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Desde el año 2007, la crisis en España se ha llevado por delante a 57.708 empresas con más de seis trabajadores, que es el número que determina la ley para poder celebrar elecciones sindicales. Con esos datos del Ministerio de Trabajo en la mano, a nadie se le escapa que, forzosamente, la representatividad de las centrales ha tenido que cambiar de forma sustancial. ¿En qué proporción exactamente?
Pues a fecha 12 de febrero de 2010, según las estadísticas recabadas por LA GACETA, el número de representantes certificados por el departamento que todavía dirige Celestino Corbacho ascendía a 324.475, así que, tirando de calculadora, el total de delegados de personal o miembros de comités de empresa, se habría reducido en más de 94.000 aproximadamente. Ocurre, sin embargo, que UGT y CC OO han decidido no dar de baja a todos estos sindicalistas que no pueden seguir ejerciendo la función que les fue encomendada al haber cerrado o desaparecido la compañía en la que fueron elegidos. El número estimado de delegados fantasma que continúan sus funciones aun habiendo desaparecido su empresa se acerca a los 50.000.
El porqué se explica con facilidad: hay demasiado dinero en juego, ya que no son pocos los ámbitos en los que la representatividad se convierte en el criterio diferenciador de la posición de un sindicato frente al resto. La falta de ética de las centrales que lideran Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo desvirtúa las certificaciones de los resultados electorales, lo que afecta irremediablemente a la negociación colectiva, el disfrute del patrimonio sindical, la participación institucional, la percepción de subvenciones y el desarrollo de los programas de formación. Ahí es nada. Precedente del BOE
Se da, además, la circunstancia de que los certificados de resultados electorales constituyen un documento público, de tal manera que la emisión a sabiendas de certificados que no son fieles ni ajustados a la realidad en el momento de su difusión puede ser constitutiva de un presunto delito de falsedad documental.
Pues ahi esta, sindicatos de chupasangres que cobran por tocarse los huevos hinchando sus listas y por el otro lado el ministerio de trabajo que tambien cobran por hacer la vista gorda y tocarse las pelotas.
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