http://www.yometiroalmonte.es/2013/11/29/trabajadores-bangladesh-incendian-fabrica-zara/
http://www.europapress.es/internacional/noticia-trabajadores-prenden-fuego-importante-fabrica-textil-produce-zara-otros-20131129131820.html
http://www.elmundo.es/internacional/2013/11/29/529878fa684341a4408b456b.html
Los salarios en Bangladesh están actualmente entre los más bajos del mundo. Entre 1994 y 2006 el salario mínimo se mantuvo sin cambios, mientras que el costo de vida aumentaba un 4 ó 5% cada año. “Sólo después de grandes movilizaciones, los trabajadores y las trabajadoras lograron que en 2006 se pasara de un salario mínimo de 900 taka a 1.662,50 taka al mes (24 dólares aproximadamente, unos 16 Euros mensuales). El aumento del precio del arroz a mediados de 2008, al multiplicarse por dos o por tres en función de la zona, hizo que este incremento fuera inútil y generó una nueva ola de movilizaciones fuertemente represaliadas.” (Moda: industria y derechos laborales. Guía para un consumo crítico de moda, Publicado por Setem, enero de 2011).
Las mujeres son mayoría en la industria textil de Bangladesh y otros países. Sus salarios son aún más bajos por el hecho de ser mujeres. En una publicación del año 2009 se informan los resultados de un estudio de la OIT sobre diferencias salariales por razón de género en Bangladesh. La conclusión del estudio es que las mujeres ganan un promedio del 23,2 % menos por hora que los hombres (Tejiendo salarios dignos en el mundo, Campaña por un Salario Digno en Asia). Los bajos salarios obligan a las trabajadoras a realizar horas extras, alargando la jornada laboral hasta 10, 12 o más horas por día. Una trabajadora habitualmente sale de su casa a las 6 am para regresar ya por la noche.
“En 2009, una investigación realizada en doce fábricas textiles de Bangladesh que producen para marcas holandesas afirmaba que el 76,4% de las personas trabajadoras declaraban que los objetivos de producción eran imposibles dentro del horario habitual. Muchas trabajadoras, al no llegar al objetivo diario fijado por la empresa, se ven obligadas a seguir trabajando y acaban saliendo muy tarde de los centros de trabajo. La mayoría de las mujeres acaban la jornada entre las 8 y las 10 de la noche.” (Moda: industria y derechos laborales…)
Cuando esas mujeres regresan por la noche a sus hogares aún les esperan tareas de trabajo doméstico. En muchos casos los niños pequeños son enviados al cuidado de familiares en lugares lejanos, porque las mujeres que trabajan largas jornadas no tienen posibilidades de cuidarlos.
“Salgo de casa a las seis de la madrugada y regreso a las nueve de la noche. Me marcho cuando mi hija todavía está en su sueño más profundo, y cuando vuelvo a casa ya está acostada. Sólo me ve un día por semana.” (Tejiendo salarios…)
La precariedad de las condiciones laborales genera el rápido deterioro de la salud de las mujeres obreras, que no cuentan con seguros de salud ni atención adecuada. “Años de trabajo en habitaciones calurosas y densas con carencia de ventilación y de iluminación; la exposición al polvo y a productos químicos, el exceso de horas y una posición corporal inadecuada…” (Tejiendo salarios…) Y al mismo tiempo se multiplican las denuncias de acoso sexual en los lugares de trabajo, de parte de los jefes y administradores que mayoritariamente son hombres.
Una combinación de maltrato, humillación y precarias condiciones de trabajo que no tienen nada que envidiarle a aquellas primeras fábricas capitalistas del siglo XVIII y XIX en Europa.
Las fabricas textiles bengalíes tienen otro “secreto mágico” para las ganancias capitalistas. Impedir la organización sindical de las trabajadoras. Como lo testimonia una obrera: “Si ellos (la dirección) intuyen cualquier actividad relacionada con algún sindicato, puedes estar segura de que al cabo de unos días te van a despedir. Tienen sus propios informadores, y es por eso que ni siquiera se nos ocurre hablar del tema.” (Tejiendo…) Hay una persecución y represión abierta hacia la organización sindical por parte de las patronales, la policía y el gobierno. Después de las manifestaciones violentas del año 2010 el gobierno creó un cuerpo especial de policía destinado a las zonas industriales.
En agosto y septiembre de 2012 el periódico 'The New York Times' (TNYT) publicó dos extensas notas de investigación sobre las condiciones laborales en las textiles de Bangladesh. Allí se informa que en los últimos años han sido cada vez más frecuentes las manifestaciones y choques violentos entre los trabajadores y la policía, por las protestas laborales. Señalan que en respuesta a esa creciente conflictividad laboral los líderes de Bangladesh “han hecho uso de las herramientas de seguridad del Estado para mantener las fábricas humeando”. Un comité de alto nivel gubernamental monitorea el sector, comité que incluye a oficiales del ejército, la policía y las agencias de inteligencia. Estas agencias de inteligencia locales mantienen controlados a los organizadores sindicales. Uno de ellos, que era vigilado de forma intensa y había sido detenido y amenazado en muchas oportunidades, Aminul Islam, fue torturado y asesinado en abril del 2012. Este crimen no ha sido resuelto, aunque es vox populi que Aminul fue secuestrado y torturado por fuerzas policiales al servicio de las empresas.
La impunidad es total. Según la investigación de TNYT los dueños de los talleres textiles tienen inversiones en los grandes medios de comunicación, así como puestos parlamentarios (un 10% de los parlamentarios son empresarios o familiares de ellos). En algunas zonas industriales funciona un verdadero “estado dentro del estado”, gobernado por la Bangladesh Export Processing Zones Authority (Autoridad de las zonas de producción y exportación de Bangladesh), con sus propias reglas. Muchas fábricas han contratado a militares retirados como seguridad privada.
El informe de TNYT relata los sucesos de la fábrica de tejidos Rosita, donde había sido elegido un comité de representantes de 15 miembros, en diciembre del 2011. Una denuncia de acoso sexual desató 6 semanas de conflictividad laboral, que culminaron con el despido de 300 trabajadores y el encarcelamiento de algunos dirigentes sindicales. Poco después uno de ellos, el Sr. Uddin, intentó ingresar en la fábrica, pero fue interceptado por miembros uniformados del batallón de acción rápida (fuerza paramilitar creada por el gobierno). Lo obligaron a firmar su renuncia amenazándolo con un arma de fuego.
En marzo del 2012 se produjeron nuevos conflictos laborales en la región de Ishwardi. Relata el cronista del 'The New York Times' sobre estos sucesos:
“Cientos de trabajadores se reunieron frente a la puerta principal de la fábrica en una improvisada huelga de brazos caídos. Ocho trabajadores, entrevistados en junio, dijeron que todos los gerentes habían dejado las fábricas. Un pequeño contingente de agentes de la policía no tardó en llegar y ordenó a todos que regresaran al trabajo. Una costurera dijo que un oficial de policía la tiró al suelo, golpeándola con un palo hasta quedar inconsciente y rompiendo su ropa. ’Yo seguía pidiendo que pararan’, dijo la costurera, que pidió no ser identificada por temor a represalias. ’Pero incluso después de caer al suelo, seguían golpeándome y tirándome del pelo’.
Los trabajadores comenzaron a lanzar piedras, gritando consignas contra la policía, que huyeron. Horas más tarde, después de que funcionarios en Dhaka fueron notificados, llegaron los oficiales del Batallón de Acción Rápida, así como los provenientes de las estaciones de policía de los alrededores. El oficial Hossein, supervisor de la policía, negó que los policías fueran los que comenzaron la agresión. Dijo que los oficiales habían recibido la información de que los gerentes extranjeros estaban atrapados en el interior de las fábricas y que los trabajadores furiosos estaban realizando actos de vandalismo con equipos de la empresa. ’Ellos atacaron a la policía’, dijo el oficial Hossein. ’Comenzaron la violencia’.
Tres meses después del choque en Ishwardi, decenas de miles de trabajadores furiosos protestaron cerca de Dhaka, exigiendo salarios más altos y paralizando las zonas industriales más importantes del país, durante más de una semana. Oficiales de la policía antidisturbios dispersaron a los manifestantes con gas lacrimógeno y balas de goma, mientras decenas de personas resultaron heridas.” (traducción propia del artículo publicado en The New York Times, Export Powerhouse Feels Pangs of Labor Strife, August 23, 2012)
Estas son las terribles condiciones de explotación y opresión que se vive en las nuevas “maquilas” asiáticas, fuentes de mano de obra barata en las semicolonias que producen para las grandes empresas imperialistas. Con la deslocalización de la producción de los grandes monopolios, en muchas regiones de Asia ha emergido una nueva clase obrera. Son millones de nuevos trabajadores y trabajadoras, desde el gran gigante asiático China, a los países del sudeste asiático, Bangladesh y la India. Se suman así nuevas fuerzas a las de la clase obrera internacional. Las terribles condiciones de trabajo han generado en los últimos años un clima de creciente conflictividad laboral e intentos de organización, en duras condiciones de represión estatal y paraestatal.
Frente a esta situación son muy progresivas las campañas de diferentes organizaciones sociales, grupos juveniles y colectivos de mujeres, que en el Estado español y otros países denuncian las condiciones de trabajo de las textiles en Bangladesh y Asia. Y es importante al mismo tiempo denunciar la precarización creciente que enfrentan las trabajadoras de los países más ricos, empleadas de las tiendas y supermercados como Walmart, Carrefour y las marcas de moda. Con la crisis capitalista, ellas también ven como se degradan cada día sus condiciones de trabajo y sus salarios, aún en el marco de condiciones de vida superiores que en las semicolonias. Sirva de ejemplo el reciente convenio de grandes superficies firmado por la patronal –con Mercadona y El Corte Inglés a la cabeza- y los sindicatos amarillos en el que se impone una dura rebaja salarial para los próximos años. Es por esto que es necesario fomentar la unidad entre las trabajadoras de un lado y del otro de la cadena de producción de las empresas imperialistas. Y exigir que los sindicatos de los países imperialistas –ahora afectados por la crisis capitalista- se transformen en activos colaboradores de los trabajadores y trabajadoras de países como Bangladesh, con campañas ofensivas por la libertad sindical, contra la represión, por el aumento de salarios, etc. Enfrentando a sus propios empresarios imperialistas y los gobiernos que representan sus intereses, como en el caso del grupo Inditex en España.
Por otro lado algunas organizaciones (como grupos autonomistas y eco-socialistas) plantean que la salida de fondo para enfrentar la deslocalización creciente de la producción en países con mano de obra barata es apostar por la producción “local” y ecológica en los países de origen. Pero dentro de los marcos del capitalismo, esto en realidad no es ninguna salida para las millones de trabajadoras, ni en Bangladesh ni en los países imperialistas. En primer lugar no es una salida realista, porque las grandes empresas monopolizan el mercado de producción y comercialización con precios baratos, impidiendo el desarrollo de pequeños competidores. Justamente por eso las pequeñas empresas de carácter “nacional” o “local” tienden a explotar intensamente a sus trabajadores, con bajos salarios y malas condiciones de trabajo, como forma de poder “competir” con las grandes industrias. Y esto se agudiza en momentos de crisis capitalista como los que estamos viviendo. Por eso por ejemplo en España las pequeñas y medianas empresas son las que más utilizan el recurso de los EREs para rebajar salarios y despedir en medio de la crisis.
Pero además, ¿qué pasaría con esas millones de trabajadoras si estás grandes empresas simplemente dejaran de producir? La solución no es dejarlas sin trabajo, sino luchar por la expropiación de esas grandes empresas bajo control de las propias trabajadoras, tomando en sus manos la organización de la producción. A una pequeña escala, pero con un simbolismo enorme, está el ejemplo de la fábrica de cerámicos Zanon, de Argentina, que hace 10 años funciona bajo control de sus propios trabajadores y que muestra la posibilidad de una salida obrera a la explotación y la crisis capitalista.
Por último es necesario decir claramente que no hay salida a esta terrible explotación de millones de mujeres y hombres dentro de los marcos del capitalismo. La unidad en la lucha entre las trabajadoras de los países semi-coloniales y aquellas de los países imperialistas, con la clase obrera de conjunto, es el primer paso necesario para enfrentar a los grandes monopolios capitalistas en todo el mundo.
La organización benéfica War or want realizó entrevistas con 1.000 trabajadoras de 41 fábricas de ropa que abastecen a los mercados europeos. 96% de los trabajadores dijeron que sus salarios eran necesarios para poder sobrevivir durante el día a día. Un tercio de las mujeres trabajaban horas extras de entre 100 a 140 horas al mes. Esos turnos de horas extras son generalmente forzados y el 70% de los trabajadores que se quedan durante la noche para cumplir con las metas de producción informan que no tienen acceso a los alimentos o al agua.
El 85% de sus empleados son mujeres y a su vez la columna vertebral de la industria de la confección de Bangladesh. Sin embargo, también existen altos niveles de discriminación y de acoso sexual.
En 2010 se logró un aumento salarial del 80% para algunos de los trabajadores más pobres. Pero ellos argumentan que esto todavía no es suficiente. El salario mínimo para los trabajadores de la confección (aproximadamente AUD $ 48) cumple con menos de la mitad de su gasto medio de los hogares, obligando a la mayoría de los trabajadores a vivir en ciclos continuos de deuda.