiempo que no tenía una cita y me he estrenado por todo lo alto, sí señor.
Aprovechando que fui unos días a casa me activé el tinderino a ver qué manjares de la tierra se me ofrecían. Conozco a un chico muy interesante, desde el primer momento hay bastante feeling entre los dos, compartimos el mismo tipo de humor y algunas aficiones. Es un chico que ha estudiado historia y es un apasionado de ello, y a mí me encanta encontrar gente tan entusiasta, hace que me embelese. Y eso no es todo, porque aunque sea de letras tiene también bastantes conocimientos sobre ciencias y le gusta la naturaleza y los animales. Además, lleva mi pack preferido de ojos claros, piel clara y pelo oscuro, lo cual hace que me atraiga aún más. Curiosamente, como su carrera no es que tenga muchas salidas y ser profesor no le motiva demasiado, decidió pasar un tiempo con su familia en el pueblo ayudando en el negocio familiar (hacen quesos, venden fruta etc.). Después de varios días hablando me dijo que había una pareja de “búhos pequeños” (mochuelos posiblemente) que habían criado cerca de su casa y que si me gustaría ir a verlos. Como os podéis imaginar acepté de inmediato y al día siguiente por la tarde puse rumbo a su finca. Por lo que entendí sus padres vivían en el piso en lo que es el pueblo y él pasaba la mayor parte del tiempo en la casa de la finca. Yo por si las moscas le mandé ubicación a mi hermana y a una amiga por si esa noche no daba señales de vida.
Al llegar, aparco en un rudimentario parking de tierra y mientras bajo viene hacia mí y directamente me derrito. Tiene una sonrisa cálida y preciosa y unas pecas monísimas, más alto y fit de lo que creía. Me saluda con dos besos y me ofrece algo de beber. Damos un paseo y me enseña los animales, el sitio donde estaban los mochuelos (que en ese momento no estaban, pero se veían signos de actividad en el hueco donde estaba supuestamente el nido). Pierdo un poco la noción del tiempo porque me encuentro muy a gusto y la conversación es muy fluida, hay bastante tonteo y algo de contacto físico. Nos sentamos en su terraza y picoteamos algo de queso del que hacen allí (supuestamente iba a preparar la cena en un rato). No sé cómo acabamos hablando de que los chicos que viven en zonas rurales lo tienen un poco más difícil aún para encontrar pareja o ligues porque hay muy muy pocas chicas y prácticamente ya se conoce todo el mundo. No se me ocurre otra cosa que decir “bueno, al menos aquí en el campo a las malas tenéis las cabras para hacer un apaño”.
Mientras lo estaba diciendo ya me estaba arrepintiendo de semejante arevalada, pero qué le vamos a hacer, a veces me cuesta un poco ajustar el filtro cuando conozco a alguien. Pero lo malo no fue esto, lo malo fue su reacción. Vi un milisegundo de pánico en sus ojos y desvió la mirada a un lado y hacia el suelo, acto seguido empezó a reírse pero de una manera un poco forzada, y se le veía inquieto en la silla, se reposicionaba todo el rato. Tardó varios segundos en contestar y dijo “bueno, bueno, no todos los tópicos sobre la vida en el campo tienen que ser ciertos, no?”. Yo en un principio pensé que le había dado vergüenza ajena mi comentario, sería lo más lógico, pero su reacción fue muy extraña y no cuadraba del todo. Además, ya le había hecho alguna broma estilo cuñado y se había reído genuinamente. Intentó rápidamente cambiar de tema y me dijo que si quería otra bebida y se fue a la cocina a por ella. A partir de ahí entramos en un ambiente enrarecido que parecía que no tenía vuelta atrás y se nos notaba incómodos así que le dije que se me estaba haciendo tarde, que no tenía mucha hambre para cenar y que prefería volver a casa. Me despidió con dos besos ortopédicos y salí pitando de allí.